When you visit our website, if you give your consent, we will use cookies to allow us to collect data for aggregated statistics to improve our service and remember your choice for future visits. Cookie Policy & Privacy Policy
Dear Reader, we use the permissions associated with cookies to keep our website running smoothly and to provide you with personalized content that better meets your needs and ensure the best reading experience. At any time, you can change your permissions for the cookie settings below.
If you would like to learn more about our Cookie, you can click on Privacy Policy.
—Perfecto, gracias. Aprovechó para quitarse la corbata y dejarla allí. Desabrochó el primer botón de su camisa y se sintió más libre inmediatamente. La vestimenta de profesor se volvía incómoda por la noche. —¿Puedo? —preguntó, asomándose a la cocina. —Por supuesto. Venga. —Bryce había sacado el pollo de la nevera y lo estaba metiendo en el horno microondas. Ya había preparado la mesa, de vidrio, de esa cocina moderna, y ya había dos licores servidos y dispuestos cerca de los platos. —¡Es usted un rayo! —la felicitó Weintraub—. Ya ha hecho todo. ¿Qué puedo hacer yo ahora? —Usted es ingeniero, ¿verdad? Programe el horno microondas a siete minutos. ¿Cree que lo conseguirá? —preguntó, sonriendo, tomándole el pelo. —Ja, ja. ¡Espero que sí! —le respondió, entrando al trapo. —Muy bien. Mi