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Y ¿Si fuera ella?

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Blurb

¿Puede el verdadero amor reconocerse aun a través de los disfraces?

Denzel Pritzker y Iara Jhons, envueltos en una pasión desmedida que los llevará al límite, serán victimas colaterales de un homicidio.

Ella, al principio por salvarse, y luego por salvar a lo único puro que la vida le ha dado, su hijo, se ve obligada a cambiar de identidad (Alice Lauder) y su apariencia física.

Como si estuvieran destinados, se reencuentran años después, él sin sospechar quien es ella, mientras que ella temerosa de ser descubierta, aunque busca la manera de alejarlo, le es imposible, ya que Denzel ciego de deseo por la millonaria Alice Lauder se obsesiona al punto de perseguirla, tal cual hizo con Iara Jhons, la pequeña mujer que lo cautivó años atrás y que no ha podido olvidar.

El deseo que siente por Alice, lo hace recordar a Iara, la mujer por la que ha guardado un silente deseo-odio inexplicable, tan fuerte es lo que siente que el subconsciente lo traiciona al punto de sorprenderlo preguntándole al viento y al espejo: Y ¿Si fuera ella?

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A las rocas, pequeña
—Isaac, ¿Qué pretendes hacer? —Le pregunto a mi hermano menor al ver que toma tres frascos de la encimera de la cocina. Esos recién los acabo de traer del coctel en el que trabajé hoy. Acepté que la dueña de la casa me los diera porque no tenemos comida, pienso cambiarlo en la tienda de la localidad por algunos víveres. Isaac, pese a tener veinte años, es un ser inservible, un vicioso, llevado por sus dizques amigos se dejó arrastrar en el vicio de los estupefacientes. Al comienzo intenté ayudarlo a luchar en contra de este enemigo silente, no pude, me ganó y por sobre todo le ganó a él que no tuvo ni ha querido tener fuerza de voluntad para salir de esa pesadilla. Soy Iara Jhons, tengo veinticuatro años, físicamente no soy una mujer considerada a ser candidata a participar en un concurso de belleza, pero no me considero menos que ninguna otra mujer. Estimo que cada quien, a su manera, nació privilegiado. Soy de talla baja, una condición que a quienes la padecemos nos hace objeto de discriminación, sin embargo, no es algo que a mí me haya afectado. Mi situación de vida no me permite caer en depresión por algo tan banal como el aspecto físico. Priorizando mis necesidades he estimado que el físico no es determinante para yo sobrevivir. En apariencia mi gran virtud es parecer una especie con una belleza rara, diría mi amiga Zanny, diferente, en medio de tanta perfección que he visto a mi paso en los lugares donde trabajo y también aquí en toda la mierda que me rodea en mi mundo real. Vivo en los suburbios, en Venezuela, en compañía de mis dos hermanos. Nuestra madre falleció cuando yo tenía diecisiete años de edad, para ese entonces Isaac contaba con quince años de edad, mientras que Isec, mi hermano mayor contaba con veinte años. No éramos la familia perfecta, pues con un padre ausente, y una madre que pasaba más tiempo trabajando que pendiente de nosotros, estábamos lejos de serlo. Como siempre he adorado a mis hermanos, aun siendo tan joven quise llenar esos espacios que nuestra madre dejaba vacíos, no sé si por apatía o real cansancio, de tanto luchar (como siempre me lo decía) en su intento de darnos una mejor vida. Tanta fue su ausencia, antes de fallecer, que Isaac fue el primer perjudicado, el fue el reflejo de lo mal que comenzaba a marchar nuestra familia, que pese a no contar con una figura paterna, hasta ese entonces había marchado más o menos bien. Los amigos lo arrastraron a un mundo del que no ha podido salir; Isec pese a ser mayor, pensaba yo que era el que tenía más madurez entre los tres, logró decepcionarme, terminó metido en negocios turbios cuando conoció a una chica de la alta sociedad. Y eso que dicen que solo nosotros los que vivimos de este lado de la ciudad somos la mala hierba. Yo trabajo para una agencia de catering que ofrece servicios a clientes exclusivos. Con el apoyo de Zanny, hice varios cursos que tienen que ver con la elaboración de pasabocas, dulces y platos exóticos, además de bebidas. No terminé la secundaria porque simplemente al fallecer nuestra madre no tenía para pagar la colegiatura ni cubrir el resto de los gastos. De no ser por Zanny no creo haber logrado sobrevivir en este mundo tan podrido que me rodea. Un mundo que me ha obligado a vivir en una lucha diaria. A veces me siento agotada, sin ganas de continuar. El deseo de dejarme llevar por toda la porquería que me rodea me ha acompañado estos últimos días. Mi vida se ha resumido en trabajar en horarios rotativos, llegar a casa con lo poco que me pagan y discutir con Isaac porque todo, absolutamente todo lo que tenga valor en casa se lo lleva y lo cambia para satisfacer su vicio. Hoy precisamente es uno de esos días. Siento no poder más. A Isec solo lo vemos de vez en cuando. Anda con esa chica, la que lo llevó a la mala vida, él solo nos busca cuando necesita esconderse de alguien; de resto, Isaac y yo para él no contamos. —¡No ves! —Me grita Isaac al tiempo que me empuja para quitarme de su camino. —Isaac no tenemos nada de comer, eso lo traje precisamente para cambiarlo por un poco de comida —Le explico mostrando algo de paciencia. —Ve a ver con que otra cosa más resuelves, esto lo necesito —Me contesta con desparpajo. Es evidente que nada le importa más que ese horrendo vicio que no le deja ver la realidad que nos rodea, y más a él. Así sin más, salió de la casa llevándose los tres frascos contentivos de entremeses que sobraron. No fueron tocadas y por eso la señora me los obsequió. Ofuscada, decidí irme a dar una ducha y acostarme. Ya mañana es otro día y veré como resuelvo. No es la primera vez que Isaac me hace esto. Con suerte logré comer algo entre los descansos, sino mi suerte esta noche seria otra. Dejando que la lluvia de la regadera azote mi cabeza, no hago sino pedir a un Dios que en realidad no sé si existe, me ayude a ver un camino distinto de la miserable vida que he venido llevando. Media hora duré allí y al sentir que mis dedos comenzaban a entumecerse decidí salir. Sequé mi cuerpo y luego me puse un conjunto de algodón que tuvo mejor apariencia en un tiempo. Tanta es mi desgracia que no sé lo que es comprar ropa, mucho menos un pijama bonito y cómodo porque simplemente el dinero no alcanza y si lo comprara Isaac al darse cuenta va y lo desaparece. —Iara, ¿Qué haces durmiendo tan temprano? —Me pregunta Zanny al otro lado de la línea. Aparto el teléfono de mi oído para ver la hora. Sé que es bastante tarde, pues el coctel terminó a las diez de la noche. —Descansar, lo que hacen las personas normales luego de largas horas de trabajo y de pie —Le digo de mala gana y torciendo los ojos. Ya me encuentro acostada en mi cama. Siento dolor en las piernas por el ir y venir de toda la tarde. —Pareces una viejita —Se queja Zanny—. Vístete, en quince minutos llego por ti. Me salió un trabajo en un club, nos está faltando una anfitriona, tú eres perfecta, sabes preparar de todo. —Zan, de verdad, estoy agotada. Me duelen las piernas. ¿Qué crees tu que soy? Demasiado hago con este tamañito que Dios me dio —Me quejo en forma dramática. —No sigas, que bien sabes que tu repertorio de manipulación no surte efecto en mí. Más bien agradece que tienes a una estupenda amiga que está ahí para sacarte de ese drama eterno —Aduce Zanny en medio de sonrisas—. Ya paso por ti. Zanny dentro de todo siempre busca la forma de que yo esté bien. Ella proviene de una familia de clase media que en medio de la crisis económica del país, ha sobrevivido trabajando. La situación de ella sigue siendo distinta a la mía, ella trabaja no porque lo necesite, sino por no recargar a sus padres de responsabilidades, y en el proceso me ayuda cada vez que puede, que es casi todas las veces. Ella es ese ángel que todos estamos destinados a tener. Con pesadez en el cuerpo, abandoné mi cama y fui directo al armario a sacar un jean, una blusa más o menos decente y unos zapatos deportivos. Si es en un club nocturno, por lo bajo de las luces ni cuenta se darán que tipo de zapatos uso y la ropa será cubierta por el delantal que normalmente usamos en esos eventos. En lo que si me toca poner un poco de esmero es en el arreglo de mi cabello y mi rostro. En eso detuve la mayor parte del escaso tiempo que Zanny me dio para arreglarme. —¿Dónde se supone que es el servicio? —Le pregunto sentada en el asiento del copiloto del carro de Zanny. —¿En dónde más? No sé por qué siempre preguntas lo que sabes —Me responde con ironía—. En el este, amiga, para esos lados es que trabajamos, a los estúpidos que se creen los snobs de la ciudad. —No es que se crean Zan, vamos a tener claro, son los millonarios y nosotras las empleadas de ellos —Le aclaro en tranquilidad. —Ay, ya. ¿Cómo te fue en el coctel? —Me pregunta con la mirada al frente. Son las once de la noche. Tarde para llegar a un festejo, pero conociendo a Zanny esa ya se las habrá ingeniado para justificar la llegada a esta hora de la noche. —Bien, aunque hubo mucho movimiento durante toda la tarde. Por eso estoy agotada, hubiera dado todo por dormir esta noche —Le digo torciendo los labios mientras miro por la ventana de mi lado. —Ya mañana dormirás, es domingo y podrás descansar —Me recuerda—. Es más, te invito a quedarte en mi casa. Así no tendrás que cocinar ni hacer nada, solo llegas te duchas y te tiras en mi cama hasta la hora que quieras. Ya sabes que mis padres te adoran. —Me vendría bien —Respondo haciendo un puchero. —¿Ahora qué pasó? —Me pregunta Zanny. Ella ya conoce mis gestos y algunas actitudes. Es de las que se da cuenta en seguida cuando algo no marcha bien. —No tengo nada en casa para comer, todo, absolutamente todo Isaac lo desaparece. Ya no sé que hacer amiga, siento que caeré en la desesperación —Le confieso. —Vete de casa y veras como cambia tu vida —Propone en tranquilidad, —No puedo hacer eso, además no tengo a donde ir, Isaac e Isec es todo lo que me queda —Le digo en tristeza. —¿Y yo qué? —Me pregunta volteando a observarme. —Ya, hablamos eso luego, olvidemos eso por ahora, enfoquémonos en lo que nos toca en las próximas horas —Le pido—. Cuéntame cuál es el motivo del festejo de esta noche. —Ah, olvidé decirte, es la celebración de un estúpido millonario, habrá de todo y cuando te digo todo es todo, hasta stripper contrataron —La miro de reojo—. No me mires así, la chica que está organizando el festejo insistió en que contratara a uno bueno, es decir con talento moviendo las caderas y que este realmente bueno físicamente, es decir, casi un Dios griego. —¿Y lo conseguiste? —Le pregunto entre risas, sabiendo que esto no es imposible para Zanny, hasta debajo de las piedras es capaz de conseguir un gramo de sal. —¡Vas a preguntar lo evidente! —Responde toda sobrada, haciendo alardes—. Faltabas solamente tú pequeña, y aquí te llevo. Esta noche nos ganaremos un dinero extra además de la comisión fija. Así que no te quejes, vale la pena salir de casa cuando hay tan buenos incentivos. Por lo menos te recreas la vista con ese papacito que amenizara la fiesta. Sonriéndome por las expresiones de Zanny, me recosté en el espaldar para estar cómoda el resto del viaje. Al llegar al club, nos recibieron los guardias de seguridad y nos hicieron pasar por la puerta posterior. Después que Zanny conversó con la chica encargada de organizar la celebración, me fui a la cocina a disponer lo necesario para las bebidas. Parte de la comida estaba lista, por lo que no era necesario mi apoyo allí. Concentrada en la disposición de las bebidas me fui a la barra donde la misma organizadora dispuso que permanecería al mando de los chicos y chicas encargados de distribuir las bebidas entre los invitados. La primera hora pasó rápidamente, no tuve tiempo ni de respirar. Me encontraba preparando unos cocteles que solicitaron de una de las mesas, cuando a mi espalda una voz masculina llamó mi atención aun en medio del ruido que produce lo alto de la música. —¿Quién me sirve un trago de whisky, por favor? —Escucho detrás de mí. Conmigo hay dos chicas, encargadas de servir bebidas básicas, un trago de whisky entra en esa categoría; por lo que, no me inmuté y continúe de espalda preparando la bandeja con las copas del coctel. —Señorita ¿Podría usted servirme? —Escucho pregunta la voz fuerte y varonil. —Es contigo Iara —Me dice una de las chicas parándose a mí espalda. —¿Conmigo? —Pregunto extrañada mientras que con lentitud doy la vuelta sobre mis pies para quedar de frente a un hombre extremadamente alto, parado al otro lado de la barra. Mi corazón y mis ojos hicieron un ¡Wow! Al mismo tiempo, sentí dolor en los pliegues de mis ojos y en el pecho de lo fuerte de la impresión que me llevé. Hasta podría decir que una especie de mareo, leve, me sacudió por momentos. —Sí, usted —Responde el moreno alto de ojos grises brillantes mirándome fijamente y de una manera que me alteró los nervios. —Pe…, pero la chica puede atenderlo, yo me encuentro algo ocupada —Me excuso con pena. —No tengo apuro, puedo esperar el tiempo que a usted le tome terminar con lo que viene haciendo —Responde en tranquilidad mirándome al detalle. —Ya va, disculpe —Le respondo apenas reaccioné, entendiendo que no va a desistir de que sea yo quien lo atienda, el efecto de su mirada es embriagador. —Tómese el tiempo que necesite, aquí la espero —Me dice en el mismo tono de voz sin dejar de observarme. Asentí con un movimiento de cabeza, bastante nerviosa giré sobre mis pies para retomar lo que venía haciendo, no sin antes verlo tomar asiento en las butacas dispuestas al frente de la barra, y en dirección a mí. —Cómo que se compuso la noche —Me comenta en voz baja la chica que me avisó—. Si él no es el stripper tiene todo para serlo. Sonriéndose se alejó con la bandeja que le acabo de entregar. Yo, al no poder prolongar más la atención que está esperando el desconocido le dé, giré sobre mis pies en dirección al lugar donde están los vasos, tomé uno y volteé a mirarlo. —¿Puro o a las rocas? —Le pregunto titubeante. Lo encontré con los brazos sobre la barra y sobre una de sus manos descansa su mentón mientras observa con atención mis movimientos. —Sí viene contigo, créeme que sería el trago más exquisito —Escucho que me dice poniéndome nerviosa, se dio cuenta de ello y en reacción desplegó una sonrisa que dejó ver lo blanca y perfecta de su dentadura—. A las rocas, pequeña —Me pide curvando los labios y guiñándome el ojo izquierdo. Con algo de torpeza en las manos, dado que están temblorosas, así como el resto de mi cuerpo, le serví el trago, lo llevé hasta la barra con la intención de dejarlo con rapidez sobre la superficie, pero el desconocido fue más ágil. En un solo abrir y cerrar de su mano derecha atrapó mi mano aprisionándola alrededor del vaso. Luego de ello sin darme tiempo a reaccionar, se inclinó sobre la barra y me sorprendió en un beso que jamás hubiera imaginado venir. No duró mucho pero sí lo suficiente como para darme cuenta cuán viva estoy.

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