Cuando Marianela salió de esa habitación, Mayte alejó su mano de Marcos, desvió la mirada. Sus ojos se encontraron. —Mayte… —No quiero tener nada que ver contigo —dijo Mayte, no lo miraba, pero èl podía ver como sus ojos estaban furiosos—. La forma en que me heriste fue innecesaria, y cruel, no te preocupes por este hijo, diré que mentiste, no te necesito, no quiero que seas el padre. —¡Mayte! ¿Qué dices? Pero, lo soy, te guste o no soy el padre de tu bebé. Ella le mirò con rabia. —¿Ahora dirás que quieres un hijo? Por favor, Marcos, no quieres a nadie, ¿para qué quieres a un hijo? Mírate, solo estás tan envenenado y lleno de rabia por algo que nadie sabe, solo tú, estoy harta, pensé que estabas mal, pero lo que vi, solo me demuestra lo decadente que está tu alma. Marcos bajó la mir