Zahir ni siquiera se inmutó con la cachetada que recibió de Ashlyn, se quedó tieso mirándola fijamente.
Ashlyn estaba decepcionada y confundida a la vez, su corazón se sentía destrozado por las pocas palabras que había dicho Zahir; “QUIERO EL DIVORCIO”.
—Solo firma el divorcio Ashlyn— Pronunció una vez más mientras sus manos permanecían dentro de su bolsillo.
—¿Por qué?. Yo pensé que me amabas, que éramos felices pero ahora me pides el divorcio— Decía con lágrimas en sus ojos.
Zahir la miró un segundo más, una chispa de impaciencia cruzando sus ojos oscuros.
—Porque así debe ser. —Su tono era desprovisto de cualquier tipo de ternura o nostalgia—. Ashlyn, ya no hay nada que discutir. Esto es lo único que me interesa de ti ahora. Firma el divorcio, y terminemos con esto.
La incredulidad de Ashlyn se transformó en rabia y dolor. Sintió como si le arrancaran el corazón de golpe.
Y en ese dolor, una duda emergió desde las profundidades de su mente, tan cruel y devastadora como el rechazo de Zahir.
—¿Es por Madison, verdad? —dijo, casi sin aliento. Pronunciar el nombre de aquella mujer era como lanzar sal sobre sus heridas. Miró a Zahir, esperando una negación, una señal de que aún existía una pizca de respeto entre ambos—. ¿Me estás dejando por ella?
Él solo se encogió de hombros, como si la pregunta careciera de importancia. Una sombra burlona asomó en sus labios, pero sus ojos permanecieron fríos, carentes de empatía.
—Lo que está a la vista no necesita espejuelos, Ashlyn.
Fue como si le arrancaran el aire de los pulmones.
Ella lo miró, y aunque todo en su ser clamaba por una explicación más que esa, por una palabra que le diera sentido a tanto dolor, supo que no había nada que pudiera hacer cambiar a Zahir.
Respiró hondo, sintiendo cómo las lágrimas le ardían en los ojos y amenazaban con desbordarse.
—No voy a firmar el divorcio, Zahir. —Sus palabras eran un susurro tembloroso, pero cargado de una fuerza desesperada—. No pienso darte esa satisfacción.
Zahir suspiró al escuchar la negativa de Ashlyn, y sus ojos parecieron oscurecerse un poco más, como si su paciencia se agotara.
—No hagas esto más difícil, Ashlyn —dijo en un tono helado, sin rastro de compasión—. Firma el divorcio. Al final, nos vamos a divorciar, quieras o no.
Ella sintió una mezcla de rabia y desolación ante esas palabras, pero no le dio el gusto de responderle.
Simplemente lo observó, tratando de aferrarse a los últimos fragmentos de su dignidad.
Zahir, aparentemente satisfecho con su silencio, se dio la vuelta y se marchó, para dirigirse a su despacho.
Apenas se quedó sola, Ashlyn sintió un leve mareo que la obligó a sostenerse de la barandilla de la escalera.
Dio un paso y se dejó caer en el primer escalón, incapaz de contener el torrente de emociones.
Las lágrimas corrían libremente, resonando en la quietud de la casa como una cascada imparable.
Era como si todo el dolor, la traición y la desilusión contenida durante todos esos largos minutos hubieran encontrado una salida, y ahora se desbordaban sin límites.
A la mañana siguiente, después de una noche sin descanso, Ashlyn se levantó y se dirigió al comedor antes de marcharse al hospital.
Su mirada se dirigió hacia una empleada de la casa, quien parecía ocupada organizando algunos objetos decorativos en la mesa.
—¿Dónde está… Zahir? —preguntó con voz débil, intentando mantener la calma.
La empleada se detuvo y la miró con algo de sorpresa.
—El señor se marchó anoche, señora, aproximadamente a las once. No mencionó adónde iba —respondió con cautela.
Ashlyn sintió un nuevo nudo en el estómago. Ni siquiera había tenido el decoro de quedarse en casa.
Cerró los ojos un momento, respiró hondo y se dirigió al garaje. Subió a su auto y comenzó a conducir en dirección al hospital, con la mente en blanco y el corazón destrozado.
Las lágrimas brotaban sin cesar mientras se aferraba al volante, sintiendo cómo cada kilómetro la arrastraba más y más lejos de la vida que alguna vez había conocido.
Se sentía desplazada, abandonada por completo, como si de repente ya no tuviera un lugar en su propio hogar.
Finalmente, al llegar al hospital, Ashlyn se estacionó y respiró profundamente, obligándose a calmarse.
Con esfuerzo, se secó las lágrimas y revisó su reflejo en el espejo para asegurarse de que no hubiera señales evidentes de su tristeza.
Sabía que no podía permitir que sus colegas notaran lo rota que estaba por dentro. Respiró hondo y se encaminó hacia dentro del hospital, su semblante controlado, pero casi frío.
Una vez sentada en su escritorio, comenzó a llenar unos formularios médicos, intentando distraerse con el trabajo. La rutina y el silencio del lugar lograron, al menos temporalmente, darle un respiro.
Sin embargo, justo cuando terminaba de completar uno de los formularios, sintió que alguien se acercaba.
Al levantar la vista, vio a una figura inesperada tomando asiento frente a ella. Sus manos se congelaron sobre el papel, y el aire pareció detenerse.
No estaba preparada para enfrentar a nadie, mucho menos a aquella persona.
—¿Cómo puedo ayudarte?— Preguntó Ashlyn tratando de mantener la compostura.
—¿Cuando firmarás el divorcio?— Preguntó finalmente Madison con una sonrisa que la daba como ganadora.
Ashlyn estaba aguantando el deseos de firme muchas cosas, pero estaba en su área de trabajo y debía cuidarlo más que nunca.
—No voy a a hablar contigo las cosas que tengo que hacer con mi esposo— le respondió chocando los dientes de la ira.
Madison se echa un grito de burla y una sonrisa que la hacía ver como la única triunfadora.
—Aunque no quieras firmar el divorcio, tendrás que hacerlo, Zahir me ama y estaremos juntos quieras o no— Replicó en un tono serio.
Madison no esperó respuestas algunas, simplemente se levantó de la silla y se marchó.