Dobbiamo aiutarla

2726 Words
  ― ¿¡Cómo!? ¿Me estás pidiendo que no presente cargos? ― Gritó como loca la señora Darren. ― Si, madre. Por favor. Ella no tuvo la culpa.― La voz del otro lado de la línea telefónica, era serena, dulce y sobre todo, sexy. El chico que Neo había derribado, estaba pidiendo a su madre detener todo ese teatro absurdo. Katlyn, llevaba más de 7 horas retenida en la estación de policía y estaba a punto de entrar en una crisis nerviosa peor, que la que tuvo cuando su madre se fugó. ―Pero, tesoro...― Chilló la mujer con voz de gato enfermo. ― ¡Madre!― Advirtió el muchacho. ― ¡Está bien! ― Aceptó al fin. ― No presentaré cargos contra esa niña insensata. El chico suspiró y apretó ligeramente su puño con visible satisfacción. ― Gracias.― Dijo feliz, pues ya estaba cansado de haber discutido con su madre por teléfono más de una hora. ―Pero...― La mujer esbozó una sonrisa de oreja a oreja, idéntica a la del gato de Chesire, puesto que no iba dejar a su hijo salirse con la suya tan fácilmente. "No de nuevo. Por favor, no." Pensó él, casi desplomándose en el piso por la conducta chantajista de Juliet Darren, su madre. ― Pero… ¿Qué?― Preguntó. ―A cambio quiero que te des una oportunidad de conocer a la hija de los Collins. La idea le vino como una patada en… la espalda. El detestaba toda clase de citas, reuniones o fiestas, que involucraran conocer a una mujer. Pero, como ya había hecho acceder a su madre con su petición, y recordaba con exactitud, la temblorosa voz de aquella chica que fue arrastrada por el perro, no pudo objetar. La voz de Katlyn era sincera y jamás había escuchado una voz así. Se lo pensó un momento, calculó cada posible opción, pero no la había, su madre sería capaz de hacer pagar a Katlyn, aunque no fuera culpable. ―Lo haré. Pero tú dejarás en paz a la chica y a su perro.― Sentenció finalmente. ― ¡Excelente!― La voz de Juliet resonó cantarina. Cortó la llamada y guardó su celular, en la finísima bolsa de Michael Kors que le colgaba del brazo. La horrenda mujer le hizo una señal déspota a su chofer, el hombre de unos 40 años se acercó a ella con rapidez y se quitó el gorro que iba a juego son su uniforme n***o. ― ¿Si, señora? ―Enciende el auto, quiero que esté listo para cuando salga. ¿Entendiste? ― Si, señora.― El pobre hombre la odiaba, era una mujer sumamente altanera y engreída, que además, nunca pedía las cosas por favor. Juliet entró a la estación de policía y armó todo un teatrito en el que se dejaba ver cómo una mujer amable e inocente, que perdonaba a la chiquilla y a su perro. ¿¡Perdonar!? ¡Por favor! Niégame que no odias a esa mujer tanto como yo. Al final, Katlyn fue puesta en libertad. Salió corriendo para sentir el aire fresco de la noche. Pero su felicidad se vio opacada cuando vislumbró a lo lejos a la señora Darren. El hombre con uniforme, (que por cierto se llama Alberto) le abrió la puerta de un coche lujosísimo y la cerró cuando entró. La chica se le quedó mirando y no apartó su vista del flamante Mercedes-Benz en ningún momento. Cuando ya estaba algo lejos, comenzó a hacerle señas y muecas al mismo. ― ¡Tonta, tonta, tonta señora!― Gritó y le sacó el dedo medio, algo que jamás había hecho.― ¡Mujer decrépita! ― ¿Quieres más cargos por agresión verbal?― Dijo una voz a sus espaldas. Katlyn sintió como su corazón se paralizó y todos sus músculos se tensaron, ya que se trataba del oficial Telmo. Y... ¿Más cargos? ¡Ja! No, gracias. ―No, lo siento. No lo haré de nuevo. ― Eso espero, jovencita. Porque la señora Darren fue muy amable en retirar todos los cargos. Katlyn se quedó pensativa, pues se le hizo demasiado raro que aquella señora, retirara los cargos. ― ¿En serio hizo eso? ― Preguntó, pero el oficial soltó una risita y volvió andando a la estación de policías. La chica avanzó feliz saboreando la libertad, pero al mismo tiempo estaba asustada y nerviosa, ¿qué pasaría con su padre? ¿Estaría preocupado y/o molesto? Y ¿qué pasó con Neo? ¿Perdería acaso el empleo mejor remunerado que tenía? Cuando Katlyn llegó a casa encontró a su padre sentado en la entrada, con las manos apoyadas en las rodillas y la mirada perdida. El hombre sí que estaba preocupado. Al ver a su hija se levantó y avanzó hacia ella. Katlyn miró con pesar como su padre cojeaba. Y sin evitarlo, el corazón se le hizo chiquito y le dolió. Almendrita corrió a su encuentro y estalló en llanto, lo abrazó con fuerza y trató de hablar pero solo salían palabras sin sentido como "Perro, mordió y a la estación de policía, mujer... Bruja." Pasó largo rato hasta que Katlyn se calmó y pudo contar a su padre lo sucedido. Esa noche no probó bocado alguno, solo se duchó y de inmediato se quedó dormida. Y tuvo pesadillas en las que Neo aparecía bailando en dos patas, y hablándole... "Perderás tu empleo" decía una y otra vez. La chica despertó sobresaltada y miró el reloj de mesa que tenía en el suelo. Porque no había ni siquiera una cómoda o mesita donde poder colocarlo. El reloj marcaba las 3:25, no se asustó, pues pensó que era de madrugada, pero tan pronto como notó los rayos de sol que entraban por una pequeña ventana abrió los ojos como platos y se incorporó bruscamente. ― ¡No puede ser! ¡Perderé mis trabajos! Katlyn pensó en ir primero con Don Matías, pero de nada le sirvió implorarle y explicarle toda su epopeya del día anterior. ― No me interesa lo que te haya pasado, yo ya le pedí a otro muchacho que te supliera. Ya nada puedo hacer por ti.― La cara de Don Matías era severa y no reflejaba nada que fuera amigable, Katlyn lo miró con los ojos a punto de romper en llanto, eso sin embargo, sólo irritó más al hombre. ― ¡Vete ya! Si hay algo que odio es ver a una mujer llorar.―Y tras decirlo le dio la espalda y se encerró en su casa, casa que también era la lechería. Katlyn apretó los puños y contuvo el llanto, se restregó la cara y salió disparada al restaurante turco. Cuando llegó, justo se encontró con el dueño, el señor Osman. ―¿¡Katlyn!? ―Dijo sorprendido.― ¿Qué ha pasado? Te ves muy triste... ¿Estás enferma? ¿Por qué no te reportaste? Ay chiquilla, te tengo malas noticias. El señor Osman tenía la mala costumbre de hablar y hablar y hablar... Apenas había visto a la chica y ya le había dicho que tenía malas noticias, su día que no solo había comenzado mal, ahora estaba por empeorar. Katlyn se detuvo al escucharlo y las palabras ya no salieron de su boca. Al verla en ese estado, Osman continuó. ― Cuando no supimos de ti, Tysha le llamó a su prima para que te supliera, hizo tu turno, le di su pago y se fue, pero ahora quieren el trabajo para ella. No supe qué hacer, le dije que cuando te reportaras lo hablaríamos. ¿Qué hacemos, chiquilla? ¿¡Qué que hacemos!? Que ridiculez, obviamente el señor Osman debe decir a la prima de Tysha que el trabajo no podía ser de ella. Digo, Katlyn necesita más el trabajo, porque de ella es la historia que te estoy contando, ¿No crees? Sin embargo... Katlyn recordó que Tysha la había odiado desde el momento en que llegó, puesto que se decía que el trabajo estaba predispuesto para su prima, claro que no contaba con que nuestra protagonista llegó a pedir ayuda al señor Osman, diciendo que daría lo mejor, eso lo había convencido. Así que un par de veces Tysha la amenazó para dejarlo, la empujaba, le ensuciaba los platos y muchas otras cosas más... ―Hablaré con ella― Dijo Katlyn mientras se tragaba el miedo por la garganta. Tysha era alta y robusta, esa mujer parecía Tronchatoro, pero más joven. ― Perfecto, está en su descanso. Ya sabes, en la parte trasera.― Tras decirlo, Osman se giró sobre las puntas de sus pies y se metió al restaurante. Katlyn fue a la parte trasera, esa parte era un callejón sin salida, si Tysha la perseguía... Oh cielos, estaría perdida y entonces esta historia te la estaría contento Olivia Benson, de la unidad de victimas especiales. ― Si, tranquila Maddie, el trabajo será tuyo. Solo cálmate.― Katlyn se pegó a la pared y agudizó su odio, Tysha estaba al teléfono con su prima. Cuando Katlyn estuvo a punto de salir, entre temerosa y nerviosa, escuchó algo que la dejó atónita. ―Ya no llores, Maddie. Calma por favor, sé que necesitas este empleo, sé que necesitas el dinero para Theodore. Te ayudaré, lo haré, pero ya no llores. No llores más...― Sin darse cuenta, Katlyn había salido de su pequeño escondite y ahora Tysha la fulminaba con la mirada. ―Te llamó más tarde.― Dijo y colgó con un ademán muy intimidatorio, avanzó hacia Katlyn, quien no se movió ni un poco.― ¿Ahora espías llamadas ajenas? ―Perdona... Y-yo, no quise, de verdad...― Katlyn estaba muy confundida, "¿Theodore? ¿Quién es él? ¿Dejar de llorar? ¿Necesitar el dinero?", las preguntas se arremolinaban en su cabeza, para al final concluir en una sola cosa... "Tengo que saberlo, tengo que saberlo", se dijo. Y claro que tenía que saberlo y tú también, así que sin más rodeos ella clavó sus ojos en los de Tysha y preguntó. ― ¿Quién es Theodore? Tysha entornó los ojos y luego levantó una ceja, estaba enojada, claro que sí, pero al final solo dio un suspiro, sacó su teléfono y le mostró a Katlyn una foto. En la foto estaba Maddie y un pequeño y hermoso niño moreno de grandes ojos. ― Él es Theodore, el hijo de Maddie. Solo tiene 3 años, su padre murió hace un año y medio. Katlyn sintió un vuelco en el corazón, la imagen la enterneció tanto que comprendió. Maddie necesitaba más que ella el trabajo, Maddie estaba sola y Theodore había perdido a su padre. Además...sentía que ella le había arrebatado el trabajo, pues ya tenía año y medio lavando los platos del restaurante. ―E-es por eso que necesita el trabajo, ¿cierto?― Exclamó. ― Si, es por eso. Escucha, desde que llegaste he tratado de hacerte ir, pero eres difícil. No se tus razones para querer este trabajo ya que no puedes ascender. Pero, si se las razones de Madie para quererlo.―Hizo una pausa y movió sus cabello con los dedos. ― Sabes bien que Osman es muy bueno, y yo sé que Tysha es excelente cocinera y que puede impresionar a Osman, solo que estamos completos en el restaurante. Ya no va a contratar a nadie más. Katlyn parpadeó aún sin comprender a donde iba todo esto. ―A Maddie― Continuo Tysha tras ver que Katlyn no reaccionaba.― No le dan empleos porque tiene a Theodore, ella no puede pagar una guardería. En cambio, Osman tiene a su pequeña Belma, es un año mayor que Theodore y él la tiene aquí, en un cuarto que hizo para ella. Katlyn miró a Tysha, su cara reflejaba un "¿Ya lo entiendes?". Y por suerte finalmente había entendido. ― ¡Si Maddie viene a trabajar aquí, Theodore puede quedarse con Belma!―Exclamó contenta. ― ¡Excato! Por eso necesita este trabajo, Osman se lo permitiría. ― Dijo mientras tomaba a Katlyn por los hombres. ― Hablaré con Osman, dile a Maddie que mi empleo es suyo. Hubo un breve silencio en el que Tysha la estudió con cautela, pensando si la chica bromeaba o no. Pero los ojos serios y brillantes de Katlyn la convencieron por completo. ―Te juzgue mal, Katlyn. Te odiaba, pero me doy cuenta de que eres una buena chica. Nadie sonreiría como tú al darle su empleo a otro. Almendrita sonreía contenta, estaba feliz porque sabía que Maddie podría cuidar de su pequeño mientras trabajaba. Sabía que ella podría ascender a cocinera. Estaba feliz por poder ayudar a alguien que lo necesitaba. Llevó sus manos a su boca y notó su sonrisa, miró a Tysha y la impresionó ver como ella también sonreía, y además, pudo ver que una lágrima se deslizaba sutilmente sobre su mejilla. Después de hablar con el señor Osman y de asegurarse que el empleo ahora era de Maddie, Katlyn comenzó a caminar hacia el salón de belleza de Margarita, eso no le preocupaba, conocía bien a Margarita y sabía que ella entendería. Mientras caminaba inmersa en sus pensamientos no se dio cuenta que un pequeño coche de color amarillo, se parqueaba a su lado. ― ¡No puede ser!― Chilló Katlyn mientras se alejaba del coche. Pues en la ventanilla trasera se asomaba imponente Neo. Oh si, había vuelto. ― ¡Hola!― Se asomó Malena por el lado del conductor.― Vaya lío el de ayer. Nos llamaron de la perrera y fuimos por Neo, pero no sólo nos topamos con eso, también nos mandaron a la estación de policías. Katlyn estaba avergonzada, no había llamado porque no tenía celular. Estaba muerta de la vergüenza y sentía que iban a gritarle en la cara. Y en realidad, fue todo lo contrario. Malena estaba muy calmada, no parecía para nada enojada. Sin embargo, a su lado había un hombre regordete que la escaneo de pies a cabeza. ―Sube, es una orden.― Dijo aquel hombre con un asentó italiano muy marcado mientras se bajaba para abrirle la puerta. Ella dudó, no lo conocía, le daba miedo y no sabía cuáles eran sus intenciones. ―Será mejor que subas, no quieres problemas con papá.―Le dijo Malena al verla dudar. Al no quedarle de otra, subió al pequeño auto. Neo ocupaba la mayor parte del espacio y estaba muy inquieto, se movía de ventana a ventana y babeaba todo. ―Dime porque tienes tantos trabajos. Quiero la verdad, más te vale no mentirme, niña.― El hombre se dirigió a Katlyn con tanta seriedad que ella tembló. Parecía el padrino, no sólo por su acento sí no también porque su rostro tenía una expresión mortalmente seca y frívola. A su lado Malena guardó silencio total y se limitó a conducir. Incluso Neo se había quedado quieto y la miró con sus pequeños ojos cubiertos de un abundante pelo. Al no poder evadirlos, Katlyn les contó su terrible historia, desde que su madre los abandonó, hasta el fatídico día en que se metió con la ley por culpa de Neo y la tuvieron detenida. No se guardó nada, dijo hasta lo de la enfermedad de su padre y lo que hoy le había pasado con Don Matías y Tysha. (Bueno, si se guardó que se había enamorada del sexy chico con lentes de sol). Cuando terminó estaba sollozando y como si fuera posible que un perro comprendiera lo que había dicho, Neo le puso una pata en la espalda para consolarla. Claro que nadie sabía que sí era posible, solo tú y yo, ya que yo que te puedo contar y tú que puedes leer. ―Pobre cuerda larga, que vida de perro lleva.― Dijo Neo en un par de ladridos que nadie más entendió. Malena frenó de golpe y mirando a su padre dijo algo que Katlyn no comprendió. ―dobbiamo aiutarla. ―certo.― Fue la respuesta del padre de Malena, quien se giró y ¡oh, milagro! Pues su expresión era tan dulce y amigable que ni Katlyn se creía que era verdad que fuese el hombre que le ordenó subir al coche.― Nosotros te vamos a ayudar.
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