CAPÍTULO SEIS A Lucio le encantaba el olor de las casas ardiendo. Había algo reconfortante en ello, algo que hacía crecer en él la emoción ante todo lo que estaba por llegar. “Esperémoslos”, dijo, desde encima de su gran caballo de guerra. A su alrededor, sus hombres estaban esparcidos rodeando las casas que estaban quemando. En realidad, apenas eran casas, solo chozas de campesinos tan pobres que no valía la pena ni saquearlas. Quizás después buscarían entre las cenizas. Pero, de momento, tocaba divertirse. Lucio vio un destello de movimiento cuando las primeras personas salían gritando de sus casas. Señaló con su mano cubierta con un guantelete, la luz del sol caía sobre el oro de su armadura. “¡Allí!” Dio un golpe con el talón a su caballo para que corriera, levantó una lanza y l