—Detente. —¿Eso quieres? —aquellos ojos que la miraban, también la doblegaron. —Detente —esta vez fue firme y Jareth no pudo hacer más. —Debo irme a mi habitación, lamento todo esto. —Yo no —el hombre se quedó estático frente a la puerta de aquella lujosa habitación de hotel—. Yo no lamento nada de esto, pero no significa que debo dejar que pase, solo por cumplirle el deseo a mi cuerpo. —Entiendo. —Gracias. Jareth salía de aquella habitación, con dos problemas muy grandes, una erección que le dolía y miles de pensamientos que atacaban su mente. Que significaba aquello que acababa de decir Lisbeth, era la segunda noche entre aquel pent house de hotel con 3 habitaciones y cada segundo que respiraba junto a ella, el aire se hacía más pesado para él y más difícil poder contenerse an