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Capítulo XXVI Schultz saludó en alemán al hombre que los esperaba al final de la escalera, y este respondió simplemente con un gesto de la cabeza. Los dos investigadores caminaron detrás de él y, llegados al coche, pusieron su equipaje en el maletero abierto, tras lo cual entraron. El hombre cerró el maletero y se sentó al volante, mientras que el otro se sentó a su lado, en el asiento del copiloto. —Encantado soy Blythe —se presentó este último, girándose y dándoles la mano—. Él es Amherst —dijo, señalando al conductor. Este hizo un leve movimiento de cabeza y siguió conduciendo. Schultz asintió con los brazos cruzados y expresión irónica. Esperaba que hubieran sido dos alemanes y, sin embargo, eran también ingleses. En efecto, en una operación del servicio secreto británico, ¿qué espe