En la noche del sábado se dispusieron a cenar los cuatro juntos en la mesa que se encontraba a la izquierda del salón, antes de acceder a las escaleras. Generalmente comían en la cocina, pero ese día se decidió hacerlo de otra forma. Didier destapó uno de sus mejores vinos y la cocinera sirvió un platillo delicioso para los cuatro comensales. Pierre y Charlotte comentaban animadamente sobre las actividades que les esperaban en la escuela la semana siguiente mientras que Anna los escuchaba con una sincera sonrisa. No tardaron en terminar de comer y los niños debieron subir a sus cuartos. En el comedor quedaron los dos adultos, terminando de beber aquel exquisito vino francés. —Realmente esos niños te adoran — La voz grave del rubio rompió el silencio en el que se habían sumergido. Sucedía