Capitulo 1: Sombras y Supresores

1257 Words
Mara se despertó al amanecer, como lo hacía todos los días. La luz del sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas de su pequeño apartamento en las afueras de la ciudad. Suspiró y se levantó de la cama, estirando los músculos entumecidos por el sueño. Su vida como Omega recesiva no era fácil, especialmente en una sociedad donde los Alfas dominaban y los Betas mantenían un equilibrio precario entre los dos extremos. La sociedad de élites Alfa imponía normas estrictas sobre el comportamiento de los Omegas. La mayoría de los Omegas eran fértiles y deseados, pero aquellos como Mara, recesivos, eran vistos como débiles y menos valiosos. Desde muy joven, había aprendido a esconder su naturaleza, a suprimir sus ciclos de calor con medicamentos y a evitar cualquier situación que pudiera exponer su vulnerabilidad. Se dirigió al baño y miró su reflejo en el espejo. Sus ojos, de un marrón suave, mostraban una determinación que había cultivado a lo largo de los años. Su cabello, castaño oscuro y ondulado, caía en cascada por sus hombros. Su piel clara y sus rasgos delicados le daban una apariencia frágil, aunque su espíritu era fuerte. Abrió el botiquín y sacó una caja de pastillas. Los supresores eran caros y difíciles de conseguir, pero eran su única protección contra un mundo que no estaba hecho para alguien como ella. Tomó una de las píldoras y la tragó con un sorbo de agua, asegurándose de que nada se escapara a su control. Después de prepararse para el día, se dirigió al trabajo. Mara trabajaba como asistente en una pequeña librería en el centro de la ciudad. El dueño, el señor García, era un Beta amable que no hacía demasiadas preguntas sobre su vida personal. Para Mara, la librería era un refugio, un lugar donde podía perderse entre los libros y olvidar, aunque fuera por unas horas, la presión constante de su existencia. La campanilla sobre la puerta sonó cuando entró, y el señor García le sonrió desde detrás del mostrador. —Buenos días, Mara —saludó—. ¿Cómo te encuentras hoy? —Bien, gracias, señor García —respondió ella con una sonrisa tímida—. Lista para empezar el día. La mañana transcurrió tranquila, con pocos clientes. Mara aprovechó para organizar las estanterías y leer un poco entre tareas. Su mente, sin embargo, no podía dejar de divagar sobre su situación. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar la realidad de su condición de Omega recesiva, pero por ahora, prefería mantener la ilusión de normalidad. Al mediodía, cuando la librería solía estar más vacía, se tomó un descanso y salió a tomar un poco de aire fresco. Caminó hasta un pequeño parque cercano y se sentó en un banco, disfrutando del sol en su rostro. Sus pensamientos se volvieron hacia los Alfas, esa élite dominante que controlaba casi todos los aspectos de la sociedad. Recordó historias de Omegas que habían sido forzados a unirse con Alfas poderosos, perdiendo toda su autonomía en el proceso. Mara había hecho todo lo posible por mantenerse alejada de ellos, pero sabía que su suerte podría cambiar en cualquier momento. Los Alfas eran implacables, y si uno de ellos descubriera su verdadera naturaleza, su vida podría convertirse en una pesadilla. De regreso en la librería, la tarde transcurrió sin incidentes. Cuando finalmente llegó la hora de cerrar, Mara se despidió del señor García y se dirigió hacia su apartamento. Pero a medida que caminaba por las calles de la ciudad, una sensación extraña comenzó a invadir su cuerpo. Su corazón empezó a latir con fuerza y su piel se volvió sensible al más leve roce. Se detuvo en seco, el pánico apoderándose de ella al comprender lo que estaba sucediendo: estaba entrando en celo. Miró a su alrededor, buscando desesperadamente un lugar donde refugiarse, pero las calles estaban demasiado concurridas. Intentó recordar si había tomado su dosis de supresores correctamente, pero su mente era un torbellino. Comenzó a caminar más rápido, casi corriendo, esperando llegar a su apartamento antes de que fuera demasiado tarde. Fue entonces cuando se dio cuenta de que un grupo de Alfas recesivos la estaba siguiendo. Ellos también habían captado su aroma y se acercaban con una sonrisa depredadora en sus rostros. El miedo se apoderó de Mara mientras aceleraba el paso, pero sus piernas empezaban a fallarle por el intenso calor que la consumía. —Mira lo que tenemos aquí —dijo uno de los Alfas, acercándose peligrosamente—. Una Omega en celo. ¿Por qué no vienes con nosotros, linda? Antes de que pudieran tocarla, una figura alta y poderosa apareció de la nada, interponiéndose entre Mara y los Alfas. Era un hombre alto, de más de un metro noventa, con una presencia imponente que solo podía significar una cosa: era un Alfa de clase alta. Su cabello n***o estaba cortado de manera elegante, y su mandíbula fuerte le daba un aspecto autoritario. Vestía un traje oscuro que realzaba su figura musculosa y atlética. —Aléjense de ella —dijo el Alfa con una voz profunda y amenazante—. Ahora. Los Alfas de clase baja retrocedieron de inmediato, reconociendo la autoridad en la voz del recién llegado. Murmurando entre dientes, se alejaron a regañadientes, dejando a Mara temblando de alivio y miedo. —¿Estás bien? —preguntó el Alfa, su voz ahora suave y preocupada. Mara intentó responder, pero las palabras se le atragantaron en la garganta. Su cuerpo estaba ardiendo, y la cercanía del Alfa no hacía más que intensificar sus sensaciones. Él frunció el ceño, aparentemente captando el aroma que emanaba de ella. —Eres una Omega —dijo, más como una afirmación que como una pregunta. Mara asintió débilmente, sabiendo que no podía ocultar la verdad en su estado actual. El Alfa la miró con una mezcla de preocupación y algo más, algo que hizo que su corazón latiera aún más rápido. —Soy Damián —dijo, tomando suavemente su brazo—. Necesitas ayuda, y yo puedo dártela. Mara sintió una oleada de alivio y terror al mismo tiempo. No tenía otra opción; debía confiar en él. Damián la guió hasta su auto, un vehículo n***o y lujoso que parecía acorde con su estatus. La ayudó a entrar y cerró la puerta suavemente antes de rodear el coche y subirse al asiento del conductor. —Voy a llevarte al hospital —dijo Damián mientras encendía el motor. Mara, con una voz temblorosa y luchando contra el calor, contestó: —No, no es necesario. No quiero ir al hospital. Damián la miró sorprendido, sin entender del todo su rechazo. Luego le preguntó: —¿Dónde vives? Puedo llevarte a casa. Mara intentó responder, pero el calor que la consumía hacía que sus pensamientos fueran confusos y sus palabras incompletas. Simplemente no podía formar una respuesta coherente. —Está bien —dijo finalmente Damián—. Te llevaré a mi apartamento hasta que te estabilices. Condujo rápidamente, las calles de la ciudad pasaban borrosas a medida que Mara luchaba por mantener la conciencia. Finalmente, llegaron a un edificio alto y moderno en una zona exclusiva de la ciudad. Damián aparcó y salió del coche, rodeando para ayudar a Mara a salir. Esa noche, en el lujoso apartamento de Damián, Mara experimentó la intensidad de su ciclo de calor en los brazos del Alfa que la había rescatado. La pasión y la conexión entre ellos eran innegables, pero en el fondo de su mente, Mara sabía que esto cambiaría su vida para siempre.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD