SABRINA
Mi vida desde muy niña siempre fue muy difícil, mis padres murieron cuando yo tenía cuatro años y desde entonces me cuido mi abuela, la cual falleció a mis quince años.
Así que me refugio en los brazos de mi novio. Quien yo creía era el amor de mi vida, pero no fue así.
En cuanto descubrió mi embarazo me abandono. Afortunadamente, mi abuela me dejó su casa y algo de dinero con el que pude comenzar mi propio negocio.
Abrí una pequeña cafetería donde trabajaba día y noche para sacar adelante a mi hijo Mauricio.
Mauricio desde muy niño fue muy bien portado, me apoyo, nunca me dio problemas y desde el día de su nacimiento yo me dedique a él y a sacarlo adelante.
Nunca más pensé en un hombre o en volver a enamorarme. Para mí el único hombre en mi vida era Mauricio Rivas mi hijo, el gran amor de mi vida.
Cuando Mauricio comenzó la escuela a los cinco años conoció a Fabio Gonzales su mejor y más grande amigo. Desde entonces no se han separado.
Son como hermanos, terminaron la primaria y secundaria juntos, entraron a una buena universidad y juntos aplicaron para una beca universitaria fuera del país, más específicamente en Londres y gracias a dios obtuvieron esa beca.
Por eso hoy estamos celebrando, mi hijo y su amigo viajan mañana por la noche a Londres. Donde se convertirá en grandes hombres e independientes.
Junto a ellos va Carlos Luis Ramírez a él lo conocieron en la secundaria y nunca más se volvieron a separar y así se convirtieron en los tres mosqueteros nunca nadie los volvió a separar.
—Vamos amiga toma un trago —me insiste Lucia la mamá de Fabio, quien lleva años insistiendo en que aún soy joven y debo de buscar alguien con quien compartir mi vida.
En especial ahora que nuestros hijos se van del país
—Si mamá, toma un trago, te has dedicado toda tu vida a cuidarme y ya es tiempo de que vivías tu vida y disfrutes de ella —la apoyo mi hijo
—Mi amor, sabes que eso no fue ningún sacrificio para mí. Eres mi hijo y te adoro —respondí acariciando su hermoso rostro
—Bueno, por tu hijo adorado, tomate un trago y brinda por la oportunidad que la vida me está dando —mi hijo, el manipulador más guapo del mundo
—Está bien, solo por hoy —respondí, ya que sabía que esos dos no me iban a dejar en paz
Tome el trago que me ofreció mi amiga y después de ese vinieron muchos más bailamos y bebimos como si no existiera un mañana.
No sé en qué momento paso, pero terminé besándome con un hombre al cual por el alcohol que había consumido no podía verle el rostro.
Pero besa como los dioses, aunque no tengo mucho con que comparar hace veinte años que no beso a un hombre además de mi hijo.
Me dejé llevar por este hombre y terminamos en una habitación de un hotel. La noche fue increíble, no pude dormir. Este hombre es un semental, no se cansaba y la verdad sí me encantaba lo que hacía.
Con el papa de mi hijo nunca fue así, el poco tiempo que estuvimos juntos todo fue muy desastroso, supongo que por lo jóvenes que éramos los dos.
Después de una agotadora noche, desperté con un fuerte dolor de cabeza y con todo mi cuerpo, igual de adolorido, estaba cansada.
Pero el sol que entra por la ventana de la habitación me hizo abrir los ojos. En cuanto volteó a ver a mi lado, mis ojos se abrieron muchísimo.
Por poco se salen de su lugar al ver a Fabio Gonzales, el mejor amigo de mi hijo e hijo de mi mejor amiga dormir completo desnudo a mi lado.
Con mucho cuidado salí de la cama, busque mi ropa y salí de esa habitación. Con un poco de suerte, él no recordaría nada de lo que paso anoche.
Al igual que yo no recuerdo en que momento me vine con el hasta este hotel.
Tome un taxi y en cuanto llegue a mi casa agradecí a dios porque mi hijo no estaba, entre a la habitación y fui directamente a la ducha donde permití salir mis lágrimas.
¿Cómo fui capaz de acostarme con ese niño? Yo lo vi crecer, ¿qué demonios me pasó anoche?, no debí tomar.
Después de llorar y reprenderme por mi comportamiento de la noche anterior, terminé de secarme, me coloqué mi pijama y entre a la cama, solamente quería dormir hasta que llegara la hora de llevar a mi hijo al aeropuerto y despedirme de él.
También de sus amigos, yo simplemente esperaba que Fabio no recordara lo que pasó la noche anterior, porque eso me daría mucha vergüenza que él recuerde todo lo que paso sería fatal para mí, mi amistad con su madre y su amistad con mi hijo.