1| Primer encuentro

1346 Words
—¡Le digo que este es mi asiento! —gruñó un hombre, apretando los puños sobre las rodillas mientras se inclinaba hacia una mujer—. No puede simplemente cambiarse así, como si el lugar fuera suyo —agregó con el ceño fruncido y el rostro rojo de irritación. —¿Su asiento? ¡Es un autobús público! —respondió la señora enfadada, con voz aguda, cruzando los brazos frente a su pecho—. Me cambié porque había más espacio aquí. ¡Ni siquiera está numerado! —agregó la mujer elevando su voz, lo suficiente para sacar a Alison de sus pensamientos. Quien de inmediato notó cómo el ambiente en el autobús se había tensado por esa discusión sin importancia y todo lo que estaba en su mente se desvaneció por un instante. El hombre resopló, claramente molesto, y murmuró algo entre dientes, lo suficientemente bajo para que no se entendiera, pero su frustración era evidente. Alison soltó un suspiro y bajó la mirada, apretando el dobladillo de su falda con nerviosismo. Sabía que no debía dejar que esa distracción la afectara, pero su ansiedad ya estaba al límite. Ese día no era un día cualquiera, era su quinto día laborando para “Blackford & Associates” la mejor firma de abogados en el país, llevaba apenas un par de semanas en la ciudad y no podía permitirse fallar en su primer caso. Mientras el autobús avanzaba lentamente por la congestionada avenida, Alison intentó concentrarse. Observó las calles que pasaban fugazmente, personas caminando con pasos apresurados por las aceras. Su mirada quedó perdida una vez más por un momento, mientras pensaba en el caso que le había sido asignado. El caso con el misterioso y temido magnate del casino era su primera gran oportunidad. Pero también podría ser su caída. «Concéntrate» pensó para sus adentros, mientras jugaba nerviosamente con el dobladillo de su falda, tratando de canalizar su nerviosismo en aquella prenda sencilla, formal, diseñada para proyectar profesionalismo, aunque en ese momento, lo único que proyectaba era lo nerviosa que estaba. El hombre del autobús seguía protestando, ahora en voz más baja, mientras la señora lo ignoraba completamente, mirando por la ventana. Alison quiso hacer lo mismo, mirar hacia afuera y perderse en la ciudad, pero no pudo desconectar su mente. El hecho de que nadie hubiera logrado mantener a ese magnate como cliente no hacía más que aumentar la presión que ya sentía. Este era su primer caso realmente importante, y si fallaba, podría despedirse de su sueño de convertirse en una de las mejores abogadas de Nueva York. El autobús finalmente llegó a su parada. Alison recogió su bolso con un movimiento rápido y decidido, sus tacones resonando contra el suelo metálico mientras caminaba hacia la puerta. Al bajar, el aire frío de la ciudad golpeó su rostro, despejando momentáneamente la neblina de ansiedad que nublaba sus pensamientos. Delante de ella se alzaba el edificio del casino. Era imponente, su fachada de mármol n***o brillaba bajo las luces de la calle, dándole un aire casi intimidante. El letrero dorado que decía "Empire" relucía con una elegancia discreta, como si no necesitara ser ostentoso para imponer respeto. Alison tragó saliva, mientras apretaba sus dedos a la correa del bolso que colgaba de su hombro izquierdo. Se detuvo un momento antes de cruzar la calle, y observó la gran puerta de cristal. Respiró hondo, recordando lo que estaba en juego. Si lograba conquistar ese caso, se abriría camino en la firma. Si no lo hacía quedaría relegada a los casos menores, o peor aún, podría ser despedida. La idea de fracasar hizo que su respiración se volviera más superficial. Sentía el pulso en sus sienes, y trató de calmarse antes de avanzar. Cruzó la calle con pasos rápidos hasta llegar a la puerta, dónde fue recibida por una mujer alta y delgada, que parecía sacada de una revista de moda. La mujer llevaba un vestido n***o ajustado que realzaba su figura esbelta, y su cabello cobrizo estaba perfectamente recogido en un moño bajo. Su piel bronceada brillaba bajo la luz tenue del vestíbulo, pero lo que más destacaba era la expresión en su rostro. La mujer miró a Alison con una mezcla de desdén y superioridad. —¿Alison Hale? —preguntó con voz afilada, mientras su mirada recorría a Alison de arriba hacia abajo. —Sí, soy yo —respondió Alison, intentando sonar más segura de lo que se sentía. Notó cómo la mujer la miraba, no con curiosidad, sino con una evaluación calculada, como si ya hubiera decidido que Alison no era una amenaza, sino más bien una molestia. —Sígame —ordenó la mujer sin más preámbulos, dándose media vuelta y comenzó a caminar por el pasillo. Alison la siguió, sintiendo cómo el ambiente del lugar la envolvía. Las paredes estaban decoradas en tonos oscuros, los suelos brillaban bajo la luz de grandes lámparas de cristal que colgaban del techo, y el sonido de las máquinas tragamonedas resonaba en la distancia. Era un lugar lujoso, pero había un aire de elegancia y poder en cada rincón del edificio, como si aquellos que lo frecuentaban supieran que pertenecían a una élite inalcanzable. Mientras avanzaba, Alison notó las miradas de algunos empleados del casino. Sus ojos la seguían, algunos con curiosidad, otros con indiferencia. Pero todos parecían compartir un sentimiento común: ninguno de ellos creía que ella fuera a durar mucho tiempo. Sabían que el dueño había rechazado a muchos abogados antes que ella, y no esperaban que esa joven novata fuera la excepción. El corazón de Alison latió con fuerza. Sintiendo su respiración rápida y entrecortada mientras intentaba mantener la calma. «Esto es solo un trabajo más» repitió en su mente una y otra vez. Pero en el fondo sabía que no lo era. Finalmente, la mujer se detuvo frente a una gran puerta de madera oscura con detalles dorados. La abrió con un gesto rápido y elegante, y Alison la siguió hacia el interior. La oficina era espaciosa y lujosa, decorada con muebles de cuero oscuro y estanterías llenas de libros encuadernados en piel. Las ventanas, desde el suelo hasta el techo, ofrecían una vista impresionante de Nueva York, iluminado por las luces de la ciudad. Y ahí, de pie junto a una de las ventanas, estaba un hombre. Se encontraba de espaldas. Alison sintió que el tiempo se detuvo por un instante. —Señorita Hale —dijo él, con una voz grave, cuando ladeo su cabeza para mirarla—. Así que usted es la abogada que han enviado para este caso —espetó con desdén. Alison tragó saliva, sintiendo la garganta seca. —¿Es usted el señor Zander? —preguntó, tratando de que su voz sonara natural. El hombre sonrió del lado, mientras arqueaba una ceja. —¿No es obvio? ¿Que la hace pensar que no lo soy? —preguntó con soberbia mientras se giraba hacia ella. Alison lo observó atenta, pensando que ese hombre no era como había imaginado. Era grande, de complexión fuerte, con una presencia que llenaba la habitación. Sus ojos eran de un azul intenso. Vestía un traje n***o hecho a la medida, que realzaba su figura atlética, demasiado apuesto. Pero lo que más impactó a Alison fue su mirada. El hombre la observó como un depredador que evalúa a su presa, con una mezcla de curiosidad y desprecio. La intensidad de sus ojos hizo que el pulso de Alison se acelerara aún más. Trató de respirar hondo, pero sentía que el aire apenas llenaba sus pulmones. —Siéntese —indicó él, señalando la silla frente a su escritorio con un movimiento de su mano. La mujer que la había llevado hasta la oficina salió y cerró la puerta dejándolos a solas. Alison retiró la silla, con fingida calma desbotonó su traje y tomó asiento. —Soy un hombre ocupado, así que dese prisa y dígame, ¿cómo es que resolverá mi problema? Su tono era grosero y altanero. Alison respiró profundo, pensando que, sin importar quien fuera, no iba a intimidarla.
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