ALINA Los gritos ahogados de los invitados detrás de nosotros se escucharon con falta de aliento al ver que Mauricio tomó del cuello de la camisa a Leandro para amenazarlo con un puño limpio. No quería un escándalo o una masacre en ese lugar. Lo que me pareció gracioso fue ver que el rostro de Jesucristo, que daba en dirección hacia nosotros, parecía que estaba atento al escándalo y no estaba dispuesto a intervenir en nada porque quería saber si todo eso terminaría en escándalo. — Suéltame maldito idiota. —Leandro parecía que estaba echando espuma por la boca al poder insultarme a su gusto. Se sacudió el cuerpo y Mauricio terminó por liberarlo de su agarre. El orador tiró algunas hojas que traía en las manos, en cuanto al juez, él sabía perfectamente lo que estaba pasando, al tener