Capítulo 2

3800 Words
Caminé lentamente de vuelta a casa y tomé el camino directo, por el bosque para poder disfrutar de la naturaleza. Mis amigas Emma y Sara iban conmigo, se supone que haríamos la tarea de matemáticas en mi casa. Ya era costumbre entre nosotras elegir mi lugar porque era casi surreal, dado que vivía en una cabaña bastante pintoresca en medio del bosque con grandes ventanales azules en el frente que te permitían contemplar todo el camino inclinado rodeado de árboles. Así que caminábamos por el camino hecho de diferentes piedras que mi abuelo tanto se había esforzado en hacer para que nos movilizáramos con cuidado. El viejo siempre lo pensaba todo. —Ey, Penny, ¿qué ocurre? —preguntó Emma de repente al verme tan retraída —. Hoy estás algo extraña —comentó. Sara parecía estar de acuerdo con ella y yo simplemente no sabía qué responder. Emma me miraba con sus ojos saltones, realmente de toda la clase ella era la persona con los ojos más grandes y venía de familia, porque los de su mamá eran iguales. Por lo tanto, sus ojos eran lo más llamativo de ella con un color miel sorprendente, y por otro lado estaba su personalidad, porque era muy extrovertida y hablaba demasiado. Pero, de todas formas su inocencia y amabilidad lograba llegarte al corazón, y no importa cuantas cosas dijera con imprudencia simplemente nadie podía odiarla. —¿Te sientes mal? —preguntó Sara con preocupación. Si nos referimos a ella, era más bien una chica común un tanto delgada, con una personalidad cálida, llena de amabilidad y bastante conservadora. A veces me parecía una chica muy madura y se vestía de forma recatada, lo que hacía que muchos la vieran como la chica rara. Era la más reservada de las tres y no le agradaba la gente que se excedía en maquillaje. Sorprendentemente de nosotras, ella era la única que tenía novio. Después de todo, Sara no era muy complicada, aunque, le exasperaba que las chicas de hoy en día se vistieran como si fueran a subastar sus cuerpos, sus palabras, no las mías. También le molestaban los chicos que iban de novia en novia, solo para aprovechar el momento. Y aun así, ahora era novia del chico más gustado del pueblo y al antiguo playboy, vaya cliché y dicen que no sucede en la vida real. ¿Cómo ocurrió? Todo fue culpa del helado. Para nosotras hay reglas muy simples, nunca te metas con el helado de Sara, los caramelos de Emma y mi chocolate. Así de simple, como ya había dicho, se deben respetar nuestros límites si no quieren una tercera guerra mundial. Pero, el pobre Ben no lo sabía, obviamente, y qué se podía hacer. Un día su espalda chocó contra la de Sara, el cono de helado que ella tenía cayó al suelo, él se volvió con una sonrisa de “soy irresistible, así que todo lo que haga será perdonado” y obviamente fue recibido con una mirada de “vas a pagar por esto”. Entonces pasó lo que tenía que pasar, tuvo que comprarle otro helado, el más caro de todos por supuesto, y de paso pedir disculpas. Probablemente eso fue lo que atrajo a Ben, el lado mandón y malvado de Sara lo cautivo, eso seguro, porque después de eso siempre buscaba la forma de acercarse, aunque pasaron meses para que Sara aceptara salir con él. Pobre, creo que se le confesó como unas cinco veces. —¿Alguna vez han tenido un sueño que se sintiera demasiado real? —les pregunté, recordando de nuevo aquello que tanto me molestaba. —No sé… —dijo Emma de forma pensativa —. Una vez soñé que mi madre me despertaba para ir al colegio, así que me levanté de la cama y fui directo a bañarme… Pero, entonces me di cuenta que estaba demasiado oscuro —, la miramos expectantes —. Como ya les dije, fue un sueño, mi madre nunca me llamó y yo estuve a punto de bañarme a las tres de la mañana por culpa de un sueño —refunfuñó —. Menos mal me pude volver a dormir —dijo aliviada. Sara y yo nos miramos por algunos segundos y entonces, comenzamos a reír. Emma era la más despistada de nosotras y ya teníamos otra prueba de ello. —Y… ¿Han soñado con alguien desconocido? —pregunté y luego me apresuré a añadir algo más —, digo, alguien que no conocían y entonces se lo encuentran de repente en la vida real —, Sara entrecerró los ojos. —¿Tuviste un sueño así? —me preguntó, vaya, me estaba dejando en evidencia a mi misma o Sara era muy perceptiva. —No, leí sobre ello —mentí, no estoy muy segura del porqué. —¡¿Será que soñaste con el amor de tu vida?! —Emma se veía emocionada. —Ya les dije que lo leí… —, esa vez parecía que las había convencido o al menos eso quise creer. Llegamos a mi casa quince minutos después, dado que vivía a mitad de la montaña en una cabaña que parecía sacada de un cuento, habíamos tenido que subir por el sendero de piedras por varios minutos. Mi abuelo la construyó años atrás, le encantaba la tranquilidad del lugar y no tener que tratar con vecinos, siempre dije que en su vida anterior había sido un ermitaño. —Supongo que la pizza llegará en minutos —dije, mirando mi reloj. —Me siento mal por quienes entregan la pizza, tienen que subir hasta acá, eres la única que vive aislada y quien más pide pizza —comentó Sara. —Eso no es verdad —resoplé, aunque fuera un tanto cierto, observé la fecha de nuevo y sacudí la cabeza. Nos instalamos en la sala de estar alrededor de la mesita de centro de cristal que mi madre tanto adoraba, y sobre la alfombra escarlata que cubría gran parte de la habitación, y finalmente, hice otra pregunta a mitad de la tarde, una que deseaba hacer desde el inicio del camino. —Hir… El chico que leyó en clase de inglés, ¿hace cuánto que estudia con nosotros? —pregunté y ellas me miraron con curiosidad. —Se mudó aquí a finales del año pasado, ¿no lo recuerdas…? Creo que su familia viene de China —dijo Emma rápidamente. —j***n —corrigió Sara con su típica voz de sabelotodo. —¿Por qué lo preguntas? —me miró fijamente con sus ojos entrecerrados. —Lo vi hoy y… no lo recordaba —admití un tanto avergonzada por aquel hecho. —Y se supone que Emma es la despistada —, Sara rió y Emma nos miro mal ante aquella afirmación. —Creo que el día que llegó no estabas, si no recuerdo mal te enfermaste como por una semana —dijo Sara, y Emma asintió como si lo estuviera recordando. —Además, el chico no se hace notar, es muy tímido y pareciera no tener amigos —añadió. —Y habla muy raro —comentó Emma y Sara le dio una mirada llena de reproche. —¿Qué? —preguntó la chica de ojos grandes al sentir su mirada acusadora. —Es japonés, tal parece tomó un curso de español o algo así. No puedes exigirle que hable a la perfección siendo extranjero —la regañó Emma. —Ay, no me regañes yo solamente decía… —y así empezaron de nuevo, como siempre ocurría, y eso les llevaría un tiempo. Por lo tanto, me levanté para ir por un poco de agua y de paso llevarle alguna bebida a las chicas, ya que después de poner todos nuestros libros sobre la mesa no tendríamos mucho tiempo. Entonces, las dejé sentadas sobre la alfombra, ni siquiera notaron mi ausencia o simplemente lo ignoraron mientras continuaban con otra de sus discusiones sin sentido. Fui directo al refrigerador en la cocina porque deseaba agua fría, el problema es que no había. Entonces, revisé un poco más y encontré una caja de jugo de naranja, la saqué y me dispuse a buscar un vaso. Desgraciadamente, Joe los había puesto todos en un lugar inalcanzable y tuve que ponerme de puntitas para poder alcanzarlo. Sabía que podría causar un accidente pero no me detuve porque me daba pereza ir a buscar alguna silla o un taburete sobre el cual pudiera subir para alcanzar el vaso. En algún punto toqué el cristal con la punta de mis dedos y di un salto para alcanzarlo al ver que estaba tan cerca de lograrlo. Obvio todo me salió mal porque perdí el equilibrio, el vaso se cayó, yo me caí, escuché el cristal romperse y vi el techo sobre mi. El problema es que sobre mi ya no se encontraba el techo de mi cocina, aquel no era de largas tablas de madera, eran paneles blancos suspendidos. Asustada, me moví y descubrí que tampoco estaba sobre el suelo de baldosas azules, sino en una cama de hospital. ¿Había perdido la conciencia cuando me caí? ¿Me había golpeado tan fuerte que tuvieron que traerme al hospital? No estaba muy segura al respecto; pero, tenía la sensación de que era algo peor. Di una mirada hacia mi izquierda, donde encontré a Hiro leyendo papeles entre una carpeta negra que tenía como título “Primavera” en una tira de papel blanco pegada con cinta sobre el plástico n***o. Por favor, no otra vez. Lo vi con más detenimiento, ciertamente lucía un poco más… maduro, no sabría decir en qué forma, tal vez por la expresión en su rostro o los músculos que lucían más duros y no pasaban desapercibidos debajo de su camisa negra. El asunto es que nunca lo había detallado en el pasado o... ¿presente? Dios, empezaba a enredarme en todo esto. Levantó la mirada de repente y se encontró con la mía, mientras veía sus oscuros ojos marrones no pude evitar preguntarme más sobre él. —Finalmente despiertas —dijo y escuche alivio en su voz, sus palabras eran curiosas, puesto que yo me sentía al revés, estaba soñando. —¿Dónde estoy? —pregunté, aunque sabía la respuesta obvia, pero deseaba saber un poco más —, ¿has llamado a mi madre? —pregunté de nuevo y él pareció incómodo. —Oh, has despertado —, una doctora entró justo en ese momento y el cuerpo de Hiro se relajó mientras se levantaba dejando la documentación sobre el sofá, había sido salvado por la campana.  —¿Despertó hace mucho? —le pregunto a Hiro y él negó con la cabeza —. Déjame revisarte un poco —,se acercó a mí. No podía dejar de hacerme preguntas y observar a mi alrededor, tenía la sensación de que era apenas la mañana, pero, ¿de qué día? No, detente, esto es un sueño, me recordé y seguí las indicaciones de la doctora para hacerme un chequeo.  —¿Sabes por qué estás aquí? —me preguntó al terminar, yo negué con la cabeza. —¿Qué día es hoy? —preguntó. —No lo sé —¿el interrogatorio había sido anoche? —¿Cuál es la última fecha que recuerdas? —preguntó la doctora. Busqué su nombre y lo encontré fácilmente en su bata, donde decía M. Roberts. —Ella dijo que recordaba el 14 de septiembre… —empezó a decir Hiro. —15 de septiembre del 2011, es la última fecha que recuerdo hoy —lo interrumpí y él me dio una mirada extraña. La doctora Roberts parecía analizarme, entonces asintió un tanto calmada. —Entiendo… —comentó —. Penélope, recibiste una golpe en la cabeza bastante fuerte, tuvimos que poner bastantes puntos y probablemente debas llevar esa venda por una o dos semanas —explicó, señalando mi cabeza. Levanté mis manos rápidamente y me toque la cabeza, donde encontré un material extraño, sin poder sentir las hebras de mis cabellos. Sí, en definitiva había una venda allí. —Este golpe parece haber causado amnesia; pero, no se preocupe, es transitoria, no será para siempre —, lo último lo dijo más para Hiro. Amnesia, claro. —Pero, recuerdo muy bien…  —Hay diferentes tipos de amnesia, no siempre significa que se olvide todo —explicó, interrumpiendo. —Pues, recuerdo el 15 de septiembre muy bien —le dije y ella me miró con cierta comprensión —. Por ejemplo —dije, volviéndome a Hiro —, dijiste que nunca te había visto, pero no es cierto —. Él frunció el ceño confundido —. Sí te vi, ¿lo recuerdas? Fue en clase de inglés, era nuestra primera clase del día y el profesor te hizo leer en voz alta —empezó a negar con varias sacudidas de cabeza, hasta que se detuvo de golpe. Su cuerpo se balanceó un poco y llevó una mano a su cabeza como si sintiera un dolor certero detrás de su frente. —¿Está bien? —preguntó la doctora al observar su expresión. —Yo… —empezó a decir y se quedó allí por varios segundos. Entonces, me miró sorprendido —. Debí haberlo olvidado —dijo en voz alta, un tanto pálido, aunque, no del todo convencido sino más bien aterrorizado —, no… —, sacudió la cabeza de nuevo —. No es nada —dijo finalmente a la doctora y guardó todas sus emociones detrás de una expresión seria, y se sentó. —Tal vez, deberíamos…  —Estoy bien —aseguró con voz certera y era verdad, él parecía haber recuperado la compostura, aunque no me miraba. Estaba sumido en sus pensamientos y la doctora decidió dejarlo tranquilo. —Muy bien, te daremos algunos medicamentos para el dolor —me dijo, dio otra mirada al chico que justo sacaba su teléfono, y salió de la habitación. La doctora se marchó no mucho después y me encontré en una realidad que me negaba a reconocer como verdadera. Además, sentía que Hiro estaba demasiado callado y yo tenía mucha curiosidad, esa es la razón por la que al ver la carpeta negra reposando sobre la mesa al lado de mi cama, no dudé en tomarla silenciosamente.  la abrí con cuidado y de una forma demasiado lenta porque tenía miedo; pero, su mano la cerró de golpe. Hiro estaba de vuelta y no muy cómodo con lo que estuve a punto de hacer. —No es algo que debas ver en este momento —susurró y le di una mirada mordaz, no me gustaban los secretos. —Dice “Primavera” —le dije —, ¿Qué pasó?, ¿Qué no me estás diciendo? —le pregunté y él trató de quitarme la carpeta de las manos. —¿Llamaste a mi madre? Quiero hablar con ella —, evadió la mirada y tuve un mal presentimiento. —Hiro…  —Penny, por favor. Ahora no —suplicó y la doctora entró de nuevo, pero acompañada por una enfermera. Las dos se robaron mi atención y Hiro aprovechó ese momento para llevarse la carpeta lejos de mi poder. —Buenos días —dijo la señora y le respondí de igual forma, su cabello estaba completamente blanco y su rostro mostraba una expresión dura. La vi sacar una jeringa y casi muero allí porque odio las agujas, pero no me pinchó a mi sino a la bolsa de suero intravenoso, gracias a Dios. —Podríamos darle el alta en dos o tres día —informó a Hiro y en ese momento me di cuenta que él era probablemente mi guardián legal, no sabía porqué; pero, lo era porque de otra forma no estaría allí y la doctora no estaría dándole toda mi información, aunque también es un policía, detective… ¡o como fuera! —Gracias —le dije a la señora, al ver que había terminado su trabajo, ella me ignoro y se fue, vaya, justo me tocó la enfermera malhumorada. Vi la carpeta de nuevo, aun seguía en las manos de Hiro no muy lejos, así que extendí mi mano de golpe y la tomé de vuelta en segundos. El chico intentó disimular su molestia mientras terminaba su conversación con la doctora y con mis ojos sobre el profundo n***o lo escuché despedirse de la doctora, yo también lo hice y la escuche decir que volvería más tarde. La tensión llenó la habitación cuando las dos mujeres se marcharon, su mirada cayó sobre mí y yo no dudé en mirarlo de vuelta abrazando la carpeta para asegurarla. —Debes decirme —exigí. —Lo sé —dijo en apenas un susurro y con mucho esfuerzo. Entonces, acercó una silla que estaba al otro lado de la habitación mientras me advertía —, Penny, necesito que respires y tomes esto con calma —, se sentó a mi lado derecho. —Esa es la peor forma de iniciar esta conversación, ¡ya me pusiste nerviosa! —dije un tanto preocupada y él pasó su mano justo detrás de su cabeza, rascándose con sus dos dedos, el índice y el corazón, un hábito que empezaba a notar —, di algo —insté. —No sé por dónde empezar —confesó. —Bueno, esta carpeta tiene el nombre de nuestro pueblo, ¿por qué? —, intenté ayudarle. —Esa es la peor pregunta de todas —murmuró; pero, aunque le costó bastante, procedió a responder —, algo malo paso en el pueblo —, se quedó allí contemplándome, pensando. —¿Qué cosa? —, sentí un vacío en el estómago. —Verás... —no dijo nada de nuevo, realmente parecía no encontrar las palabras. —Si no puedes decirme, trae a alguien que pueda… ¿Dónde está mi madre? —pregunté de nuevo y su mirada cambió. —Todos… —, vaciló antes de intentar terminar la frase de nuevo —, Todos están muertos Penny —mi corazón se detuvo. —¿Cómo que todos están muertos?, ¿qué significa eso?, ¿quiénes están muertos? —, una pregunta vino tras otra. —Deberías preguntar quién está vivo, es más fácil de responder —había tristeza en sus ojos, por mi, se sentía mal por mi. No pude decir nada, no me atreví, simplemente lo mire con mi boca medio abierta. Probablemente estaba en shock, sus palabras fueron demasiado pesadas como para poder sostenerlas y procesarlas. De repente, empecé a sentirme somnolienta y recordé el medicamento, ¡¿en serio?!, qué buen momento. Me apresuré a realizar alguna pregunta al sentir que me desvanecería de nuevo; pero, él respondió sin escucharme. —Tres, tres estamos vivos —, se contó a sí mismo dentro de los sobrevivientes y yo no dejaba de preguntarme, ¿quién era el otro? El vio la pregunta en mis ojos y decidió darme una respuesta de inmediato —, El novio de tu amiga, Benjamin.  El aire se escapó de mis pulmones, mis manos tomaron voluntad propia y abrí la carpeta sin dar más espera, Hiro intento detenerme, pero ya era tarde. Tenía frente a mí la imagen de un c*****r, era alguien que conocía desde el jardín de infantes, Marion Carson. Su ropa era un manojo de telas rasgadas y sus ojos estaban abiertos, vacíos… Tuve que detener el grito aterrorizado que estuvo a punto de salir por mi garganta y en el proceso se convirtió en un contenido jadeo lleno de horror. —¿Desde cuándo? —pregunté rápidamente sin poder apartar la mirada de la imagen, agarrando con fuerza los extremos de la carpeta abierta. —Desde hace… —su rostro cambió, sorprendido de nuevo —, Desde hace ocho años —dijo con cierta incredulidad, ¿por qué? Intenté pensar en ello. Hace ocho años, eso significaba que ocurrió en el 2011, conté con mis dedos para confirmarlo y lo mire de nuevo. Ya entendía que le molestaba, era demasiado extraño. —Hay algo más, ¿cierto? —, él me miro sin saber a qué podría estar refiriéndome, tal vez no era algo sino mucho más —, ¿por qué desaparecí, Hiro? —, su expresión se volvió más seria —, ¿Mi desaparición está relacionada con todo esto?  —Es muy probable, la última vez que supieron de ti… —dijo con sumo misterio y se acercó un poco más antes de continuar —, dijiste que sabías quién era el asesino, te contactaste con uno de los policías a cargo del caso y le dijiste que lo sabías, pero que no podías decirlo por teléfono… No supimos de ti después de eso —relató con cuidado. —Yo… —me recordé que era un sueño. —Fuimos a tu casa, era un desastre… Francamente, después de un mes, creímos que ya estabas muerta —, vi en su rostro que aquellas palabras le dolían y me sorprendió.  Miré a la carpeta de nuevo y pasé la página, tratando de ignorar la foto que probablemente me perseguiría en incontables pesadillas, sino es que esta ya lo era. Encontré la fecha escrita en lo que lucía como un informe; pero, mi visión se puso borrosa, apenas logré descifrar la palabra septiembre. —Déjame… —cerró la carpeta y se la llevó lejos de mis manos —. El medicamento está surgiendo efecto —, mis ojos empezaban a cerrarse. —Seguiremos hablando de esto cuando despiertes —me aseguro y no pude luchar contra mis pupilas cayendo. —¡Penny! —abrí mis ojos de golpe. Sara y Emma me miraban preocupadas desde arriba, no, yo me encontraba tendida en el suelo, podía sentir las baldosas duras y frías de la cocina contra mi espalda, y un escozor en mi mano izquierda. —Gracias a Dios, estás despierta —Sara dijo aliviada. Me quejé mientras me sentaba, me dolía el cuerpo y mi mano estaba sangrando. Maldición, mamá me va a matar, fue en lo único que pude pensar. Solamente me bastaba mirarlo para saber que tendría que ir al hospital, no había forma de que mi madre no se enterara. —Tengo la caja de primeros auxilios, ¿qué hago con esto? – dijo Emma asustada por la sangre que adornaba el suelo. —Debo ir al hospital… —, dejé salir un suspiro lleno de resignación. Levanté mi mano para inspeccionar la herida de cerca y vi el vaso de vidrio destrozado en el suelo, Joe se iba a culpar por esto, lo sabía y no me agradaba.
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