SABRINA
Desperté por los insistentes golpes en mi puerta, sin nada de ánimos di el permiso para que pasara.
—Pasa Mauricio — hablé sabiendo que es el único que tocaría la puerta de mi habitación de esa forma
—Madre hermosa, ya tienes que arreglarte. El vuelo sale en tres horas y debemos estar dos horas antes en el aeropuerto —Mauricio entró a la habitación, luego a mi cama y comenzó a darme besos en las mejillas
—Está bien. Deja que me levante y me dé una larga ducha —respondí para que me dejara en paz.
Además de que quiero evitar hablar un poco con él, porque aún me avergüenza haberme acostado con su mejor amigo
—Bueno Mamita hermosa, te espero abajo con algo de comer, anoche no llegaste a dormir y hoy no has salido de esta habitación, supongo que tuviste una buena noche — insinúa mi hijo y la vergüenza me invade
—Hijo yo — traté de justificarme, pero mi hijo no me dejó terminar de hablar
—Tranquila mami, el vigilante del bar me dijo que saliste muy bien acompañada por un hombre, y de verdad no tienes que darme explicaciones.
Eres mi mamá, pero ante todo también eres una mujer joven. Dedicaste toda tu adolescencia y juventud a mí y a abrir la cafetería, ya es tiempo de que disfrutes tu vida.
Yo siempre te voy a apoyar mamá. Así como tú siempre me apoyas — expreso mi hijo y yo me emocione
—Gracias mi amor, pero no hay nadie en mi vida lo de anoche fue una cosa de tragos que no volverá a pasar —respondí y le di un beso en la mejilla a mi niño grande
—Deberías de darte la oportunidad de conocer el amor nuevamente. Aprovecha que estaré lejos por un tiempo y sal a conocer personas, divierte y sé feliz mamá. No quiero que te quedes esperando a que yo regrese —hablo mi hijo antes de salir de la habitación
Yo suspiré y entre al baño donde estuve un buen rato, pero por más que no quería recordar a mi mente venían recuerdos de la noche anterior con Fabio y mi conciencia me hacía sentir muy mal.
Aunque fue la mejor noche de mi vida, igual sentía vergüenza como voy a ver a mi amiga y a su hijo en el aeropuerto, sin pensar en el perfecto cuerpo de Fabio, sobre el mío y en sus maravillosos besos, sacudí mi cabeza desechando esos pensamientos y salí de la ducha.
En la habitación me vestí como siempre de manera impecable, seque mi cabello, lo peine, use un poco de maquillaje, me coloque unos zapatos de tacón no muy altos, tome mi bolsa y baje al comedor donde mi hijo espera por mí.
Comimos algo delicioso preparado por el y la nostalgia me invadió. Mi niño ya es un hombre el cual sé irá lejos por mucho tiempo y quizás hasta se enamore y en unos años me haga abuela, dios mío como el tiempo pudo pasar tan rápido
—¿Estás bien? Mamá, —pregunta Mauricio
—Si mi niño, es solo que te voy a extrañar —respondí
—Y yo a ti, pero te llamaré cada noche, te lo prometo —Mauricio me abrazo y terminamos de comer
Subimos a mi auto y conduje al aeropuerto donde nos espera mi amiga Lucía, su hijo, junto al otro amigo de los chicos y su familia, los nervios me matan. Solo espero que Fabio no recuerde que tuvimos relaciones la noche anterior.
Al llegar al aeropuerto estaba supernerviosa, Mauricio bajo su maleta y un bolso de mano, caminamos juntos hasta dentro del aeropuerto y ahí estaban todos esperando.
—Amiga, nuestros bebés ya se nos van —mi amiga Lucía conmovida
—Así es amiga, ya son todos unos hombres —Respondí y lo abracé.
La verdad no tengo cara para mirarla a los ojos, me muero de la vergüenza
—Sabrina, cuida de mi mamá, que ella no se meta en problemas, yo sé que usted sabrá apoyarla —me pide Fabio
—No te preocupes, estaré siempre cerca de ella —respondí nerviosa, aunque me tranquilizo un poco porque al parecer él no recuerda nada y eso es lo mejor debemos hacer como que esto nunca paso
Ellos registraron su equipaje e hicieron todo para solamente espera que los llamen para abordar. Cuando se escuchó el llamado mi hijo me abrazo con fuerza.
—Tranquila mamá, te llamaré cada noche y recuerda. Ya es tiempo de que vivas tu vida de feliz, te amo —me dice mi niño, luego me da un fuerte abrazo y mis lágrimas comienzan a salir
—No llores Sabrina, eres muy hermosa para eso, yo lo cuidaré a él y tú a mi mamá —dice Fabio y antes de que pudiera decir algo él me abraza con fuerza, deja un beso en mi mejilla y se aleja junto a mi hijo y su amigo Carlos Luis
—¿Te parece una copa? —pregunta Lucía
—Si yo invito —respondí, necesitaba tomar para olvidar con quién amanecí en aquel hotel, lo bueno de todo es que se fue y ya no tendré que preocuparme por él, ni porque se sepa lo de esa noche.
—¿Enserió? —pregunta sorprendida y es que siempre me niego a tomar
—Sí, lo necesito —respondí y comencé a caminar
Ambas salimos rumbo a un bar donde nos tomamos unas copas, sí, si amiga supiera que no solo necesito los tragos por la partida de mi hijo, sino porque pase la noche con el suyo.
Seguro me mata, pero eso es algo que jamás le diré, lo que pasó en la fiesta de despedida de nuestros hijos nunca nadie lo sabrá, eso quedará solamente en mi memoria, ni muerta confieso que pase la noche con el mejor amigo de mi hijo.