CAPÍTULO NUEVE Cuando Lucio volvió al castillo, todavía continuaban las ejecuciones. Así debía ser. No quería que sus hombres acabaran muy rápido con eso. Quería estar allí para disfrutarlo. Pero deseaba aún más que Ceres estuviera allí para verlo cuanto más tiempo mejor. Lucio se aseguró de alzar la vista hacia su ventana, donde sabía que estaría quieta y encadenada, obligada a contemplar la escena todo el tiempo posible. Había cierta satisfacción en ello. Mucha más de la que había en mirar al patio donde iban a tener lugar las ejecuciones. Allí, los hombres y las mujeres estaban arrodillados en claras filas, mientras los verdugos se movían entre ellos con hachas. Mientras estaba mirando, vio que uno empujaba a un hombre contra el suelo, levantaba el hacha en alto por encima de su cabe