Capítulo 3

2115 Words
Mi madre me estaba vendando la mano con demasiada fuerza como ya me temía, no era necesario preguntar para saber que estaba enfadada, por eso no me quejé ni un poco, incluso intente permanecer inmóvil. Mis amigas ya se habían marchado a sus casas, yo debía esperar a que el turno de mi madre terminara. —No podías buscar una silla, un banquito… ¡No!, tenías que saltar —me moví incómoda, escuchando a mi madre refunfuñar. —¡Y con medias! Creo haberte dicho que las baldosas son muy resbaladizas… —, su nombre fue llamado en los altavoces y ella refunfuño de nuevo. —Tu… —llamó a uno de sus estudiantes practicantes y él se acercó incómodo. —Voy a dejar a mi hija en tus manos, espero hagas un buen trabajo —, el asintió muchas veces y no se relajó hasta que ella se fue. —¿Puedes aflojar la venda? —le pedí y él asintió compadeciéndose. —Tu madre es bastante dura —comentó. —Lo sé —dije despreocupada, aunque el pobre si lucía bastante asustado, supongo que al menos yo tenía el amor maternal de mi lado. —Ya está, ten cuidado la próxima vez —di un vistazo al vendaje y luego le di una sonrisa en agradecimiento, el chico era bastante amable. Tuve que esperar por dos horas hasta que mi madre terminara, fui de lado a lado en la sala de espera, sin prestar mucha atención a mi alrededor, simplemente pensando. Sentía que de algún modo todo estaba fuera de control. Obviamente todo se encontraba en mi mente, estaba imaginando cosas. —Mis chicas están listas para ir a casa —Joe saludó mientras salía de su auto, un volkswagen que se negaba a dejar jubilar, nos esperaba fuera del hospital con una sonrisa jovial. Tomó el bolso de mi madre y me fui directo al asiento trasero mientras ellos se besuqueaban, algo que definitivamente no quería ver. Quería que la noche terminara, para finalmente descansar. Tres día pasaron en extrema quietud, la rutina se encargó de hacerme olvidar los sucesos extraños, pero entonces el lunes llegó y sacudió a todo el pueblo. Estábamos en la segunda hora de clase, cuando llamaron a la puerta y el profesor abrió encontrándose con el director, este dió un largo vistazo a toda la clase y luego el profesor salió cerrando la puerta tras de sí. Aún podíamos verlos por las ventanas, contando la de la parte superior de la puerta. La conversación lucía bastante tensa y por sus expresiones era fácil concluir que algo grave había sucedido. —¿Qué crees que este pasando? —me pregunto Emma y yo me encogí de hombros. —Dicen que encontraron un estudiante muerto en la madrugada —escuché un chico susurrar detrás de mí. Muchos nos dimos la vuelta encontrando a Ben leyendo algo en su teléfono, me sentí bastante nerviosa y todos nos miramos asegurándonos de estar completos, pero faltaban tres compañeros de la clase, posiblemente habían enfermado durante el fin de semana. La puerta se abrió sorprendiéndonos a todos, la tensión se había contagiado porque de algún modo ya presentiamos que lo que estaba ocurriendo cambiaría nuestras vidas para siempre. —Chicos, recojan sus cosas y vayan a casa —dijo el profesor con autoridad. —Por favor, vayan directo a casa, sus padres ya deben estar esperandolos —término y se apresuró a marcharse. Todos tomamos nuestras cosas y salimos, fui con Emma y Sara como siempre, hasta que note que había olvidado mi libro de matemáticas. Les dije que no me esperaran y regresé rápidamente. Lo encontré sobre mi pupitre, y también vi a Hiro quien apenas se marchaba. —Adiós —le dije y me miró sorprendido, sin embargo respondió lo mismo. Cuando salía vi al director hablando con varios profesores, no era mi intención acercarme, ellos estaban al lado de mi camino. Fui de forma silenciosa, no queriendo molestar, ni interrumpir su conversación, pero no pude evitar escucharlos. —Dicen que llevaba desaparecida desde ayer por la tarde… —dijo uno de los profesores. —¿Hay algún sospechoso? —pregunto otro. —Era una buena estudiante… ¿qué le diremos a sus compañeros? —la profesora de educación física sonaba bastante triste. Llegue a la entrada sintiendo un vacío en el estómago, algo me decía que sabía de quien hablaban pero no quería aceptarlo. Vi a Hiro caminar con su bicicleta y corrí hacia él. —¿Podemos ir juntos? —mi voz salió un tanto temblorosa, pero logré captar su atención. Corrí hacia él sin darle tiempo de responder, me puse delante de Hiro y aminoré mi paso. Hubo silencio por un momento, solamente supe que me seguía cuando volví a escuchar las ruedas de su bicicleta girar. —No… no sabía que tomaras este camino —lo escuché decir antes de que se pusiera a mi lado, mirándome. —Lo hago a veces —, no, en realidad nunca lo hacía —. Me gusta porque es más concurrido —, lo vi mirar alrededor, señalando que estaba más vacío que el desierto del sahara, me detuve a pensar en ella, ¿qué hay exactamente en un desierto? No hablamos más, él me miraba de vez en cuando para confirmar que realmente estaba allí, o eso me hacía creer. Estábamos rodeados de árboles y miles de hojas sobre el suelo, haciendo notar nuestras pisadas. Llegado cierto punto del camino, pude visualizar un grupo de personas a un lado del caminillo en piedras del gran parque del pueblo, justo por donde caminábamos. Hiro no se detuvo, si lo hubiera hecho o tomado otro camino no habría tenido el valor de acercarme por mi misma. Sabía que Joe estaba allí, pero una parte de mi esperaba que no me viera. Muy a mi pesar, apenas estuvimos lo suficientemente cerca me vió y se acercó de inmediato con el ceño fruncido.  —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, sorprendido. —Yo… decidí tomar un camino diferente —dije rápidamente. —¿El más largo de todos? —preguntó de nuevo, cruzando sus brazos y mirándome con sospecha. —Bueno, tengo que ir a la biblioteca con… —busqué el brazo de Hiro con mis manos y cuando lo tome, lo arrastre a mi lado —, con Hiro. —¿Hiro? —Joe lo miró con sus ojos entrecerrados y el chico pareció hacerse más pequeño, intimidado. —¿Desde cuándo son amigos? —preguntó inquisitivamente. —Desde hace unas horas —decidí no mentir —. Tenemos que hacer un trabajo juntos para… —lo miré buscando un poco de apoyo. —Inglés —dijo. Joe nos miró incrédulo, su mirada iba de Hiro a mi y luego dejó salir un largo suspiro dirigiéndose finalmente a mi nuevo amigo con aire grave y mirada amenazante. Aproveché el momento para dar un vistazo por detrás de mi padrastro, me deslicé a un lado y luego tuve que cubrir mi boca con una mano para evitar jadear de susto, impresión y sorpresa. Habían hombres tomando fotografías de la escena, probablemente vería una de esas fotos en el 2019 o la había visto, era demasiado difícil definir si era en el futuro o hacia unos días atrás. Bajé mi mirada lentamente mientras Hiro y Joe estrecharon sus manos. Me sentí mareada, así que retrocedí un poco y entonces me di cuenta que Joe hablaba con los dos. —Iran directo a la biblioteca… —lo miré, tratando de ocultar toda sensación de angustia. Pero, estaba aterrorizada por Marion, ella realmente había muerto y yo lo supe mucho antes que todos. Hiro asintió, así que hice los mismo. —Cuando termines debes llamar a tu madre para que pase a recogerte —asentí de nuevo y vi a Hiro echar un vistazo a la escena. Alguien llamó a Joe, por lo que él nos despidió del lugar e hizo que nos marcharamos de prisa. Caminé con Hiro y cuando me sentí lo suficientemente lejos, di una mirada atrás, ¿esto no puede estar pasando? Negué con la cabeza. —Supongo que hasta aquí llegamos —dije a Hiro, deteniéndome. —¿Qué vas a hacer? —me pregunto. —Pues, ir a la biblioteca, no es como si tuviera algo que hacer —respondí. Hiro lució nervioso, levantó su brazo derecho y miró su reloj de cuero marrón, luciendo muy pensativo. Finalmente, sus ojos fueron a los míos. —Iré contigo, le prometí a tu padre que te acompañaria —pensé en corregirlo y decirle que no era mi padre, pero de algún modo se sentía incorrecto —. Alguien fue asesinado y no han atrapado al culpable, es mejor no andar solos por ahí —argumentó sin esperar respuesta —, vamos —, empezó a moverse de nuevo. Yo simplemente lo seguí. Llegamos a la biblioteca en cinco minutos. Margoth, la bibliotecaria  estaba sentada detrás de la pequeña recepción leyendo una novela erótica, era fácil de suponer teniendo en cuenta la escandalosa portada. Ella tenía un poco de sobrepeso y era un tanto amargada, la llamaban la solterona del pueblo o la mujer de los gatos  porque tenía un alrededor de 7. Levantó la vista y nos vió entrar, nos miró como si fuéramos moscas a las que aplastar. Bajo su libro, dejando todo su rostro a la vista, junto con la gran burbuja de chicle rosa que estaba haciendo con su boca. —Buenas tardes, señorita Margoth —Hiro le regaló una sonrisa dulce y ella se derritió. —Hiro, ¿donde te habias metido? Me dejaste sola por dos días – dijo, dejando el libro a un lado e inclinándose sobre el mostrador, provocando que sus pechos quedaran a la vista, vaya, veo una asaltacunas en potencia. El cuerpo del chico se tensó, pero siguió sonriendo y luego procedió a disculparse por su ausencia. —Penélope —escupió Margoth en forma de saludo solamente para lucir cordial. —Entonces, ¿viniste a lo de siempre? —, volvió a dirigirse a Hiro, con una verdadera sonrisa, no como la falsa que me había dedicado minutos atrás. —Sí, vinimos a estudiar, tomaremos una mesa allá —señaló con su mano una zona lateral del lugar, cerca de las ventanas. —Por supuesto —dijo con sonrisa forzada, mirándome de nuevo. —Diviertanse –—me lanzó llamas con los ojos y me apresuré a moverme fuera de su vista. —Vaya, parece que tienes tu cosa con Margoth —me burlé de él cuando estuvimos fuera de su alcance auditivo. —Nunca, nunca mencionaremos esto de nuevo —me miró de reojo avergonzado, pero con una pequeña sonrisa —. Entonces, ¿qué estamos buscando? —me preguntó minutos después de haber puesto nuestras cosas sobre la mesa que habíamos escogido. —Cosas sobre sueños —dije. Francamente no lo había pensado hasta que estuvimos rodeados de libros, no entendía lo que estaba ocurriendo, pero tal vez allí habría algo que pudiera explicarlo. Hiro asintió y se perdido entre estantes de madera sin preguntar el porqué. Fue extraño estar acompañada por él, era de cierto modo tan diferente al Hiro de mis sueños. Juntos, logramos reunir una gran pila de libros, demasiados para leerlos sola. Hiro me miraba a la espera de lo que fuera decir, pero no me decidía. Como si captara mi indecisión, decidió tomar el primer paso. —¿Qué ocurre? —preguntó. —Si te lo digo, no me creerías —le dije y entonces, él sonrió como si hubiera dicho la cosa más graciosa y dulce a la vez. —En realidad, en este momento creería cualquier cosa que me dijeras —dijo negando con la cabeza y de repente lució como el Hiro de mis sueños, con una mirada más seria. —Creo que vi el futuro mientras dormía —dije de golpe y él no me miró como si estuviera loca, simplemente asintió. —¿Qué viste? —preguntó. —Estuve con la policía —confesé. —Y vi la foto de una persona muerta —, él entrecerró los ojos. —Vi a Marion muerta, pero… creí que era un sueño —jugué con mis dedos, nerviosa. —Entiendo —dijo mirando los libros. —Entonces, buscaremos una explicación, eso es lo que quieres, ¿no? —me miró directamente a los ojos. Asentí. Buscamos por una respuesta, entre páginas que no decían algo siquiera cercano a lo que estaba viviendo. No encontré respuestas ese día, pero si un amigo.
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