La sonrisa cruel de esa mujer asqueó a Luna, odiaba hasta el hartazgo a Lydia, pero solo cuando la veía cara a cara, la mayor parte del tiempo se olvidaba de su existencia. —¡Mientes! ¿Dónde están las pruebas? La mujer lanzó un libro, que casi le da en la cabeza, si no fuera porque Elio detuvo ese libro. Él la miró con furia y la mujer sonrió, le encantaba destruir a Luna, y hoy no era la excepción. Pronto, unos hombres entregaron libros a todos quienes lo quisieran. Luna la maldijo entre dientes. —¡Los voy a demandar! Ya verán, esto no va a quedarse así, ¡Plagiadores! La mujer se fue, con una sonrisa triunfal, pero Luna fue detrás, y Elio apenas corrió para intentar alcanzarla. La tomó del brazo, Lydia casi gritó. —¡Suéltame, loca! —Loca tu madre. —¡No hables de mi madre! —Es
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