Prólogo
Leo Fuller se sentó en su escritorio y tiró de su cabello.
—Esto no puede estar bien— se repetía a sí mismo mientras miraba los números en su pantalla.
De ninguna manera su abuelo estaba robando su propia empresa, robando a las personas que lo ayudaron a construir este imperio. Volvió a comprobar los números, pero seguía saliendo igual cada vez. Había estado despierto toda la noche revisando esta información, pero seguía siendo lo mismo.
—Leo, ¿has estado despierto toda la noche frente a esa computadora? Estarás muerto cuando vayas a la oficina— dijo su ama de llaves, Heidi, mientras entraba a la oficina de su casa con un plato de comida.
Él se recostó en su silla y se pasó los dedos por el cabello.
—Heidi, estuve mirando los números de la compañía y Manuel me llamó la atención de que alguien había estado malversando dinero en una cuenta en el extranjero— le dice sabiendo que podía confiarle esta información.
—¿Quien?— preguntó acercándose a su lado ahora. Leo señala la pantalla y ella jadea con incredulidad— Edmund nunca robaría de su propia empresa— dijo.
Leo estuvo de acuerdo con ella pero no cambió lo que estaba viendo.
—Tengo que ir a hablar con él— dijo levantándose de su escritorio y saliendo de su oficina. Heidi lo siguió mientras caminaba a través de su penthouse hacia su dormitorio
—¿Qué le vas a decir? No puedes acercarte a él mientras estás así de enojado, está enfermo y…
Leo dejó de caminar y se dio la vuelta para mirarla.
—¿No crees que sé que está enfermo? Pero eso no cambia el hecho de que parece que ha estado robando a nuestros inversores a ciegas. ¡Si esto sale a la luz, podría significar el fin de Fuller Enterprises!— le gritó, haciéndola estremecerse. Ella respiró irritada y se alejó. Leo se duchó rápidamente y se vistió con un traje gris.
Cuando salió de su habitación, pudo escuchar las conversaciones y risas de su mejor amigo y guardaespaldas personal Daniel hablando con Heidi en la cocina. En el momento en que entró en la habitación, dejaron de reír y lo miraron.
—Por favor, no me dejen arruinar su mañana— dijo Leo acercándose a la cafetera y sirviéndose una taza de café.
—Leito, no te arrugues las bragas. ¿Estás listo para salir?— Daniel le preguntó y él prácticamente gruñó ante el apodo que este le dio.
Antes de que pudiera responder, fue interrumpido por la voz más sensual que jamás había escuchado diciendo:
—¡Buenos días, Chicago!
Se volvió hacia la televisión y vio que Heidi estaba viendo su programa de noticias matutino favorito.
—Oye, esa no es la misma señora de ayer— dijo Heidi subiendo el volumen de la televisión.
—Bien, creo que ella se ve mejor de todos modos— dijo Daniel y Heidi se rió y estuvo de acuerdo con él.
Leo realmente no los estaba escuchando mientras observaba a la mujer. Su cabello color caoba y su rostro en forma de corazón se grabaron en su cerebro y recordó haber visto su rostro antes, pero no pudo ubicar dónde lo había visto. Su voz le hizo algo en su sistema y no le gustó.
—Chicago, esta hermosa mujer a mi lado es Alexa y ella reemplazará a Luisa hoy. Alexa, es genial tener una cara fresca por aquí. ¿Nerviosa?— preguntó el coanfitrión Newton. Alexa sonrió, revolviendo algo en el pecho y el estómago de Leo.
—Daniel, vámonos. No tenemos tiempo para ver esta mierda— ladró mientras salía de la cocina. Escuchó a Daniel despedirse de Heidi y agradecerle por el desayuno.
Cuando lograron salir, Leo fue bombardeado por la prensa. Por esta razón tuvo que conducir a la casa de su abuelo en lugar de caminar, a pesar de que estaba a sólo cinco minutos.
—Leo, ¿cómo está tu abuelo?
—¿Leo está recibiendo quimioterapia?
—Leo, ¿es cierto el rumor sobre el desfalco?— preguntó otro.
La cabeza de Leo giró tan rápido que casi se le cae de los hombros.
—¿Qué demonios acabas de decir?— él se burló.
Daniel trató de subirlo al auto mientras el reportero le sonreía, nunca respondiendo la pregunta de Leo. Él subió al auto más enojado ahora que antes. Daniel se deslizó detrás de él.
—¡Zack conduce!— Daniel le gritó al conductor, quien rápidamente arrancó.
Leo no dijo nada más que decirle a su chofer que quería ir a ver a su abuelo antes de ir a la oficina. Cuando llegaron a la casa de su abuelo, Daniel acompañó a Leo adentro.
—Leo, no dejes que los reporteros te atrapen
—Daniel, él sabía sobre la malversación de fondos, lo que significa que alguien filtró la información
Daniel fue a responder pero fue interrumpido por la suave voz de la madre de Leo.
—Cariño, cuida tu lenguaje— dijo acercándose a los dos. Primero abrazó a su hijo y luego a Daniel.
—Lo siento mamá, me sorprende verte aquí.
—No sé por qué, él es mi padre. Seguramente debería estar aquí en su momento de necesidad— le dice entrelazando su brazo con el de él mientras comienzan a caminar hacia la habitación de su abuelo— Ahora, ¿qué es esto que escucho sobre malversación de fondos?— le preguntó y él respiró hondo y comenzó a contarle a su madre la poca información que sabía.
—Tu abuelo nunca haría algo así. Trabajó duro para construir esta empresa— dijo enojada
—Lo sé, por eso necesito hablar con él, algo no está bien en esto— le dice y ella respira hondo.
—Esperaba que vinieras hoy, así que entra— le dijo. Leo la besó en la mejilla y luego entró en la habitación de su abuelo.
—Leo, muchacho, parecías enojado— dijo Edmund mirando a su nieto cuando entró en la habitación. Él se acercó y se sentó en la silla junto a la cama. Él le cuenta lo que descubrió y Edmund se sorprende más allá de lo creíble.
—Alguien está tratando de incriminarme y destruir nuestro legado. ¡Cuando descubra quién es, lo arruinaré!— Edmund gritó provocando fuego en su pecho y que le entrara un ataque de tos. Leo rápidamente le agarró a su abuelo un vaso de agua. Edmund negó con la cabeza, pero él le obligó a tomar la taza de nuevo. Edmund tomó un trago rápido y luego miró a Leo— ¿Quién llamó tu atención sobre esto?
—Manuel
—Todos los que tienen acceso a las finanzas de la compañía están atentos, Leo, todos. Me crees cuando digo que no hice esto¿Verdad?— Edmund preguntó necesitando saber que su nieto estaba de su lado.
—Por supuesto, abuelo— respondió honestamente. Edmund comenzó a frotarse un lugar en su pecho sintiendo fuego allí nuevamente, luego sintió un entumecimiento en su brazo.
—Leo, cuando yo muera esta compañía será tuya. Así que quienquiera que me esté robando a mí te está robando a ti. Encuéntralo y acaba con él
—Sí señor
Edmund comenzó otro ataque de tos y tenía problemas para respirar, pero rechazó el vaso de agua que Leo estaba tratando de darle.
—Puedes confiar en Manuel y Paul, pero no hables con nadie más sobre esto— le dice Edmund.
Leo pensó en contarle sobre el reportero, pero decidió que no sería una buena idea porque solo molestaría más a su abuelo.
En ese momento su madre entró corriendo a la habitación y encendió la televisión. Leo respiró hondo al ver a la mujer con cabello caoba y la voz sensual de nuevo. Fue como si el corazón le subiera a la garganta. No estaba seguro de lo que estaba a punto de decir, pero notó la forma en que se congeló cuando su co-anfitrión a su lado dijo:
"Es posible que Edmund Fuller no sea el hombre de oro que todos pensábamos que era. Una fuente de Fuller Enterprises nos informó que ha estado robando a ciegas a su propia compañía, así como a los cientos de inversionistas que esta posee. El Sr. Fuller o su nieto Leo Fuller no han hablado sobre estas acusaciones. Más a las doce"
La nariz de Leo se ensanchó y su pecho estaba en llamas. Su madre apagó la televisión y luego miró a su padre e hijo y vio que la ira los desgarraba a ambos. Edmund fue a hablar y empezó a toser de nuevo pero esta se sentía áspera y sonaba diferente. Leo saltó y ella corrió a su lado.
—Papá mírame, ¿quieres que llame a Hugo?— ella preguntó y Edmund negó con la cabeza. Sabía que se estaba muriendo. Luego agarró el brazo de Leo y trató de decir algo, pero la tos no se detenía.
—Abuelo, no te preocupes por eso, yo lo arreglaré— le dijo Leo tratando de calmar a su abuelo. Pero siguió tosiendo hasta que la sangre brotó de su boca.
—¡Oh Dios, voy a llamar a Hugo!— Dijo Catia saliendo corriendo de la habitación.
Leo fue a caminar y le consiguió a su abuelo algo para limpiarse la boca, pero el anciano lo agarró con más fuerza del brazo.
—L-leo no dejes e-este control...— comenzó a toser de nuevo y luego se agarró el pecho. La mandíbula de Leo se tensó.
—Abuelo, espera, mamá está llamando a papá en este momento— le dijo Leo sintiéndose como un niño otra vez porque sabía que estaba viendo morir a su abuelo frente a su cara.
—No te pierdas en este imperio, Leo— dijo Edmund mientras su pecho se contraía. Se dejó caer sobre las almohadas y deseó haber pasado más tiempo con su familia en lugar de estar siempre preocupado por la compañía que lo estaba matando lentamente.
El pecho de Leo latía con fuerza cuando su madre volvió corriendo a la habitación.
—Hugo está en camino, él...— Catia dejó de hablar y las lágrimas con las que estaba luchando comenzaron a deslizarse por su rostro.
Leo sintió que el agarre de su abuelo se debilitaba y tomó su mano entre las suyas, quería saber en qué mundo cruel un hombre lucharía un año para vencer al cáncer para simplemente dar la vuelta y perder por un ataque al corazón. Él no notó las lágrimas en sus ojos hasta que las sintió en sus mejillas y gotearon de su barbilla.
Para cuando Hugo llegó, se dio cuenta por las miradas en el rostro de su hijo y su esposa que su suegro había muerto. Consiguieron que trasladaran a Edmund a la morgue y Catia se encargó de responder las preguntas del patólogo.
Leo se pasó los dedos por el cabello.
—Tengo que anunciar esto a la prensa antes de que se sepa de otra manera— dijo y Catia asintió con la cabeza en comprensión.
—Llamé a tus hermanas. Emma está en el primer vuelo a casa y Brina estará aquí por la mañana— dijo Hugo con la mano apoyada en el hombro de su hijo.
Leo asintió con la cabeza y se alejó. Daniel lo siguió de cerca en silencio porque sabía que su mejor amigo necesitaba el silencio más que nada. Cuando llegaron fuera del edificio Fuller, él no se sorprendió de ver otra reunión de prensa.
—Leo quédate cerca y mantén la cabeza baja— le dijo Daniel y él asintió con la cabeza. Se bajaron del auto y la prensa enloqueció. Él ignoró a la prensa hasta que escuchó a un reportero gritar: "¡Edmund Fuller es una serpiente que merece una muerte horrible!".
Leo se movió más rápido de lo que Daniel pudo atraparlo y le dio un puñetazo en la cara al reportero. Las cámaras se volvieron locas y Daniel lo llevó al edificio.
—¡Maldita sea, Leo! ¡Sabes que ahora te va a demandar!— le gritó mientras lo seguía a los ascensores.
—Me importa una mierda. Acabemos con esto de una vez— ladró Leo, dirigiéndose al último piso para hacer los arreglos para una conferencia de prensa.