Capítulo 4

1444 Words
—Sé que la esposa de Henry tiene una personalidad bastante engreída, pero ese no es motivo para dejarla en ridículo durante la cena—se quejó mamá mientras preparaba la cama de Elsie. Siendo antes las señoritas de la casa, era usual que las mucamas lo hicieran por nosotras, pero una vez que supimos de la visita del tío Henry, a mamá no le quedo de otra más que prohibirle a la servidumbre que se abstuvieran de tener un trato preferencial con nosotras en la medida de la posible, para evitar malo entendidos con los nuevos dueños de la casa y ahora que habíamos conocido a la nueva señora Bristol, entendía su preocupación, ya que sería un poco de nuestra parte seguir siendo tratadas como dueñas de la casa cuando en realidad ya ni siquiera teníamos una casa a la cual llamar hogar. —Alguna de nosotras debía decirle algo—se quejó mi hermana Amber mientras sostenía un libro, uno que pertenecía a la colección de clásicos del tío abuelo—es una mujer insufrible, vaya su osadía de carcajearse en la mesa, cuando hace un mes enterramos a papá y una semana después al tío abuelo. Hubo silencio, uno bastante incómodo mientras Amber se levantaba de su sitio y cerraba su libro con enfado. —También fue muy grosero de su parte decir que había invitado a su hermano ¿No?—comento mi hermana Elsie uniéndose a la conversación mientras tomaba su lugar en la cama. —Exacto—respondió Amber dándole la razón—cruzándose de brazos. —¡Basta, niñas, por favor!—insistió mama— sí, es verdad que fue poco propio de su parte y para nada agradable tener que soportarla en la mesa, pero debemos entender que ahora ella es la señora de la casa y nosotras simples invitadas, el hecho de que sea poco empática con nuestra situación no amerita ser grosera con ella, simple y sencillamente es una persona que no ha pasado por la perdida de un ser querido y no sabe que se siente ni como debe actuar ante una situación como esa. —Es un poco injusto de tu parte pedirme que sea educada con ella cuando ella ni siquiera se toma la molestia—expuso tomando su libro para tomar camino a su habitación dándole la espalda a mamá. —¡Buenas noches para ti también hija!—expreso mamá dando por terminada la conversación, era inútil hacer entender a Amber—te quiero. Mamá ladeó la cabeza varias veces para desaprobar el comportamiento de Amber, pero no se atrevió a sermonearla y mucho menos castigarla por su actitud tan arrogante, pero ella sabia más que nadie que todas estábamos pasando por un proceso de luto y cada quien lo estaba viviendo a su manera. Elsie en la soledad, Amber en el enfado, ella misma en la nostalgia y yo en el silencio. —Muy bien jovencita—le dijo mamá a Elsie—que pases linda noche. Le dio un dulce beso en la frente y la arropo justo y como lo había hecho alguna vez con Amber o conmigo, así que cuando ella se apartó yo vi la oportunidad de acercarme a mi hermanita y darle un beso de las buenas noches. —Descansa—le dije con la esperanza de que sus sueños le hicieran olvidar la tristeza que cargaban sus hombros. Elsie me sonrió y repitió las mismas palabras antes de arrellanarse en su sitio y hacerse un ovillo pequeñito, así que me retire de su hermosa habitación y apague la luz antes de salir y cerrar la puerta. Mamá me esperaba en el pasillo, tal vez para acompañarme a mi propia habitación, aunque era cuestión de caminar un par de metros hasta la siguiente puerta. —¿Qué puedo hacer para recuperar a mi Amber?—cuestiono mamá en cierto tono sereno, pero se notaba claramente que había angustia en su pregunta. La respuesta yo no la tenía, yo tampoco sabía que era lo que nos estaba ocurriendo y mucho menos lo que podíamos hacer para volver a ser las de antes, pero algo dentro de mí me decía que era mucho pedirle a la vida volver a reír como lo hacíamos cuando estaba papá y el tío abuelo. —Tal vez cuando nos vayamos de esta casa—propuse puesto que ver a otras personas viviendo en nuestro hogar no era precisamente fácil ni sencillo, sobre todo después de un funeral—¿Por qué no le dijiste la verdad al tío Henry? —Aún no he terminado de empacar—admitió, pero intuí que se refería a todos los recuerdos que estaban regados por la casa como fotografías y objetos decorativos que ella misma había traído o comprado a lo largo de los años. Probablemente, no íbamos a necesitar todo eso en la nueva casa, pero quizás si lo vendíamos, podíamos sacar un poco más de dinero. —¿Cuánto tiempo necesitas?—quise saber, ya que con el tío Henry aquí y su esposa mirando por todos lados, no sería sencillo soportar el carácter de Amber. Era necesario pedirle fuerzas a Dios, porque de lo contrario terminaría enemistada con mi propia hermana. —Tal vez dos días—me dijo y entonces en mi mente comencé a maquinar un plan para mantener a Amber alejada de la señora Olivia. A mi hermana no le gustaba para nada pasear por los jardines, era demasiado grandes y siempre terminaba quejándose de lo mucho que le dolían las piernas. Ella era más bien prefería montar, un gusto que termino adquiriendo gracias al tío abuelo, así que pensé que tal vez podía llevármela un rato durante la mañana a dar una última vueltas con nuestras yeguas “Lluvia” y “Brisa”. —Será difícil mantener a Amber ocupada, pero podría hacer el esfuerzo—propuse, puesto que, de todas, quizás era yo quien poco o nada había hecho para aliviar un poco la tensión que sentíamos. Mientras Amber y mamá se habían ocupado de todas las responsabilidades, yo me la había pasado divagando en mis propios pensamientos, sufriendo en silencio para no ser una carga. Mamá sonrió con cierta nostalgia, elevo la mano y acaricio mi mejilla con ternura. —Perdón hija, no han sido días buenos—dijo con una mirada triste. —Para nadie, mamá—tuve que admitir y después de dar un par de pasos más llegue a mi habitación, ella me dio un beso en la mejilla y se fue. Aquella noche volví a tener pesadillas, sueños terribles en los que me veía enterrada en una especie de tierra fangosa que me ahogaba cada vez más, no había nadie quien pudiera ayudarme, nadie me veía, nadie me escuchaba y a nadie le preocupaba si moría o vivía, era yo contra el fango. Me levanté temprano por causa de mis pesadillas, me vestí con unos jeans oscuros, botas largas, una blusa blanca de manga larga y un chaleco grueso oscuro. Al asomarme por la ventana noté que aún no salía del todo el sol, podía verse en el horizonte, pero una masa de niebla cubría sus primeros rayos, así que a pesar del mal clima de la mañana, me fui de mi habitación, camine los largos pasillos hasta las primeras escaleras, baje con mucho sigilo para no molestar a los que aún seguían durmiendo y finalmente salí de la casa. Mi idea era simple, preparar a la yeguas, sacarlas y luego ir a despertar a Amber con la esperanza de que estuviera de buen humor para cabalgar un rato y olvidarnos al menos un rato de aquellos intrusos que ahora se decían dueños de nuestro hogar, después de todo, parecía ser la última vez que montaríamos a caballo, pero al llegar a la caballerizas note que la puerta superior de las caballerizas estaba abierta. Lo primero que pensé fue que, tal vez a algún trabajador se le había olvidado cerrarla, pero eso era imposible. Conocía a todos los que trabajaban ahí y estaba segura de que cada uno de esos trabajadores eran personas sumamente responsables y muy diligentes a la hora de trabajar con los animales. Ninguno de ellos podía haber olvidado cerrar la puerta de las caballerizas, así que lo primero que se me vino a la mente fue si acaso se trataba de un robo. Entre a las caballerizas a todas prisa y revisé los caballos, así como las sillas de montar y los equipos, todo parecía estar en su lugar a excepción de una yegua “Lluvia” quien anteriormente había pertenecido a mi hermana.
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