Capítulo: Una noche de copas

1307 Words
Los pasos de Luna Valencia eran rápidos y casi no hacían ruido. Entró a ese departamento porque tenía la clave de seguridad. Su corazón latía con fuerza, lo sentía casi por explotar. Había recibido ese mensaje unos minutos atrás; era de su hermanastra Mabel. «Quieres ver a tu novio con una verdadera mujer, encuéntralo a las diez de la noche en su departamento, te aseguro que estará con una mujer mejor que tú» Luna y Mabel nunca se llevaron bien, tanto que, cuando la segunda fue a vivir al extranjero, Luna pudo por fin respirar con alivio, al menos por cinco años. Mabel volvió, fingió ser otra persona, ser buena con ella, pero hace un par de días, mostró su verdadera personalidad ruin en un intento por dañar su vestido de novia, y después mostrar su clara envidia contra Luna. Luna subió la escalera, iba con pasos lentos. Cuando escuchó esos sonidos, eran tan repulsivos, que ella sintió demasiado asco. Empujó la puerta, y los encontró ahí. —¡Mabel, Rodrigo, son asquerosos! El hombre salió de Mabel y se acercó a Luna, apenas cubierto por una manta. —¡Luna, no es lo que parece, déjame explicarlo! Luna abofeteó su rostro, el hombre retrocedió. Mabel, cubierta por una sábana, corrió hacia su hermana, arrodillándose. —¡Hermanita, lo siento, pero yo lo amo a él! Luna abofeteó su rostro con tanta rabia, que Mabel cayó a un lado, y chilló como una niña. —¡Mabel! Pero… Luna, eres una mujer agresiva, ¡Nunca pensé que fueras una mujer tan cruel! Desde que Mabel volvió, ella me ha consolado, porque tú, ni siquiera quieres complacerme con tu estúpida dignidad, bien, ahora lo sabes, ¡déjame en paz! —dijo el hombre Luna abofeteó su rostro con fuerza. —¡Desgraciados, desgraciados los dos! Son tal para cual, ¡no habrá boda! Quédense juntos, les deseo lo peor de este mundo, pero antes, todos sabrán la clase de porquería que son. Ella le lanzó el anillo de compromiso al suelo. Luna dio media vuelta, se fue corriendo. —¡Luna! —gritó Rodrigo. —¡Rodrigo, no dejes que dañe mi reputación! —¡Ya basta, Mabel! Tu reputación es lo que menos me importa, mi madre me odiará cuando sepa que Luna no será mi esposa, ella la adora, lo sabes, ahora vístete y vete de aquí. —¡Rodrigo! ¿Por qué no te casas conmigo? Rodrigo esbozó una cruel sonrisa. —Mabel, si me casara contigo, ni siquiera estaría seguro de cuantos hombres han pasado por tu cama. Tú eres todo, menos una mujer decente. Rodrigo fue al cuarto de baño. Mabel se sintió herida, salió de ahí, tomó su teléfono y llamó. —Lydia, debes ayudarme. —¿Qué pasa? —Llama a tu falsa amiga, llévala al bar “nightly double”. Debes destruir su reputación a como sea, me descubrió con Rodrigo, está dispuesta a fastidiar mi vida. —¡¿Qué dices?! Estaré feliz de arruinar a esa estúpida, pero ¿cómo ha pasado esto? —¡Solo hazlo! Así, dejarás de vivir a la sombra de Luna. Mabel colgó la llamada. «Estaba segura de que Rodrigo aceptaría darme mi lugar, y se casaría conmigo, pero, en cambio, se avergüenza de mi historial de cama, ¡todo es culpa de Luna!» «Voy a acabarla, la dejaré sin nada», pensó con las manos en un puño de rabia. *** Luna intentó irse en su auto, se sentía rota. Cuando se detuvo, golpeó el volante de su auto con furia. No podía creer que la hubiesen engañado de esa forma vil, ella vio algunas señales, no quiso darles importancia, ¿Por qué lo haría? Creyó ser una mujer amada, nunca fue una desconfiada. Recibió al instante una llamada; al responder, se dio cuenta de que era su mejor amiga, Lydia, y contestó con rapidez. —¿Lydia? —Hola, amiga… —¡Lydia, estoy desesperada! —exclamó. —¿Qué dices? Pero ¿Qué ha pasado? —Rodrigo y Mabel… ¡Me han traicionado! Los encontré siendo infieles en el departamento de Rodrigo. —¡¿Qué?! ¡No lo puedo creer de Mabel! ¡Si mañana es la boda, Luna! —Estoy destruida, por favor, veámonos. —Sí… pero… veámonos en el club “Nightly double”. —¿Por qué ahí? —exclamó con intriga. —Porque… ahí te contaré, anda, te veo en quince minutos. —Está bien —dijo Luna. *** Quince minutos después, Luna estaba ahí, esperando a su amiga, hasta que la vio llegar, y levantó la mano. Luna se levantó y abrazó a Lydia, que era su única querida amiga. Pero, Luna no sabía que Lydia sentía odio y profunda envidia contra ella, porque Luna era todo lo que ella nunca fue. Se sentaron y Lydia pidió una botella de whisky. —Necesitas beber, cariño, debes sacar la tristeza de tu sistema. —¡Oh, no, Lydia, no me embriagaré por esto! Además, debo conducir de vuelta a casa. —¡Para nada! Yo te llevaré, mi chofer vendrá por mí. —¿Tu chofer? ¿Sigues con ese hombre que te pega, Lydia? Prometiste dejarlo. Lydia siseó cuando trajeron la botella de whisky y sirvió rápido dos copas. —No venimos a hablar de mí, anda, bebe. Luna dudó, ella no solía beber, pero Lydia insistió tanto que terminó cediendo, bebió, el sabor le raspó la garganta. Luna contó todo a Lydia, mientras ella la orillaba a beber una y otra vez, hasta el punto en que Luna se sintió mareada, estaba riendo, hablando sandeces. Lydia se levantó. —Espera aquí, amiga, volveré. —No, ¿a dónde vas? —dijo Luna, aun con los ojos llorosos. —¡Espera! —dijo Lydia y avanzó. Luna vio la copa de vino, bebió un poco más, al cabo de un rato, un hombre se acercó a ella. —Señorita, su amiga Lydia la busca, sígame, por favor, la necesita con urgencia. Luna se levantó, al instante se mareó, pero el hombre logró detenerla. Antes de que cayera, Luna recuperó el paso. Caminó, zigzagueante, hasta subir a una escalera, se agarró con fuerza de los barandales, de verdad estaba ebria, sentía que flotaba, no bebía casi nunca, y supo que era un error estar ahí. Cuando llegaron a un pasillo, el hombre la hizo caminar hasta una habitación. —Tu amiga Lydia está ahí, entra. Luna abrió la puerta. Entró, la habitación estaba a oscuras, vio la ventana abierta, la luz de luna se colaba por ahí. Caminó siguiendo la luz, y sintiendo un cálido viento, casi frío. La puerta del baño se abrió, un hombre con el torso desnudo apareció. —¿Aquí estás? Bien, hagámoslo rápido, no quiero perder mi tiempo en esto —dijo Luna retrocedió cuando ese hombre intentó acercarse a ella. —¿Quién… eres tú? La mujer retrocedió unos pasos, quería escapar, ella estaba ebria, él estaba acercándose, pero su mirada estaba llena de lujuria, le hacía dudar de sus deseos. Sintió las manos de ese hombre estrechar su cintura, ella quiso gritar, pero notó que estaba ebrio, ella también lo estaba, sintió el calor que ese hombre emanaba, era como una llama dispuesta a quemarla. Luna creyó que podía escapar, que resistiría, hasta que sus labios besaron los suyos, intentó manotear, alejarlo de ella, ese beso era tan voraz y ambicioso, sus manos comenzaron a acariciar su cuerpo, no pudo escapar. No pudo pensar. Por un instante recuperó la conciencia, algo que le faltaba, intentó irse, casi llegó al umbral de la puerta, pero sintió esas feroces manos que la devolvieron a la cama, su boca invadió la suya, sintió que estaba rendida, ese beso la sometió y esas caricias desnudaron su cuerpo poniéndola a su merced.
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