Llegué a casa luego de pasar toda la tarde, con mi rubia, habíamos ido al centro del pueblo. Todo seguía rondando en mi cabeza. ¿Cass sabía sobre mi abuelo? ¡claro que debía saberlo! No quise torturarme pensándolo tanto. Pero me mataba la idea de tener familia. Llegué a casa y sentí un remolino, interior. Había un gato muerto en la perilla de la puerta de entrada, me daba un asco total si quiera tocarlo. ¿Como entraba? Eran casi las seis de la tarde, donde Cass llegara y encontrara esto, estaría pérdida. Tendría que confesarle todo. Me percate del papel que colgaba en la perilla, con cuidado de no tocar al pobre animal muerto. La tomé. ¡Mi querida, Sam! Sí que eres necia y terca. ¿Por qué sigues hurgando donde no te corresponde? Me estás haciendo enfadar...¿y no quieres que eso pase, ve