Al día siguiente dos empleados llegaron a la habitación de Anna cargados de bolsas que contenían zapatillas de todos los estilos y colores. La morocha sonrió al ver a los pequeños entrar en su habitación y comenzar a revolver entre las bolsas. — Espero que sean más útiles que tus tacos — La voz de Didier hizo callar a los tres. Es que cuando él ingresaba a una habitación parecía ocupar absolutamente todo el espacio, parecía que el aire se hacía más espeso y su mirada se convertía en un yunque para cualquiera que estuviera allí. — Gracias — respondió Anna aunque no parecía demasiado entusiasmada por tantos regalos. — Yo le dije — dijo Pierre quien se sentía orgullosos de su acto —. Es muy imbécil si… — La mirada de Anna lo hizo corregirse —. Es muy poco inteligente pensar que ibas a anda