—Colette, solo han pasado tres días desde lo ocurrido con Alessandro… ¿Segura que te sientes bien para hacer un viaje tan largo como ese? —indagó Jolie con preocupación al verme preparar las enormes maletas que llevaría en mi viaje.
Me detuve frente al gran espejo que tenía en mi habitación y acomodé las ondas mi cabello castaño a mis costados. Me coloqué de perfil y observé fijamente mi cuerpo. Realmente Dios había sido muy generoso conmigo con cada parte de mi cuerpo, mi rostro era perfilado y bastante bonito, mis enormes ojos grises lucían bien con mis rizadas pestañas, por lo que, aún no terminaba de comprender el por qué Alessandro había sido capaz de abandonarme.
Jolie se detuvo a mi lado, por lo cual también me detuve a observarla.
—Eres hermosa, Colette. Deberías de tener más confianza en ti misma.
Le sonreí y luego la abracé.
—Jolie, promete que te portarás bien y seguirás con tu carrera de medicina.
—¿Por qué no me dejas trabajar con Sophie? A ti te va bien.
—No quiero eso para ti, hermanita —le aseguré, poniendo mis manos sobre sus hombros—, a pesar de que no parece ser malo, algunas veces tiende a ser difícil, pequeña. Y la verdad, lo que más deseo es verte convertida en toda una doctora.
Jolie puso los ojos en blanco, pero luego asintió. Desde que cumplió los 19 años, había comenzado a insistirme en querer convertirse en una dama de compañía, cosa que le había prohibido completamente. Jolie era una chica demasiado tierna e inocente, por lo que, temía que cualquier imbécil tratara de sobrepasarse con ella. Para ser una dama de compañía, se necesitaba tener mucho carácter, pues se debía de hacer cumplir el contrato a como diera lugar.
—¿Segura que estarás bien, Colette?
—Me hará bien alejarme un tiempo —asentí—, tú más que nadie sabe lo que aún siento por Alessandro, por lo que, cruzármelo en cualquier momento me haría mucho daño.
Y sí que lo haría. Pues si en aquel momento me sentía fuerte, era por el hecho de que siempre me había caracterizado de ser un tanto ruda ante los demás. El único momento de debilidad que mostré ante los demás, fue ante el abandono de Alessandro el día de la “boda” donde me permití llorar e incluso embriagarme, incluso Sophie debió de llevarme hasta la casa y meterme a la cama. Pero, al día siguiente y cuando me recuperé de la resaca, había vuelto a ser aquella dama elegante y respetada en la que me había convertido desde que comencé a trabajar para Sophie.
Dejé salir lentamente la respiración y luego me detuve frente al gran ventanal que daba vista hacia la torre Eiffel.
—Esta vista es lo que más voy a extrañar.
—Y yo que pensaba que era yo lo que más ibas a extrañar —habló Jolie, deteniéndose tras de mí.
Me eché a reír y negué con la cabeza.
—Tú eres lo segundo que está en mi lista, Jolie —bromeé, girándome hacia ella—, sabes que no lo digo en serio, pequeña. Tendremos que acomodarnos a los distintos horarios, para que podamos hablar todos los días.
—Todo estará bien, hermana. Lo solucionaremos.
***
Al ser las 17 horas del día siguiente, me encontraba despidiéndome en el aeropuerto de Sophie y mi hermana, para así tomar el vuelo de aproximadamente nueve horas que me llevaría a Las Bahamas.
En cuanto escuché por los altavoces la orden de abordar, suspiré profundamente y caminé derecha hacia la entrada sin mirar atrás. En el fondo, esperaba que este nuevo trabajo me ayudara a sanar mi corazón y lograr así olvidarme completamente del sujeto que me había humillado en el altar. Deseaba poder comenzar de cero, para que así cuando volviera a Paris, fuese otra vez esa chica fuerte y amante a su trabajo.
Esa mala experiencia con Alessandro me había dejado una gran enseñanza: jamás volvería a permitir que un hombre rompiera mi corazón.
***
Justo cuando bajaba por las escaleras eléctricas del Grand Bahama Airport, mi mirada enfocó a un alto señor con un esmoquin n***o, sosteniendo entre sus manos un rótulo que decía: Colette Simons. Por lo que, en cuanto bajé de las escaleras, caminé directamente hacia él, me sentía agotada, pues pasar nueve horas sentada en un mismo sitio, no ayudaba en nada a mis articulaciones, las cuales se sentían completamente entumecidas.
—Colette Simons —me presenté en cuanto estuve frente a él, estirando una mano hacia él.
—Bienvenida a Las Bahamas, señorita Simons, mi nombre es Francis Richards, y trabajo para el señor Nicolás Clark —respondió el hombre alto y fornido con gran amabilidad—. Espero que su estadía sea placentera.
Le sonreí con los labios apretados y asentí en su dirección. Después le ofrecí una de mis maletas, la cual la tomó enseguida para así comenzar a conducirme hacia la salida del aeropuerto.
—Antes de que lleguemos a la casa del señor Clark, deberá de saber varias cosas, señorita Simons.
—Estaría bien si solo me llama Colette —le pido.
—De acuerdo, Colette —repite el hombre con mucha paciencia—. El señor Clark no sabe que he contratado una dama de compañía para él.
Frunzo el ceño en cuanto escucho aquello, pero a la vez, me mantengo callada para escuchar la explicación.
—Se lo he propuesto antes, pero no ha accedido, pues ha dejado claro en que no es un niño, para necesitar una niñera.
—¿Y cómo se supone que ocultaré mi identidad con él?
—Desde que murieron sus padres, ha estado extremadamente triste, se pasa los días sin siquiera querer tomar una ducha, pasa encerrado en su habitación solo jugando videojuegos, descuidando así la empresa de venta de artículos de tecnología que le fue heredada —explicó, deteniéndose justo cuando llegamos a una hermosa limusina de color n***o, que posiblemente iba a ser nuestro medio de transporte hacia la casa del señorito Nicolás.
Un hombre alto y uniformado elegantemente, me saludó con un movimiento de cabeza, después abrió la puerta para que así pudiese entrar. En cuanto estuvimos ambos acomodados dentro de la limusina, Francis continuó relatando la historia.
—Así que es el motivo por el que le pedí a Sophie el servicio de su mejor dama de compañía, pues además de ayudarle al señor Clark a salir de su depresión, deberá de hacerse cargo de su empresa, hasta que él esté apto para continuar con sus labores.
—¿Acaso el señorito no cuenta con más familia?
—No, señorita Simons. El señor cuenta ahora solo conmigo.
Asentí aún no muy convencida. Sophie me había hablado de la depresión del chico y sobre su encierro. Pero nunca me dijo sobre hacerme cargo de su empresa. Tampoco lo veía como un rato, gracias a mis estudios profesionales en Administración de Empresas.
—Entonces, para el señorito ¿Quién seré?
—Mi sobrina, la cual ha llegado a la isla para ayudarle con sus negocios.
—Me está jodiendo —bromeé, soltando una sonrisa sarcástica—, mi acento dirá otra cosa, no creo que sea tan inocente para engañarlo con eso.
—Eres hija adoptiva de mi hermana, quien se mudó a Francia hace algunos años y adoptó una niña.
—¿En serio su hermana vive en Francia?
Francis negó con la cabeza.
—El señor Clark no tiene por qué saberlo.
Asentí, aceptando sus términos. Pues el contrato había sido firmado con él, y no con el señorito Nicolás.
—Entonces, ¿Cómo debo de llamarlo a usted? ¿Tío Francis?
—No me molestaría en lo absoluto, señorita Simons —sonrió el hombre, mientras nos deteníamos frente a una enorme mansión frente a la playa.
Suspiré profundamente, quedando impresionada ante lo lujoso que se veía ese lugar con la tenue luz de las farolas que llevaban hacia la entrada principal, y me fue inevitable no sentir un ligero movimiento en mi estómago a causa de los nervios. Pues sinceramente, lo último en lo que pensaba era en lo mucho que iba a cambiar mi vida en cuanto entrara a través de las puertas de ese lugar.
***
¡Gracias por darle amor a mi historia desde un principio! Recuerden ayudarme dándole en el corazón, dejándome su comentario y mejor aún, si pueden recomendarme en f*******: :)
Les aseguro que no se arrepentirán de conocer la historia de Colette y Nicolás :)
¡Nos leemos mañana!