Albert Clark regresaba a San Francisco después de unos largos cuatro años, cumpliéndose por coincidencia ese día, el día de su retorno por negocios y por una razón que iba más allá de cualquier comprensión humana. Volvía con la intención de reconquistar a Mary, la cual no sabía de la presencia de su ex pareja en la ciudad. Todo era un secreto y algo bastante planeado por el señor de treinta y tres años de edad, alto, fornido, un magnate en toda regla.
Habia retornado a San Francisco con el triple de fortuna de la que tenía cuando se marchó, dejando a Mary a la deriva, sufriendo por él y encima engañada. Esto le pesaba en la consciencia a Albert, porque sabía en el fondo de su corazón que no iba a conseguir a una mujer tan espectacular como Mary.
Recogió sus maletas y caminó hasta la sal
