Capítulo 1

2764 Words
Obra registrada, todos los derechos de autor, cualquier distribución o copia estaría violando dichos derechos, dándole poder al autor para tomar medidas legales. Número de registro: 2110129504728 - No seas traviesa y déjame vestirte. - Es que ya tengo cuatro años y puedo hacerlo sola.-se quejó, como cada mañana y aquel lunes no era la excepción. - Lo se, pero siempre arrugas el uniforme al ponértelo. - Esta vez no lo haré. Por fis mami. - Eva, se nos hace tarde. Llegarás muy tarde al colegio.- Tomé sus manitas y las introduje en la camisa. - No puedo ir con retraso, ahora tengo un nuevo jefe. - ¿Otro?-Arrugó su cara al decirlo. - Si, pero es si es el jefe, es el jefe de todos. - Lo harás bien, mami. No estes nerviosa. - ¿Quien dice que estoy nerviosa? No es diferente a los demás, solo es otro jefe. Levanta el pie, estas medias ya te quedan algo pequeñas, necesitas otras. - Pero aun están en buen estado. - Pero tu pie ha crecido, ya casi nada te queda, has pegado un buen estirón. - ¿Hoy también me quedaré con la señora Lola? - Si, todos los días. Solo son dos horas en lo que sales del colegio y yo salgo del trabajo. -coloqué sus zapatos y ya estaba lista. El autobús pasaba en cinco minutos y la parada quedaba justo al lado, tomé sus cosas y salimos de la casa. - Dame un beso, antes de que pase el autobús. - Te quiero, mami.- sus manitas tomaron mi cara y besaron repetidamente mis mejillas. - Y yo a ti, recuerdas que eres una niña excelente. - Y tu eres la mejor mami del mundo mundial. - agitó su mano mientras la monitora la ayudaba a subir. Esperé a que se marchara mientras veía su carita pegada a la ventana lanzándome besos. Volví a la casa y tomé mi bolso junto con las llaves del coche. El fin de semana me habían notificado que temporalmente iba a ser la secretaria del presidente, no me agradaba mucho la idea pero ¿quien era para quejarme? Sobre todo porque eso incluía un aumento del sueldo, pero ese hombre no era de mi agrado. Lo había visto unas pocas veces, parecía una persona arrogante y exígente, era el presidente, supongo que eso venia con el puesto, pero había algo mas, era como si el estuviera a la espera de que todas babearan por el ¡y si que lo hacían! No entendía que le veían. Hombres guapos habían muchos, el solo era uno mas. Pisé el pedal, tenia que llegar con mucho tiempo para acomodarme en mi nuevo sitio, en esa ala no conocía a nadie y quedaba muy lejos de donde yo estaba. Aunque solo llevaba unos pocos meses, me había acostumbrado al otro lado y el señor Blaine era muy fácil de llevar. - Buenos días. - saludé a las caras nuevas con las que me subí al ascensor, pero desde luego, la cara nueva era yo. Me guié por las señalizaciones que habían hasta encontrar la oficina del presidente. Era amplia, solitaria y muy básica. Miré hacia su interior, solo tenia el escritorio, una estantería, un pequeño minibar y un sofá, sobraba mucho espacio. Acomodé mis cosas y encendí el ordenador, todos los programas de la empresa eran los mismos, y ya los conocía, no era nada nuevo lo que había en la pantalla. Miré la agenda del presidente y era muy apretada, pero el lunes no tenia nada. Seria mas cómodo si esas citas también se repartieran con los lunes. Había un punto rojo en el calendario. 25 de enero, no tenía ninguna nota y la fecha estaba cerca, faltaban diez días. ¿Seria algo importante. - Hola, soy Ally, la asistente personal del señor Dimou, suelo estar por aquí, solo vine a presentarme. - una diminuta mujer de pelo n***o y graciosos anteojos estaba de pie frente a mi escritorio. - Aunque solo eres temporal. ¿Cual es tu nombre? - Soy Isabella Sass, la secretaria temporal del presidente. - ¿Presidente? Es el CEO.- subió sus anteojos con el dedo indice, acodándolo mas arriba. - Lo cual es lo mismo.-No veía ninguna diferencia, pero me gustaba mas la palabra presiente a CEO. CEO sonaba como aseo y no me gustaba. - Pero nadie lo llama presidente. - se quejó, como si eso importara. - Lo se. - me puse de pie y le extendí mi mano. Ella la estrechó.-¿Necesitas algo? - No, solo vine a conocerte, tienes suerte. Muchas darían cualquier cosa por este puesto y tu llevas ¿cuanto? ¿Seis meses? - Cuatro. - corregí. - Cuatro meses y ya eres la secretaria del CEO. Si que eres rápida. - Secretaria temporal del presidente. - ¿Que hiciste para que desplazaran a Lucia? - No se quien es Lucia- volví a sentarme, al darme cuenta que esto no era una presentación amistosa, era obvia toda su hostilidad. Me puse hacer cualquier cosa en el ordenador, ignorándola. Pude ver que había un juego algo antiguo de cartas, lo recordaba de cuando tocaba informática en la escuela y las computadoras eran enormes y no contaban ni con internet, solía jugar solitaire y aquí estaba. Lo abrí y comencé una partida. No era el juego actualizado ni todas las versione que de este habían sacado, era el inicial, el que yo recordaba. - Es la secretaria del señor Dimou. - Ahora es la secreta del señor Blaine, temporalmente. - era fastidiosa. Pero yo también podia serlo. ¿Que les pasaba a las personas de esta ala? ¿Así era como daban una bienvenida? - Si ya te acostaste con el, no te sientas importante, media empresa lo ha hecho. Tu puesto temporal sera mas fugaz de lo que crees. Seguí jugando mi partida y aquella diminuta mujer al fin se marchó. ¿Acostarme con el para conseguir este puesto? ¡Ja! ¿Por quien me toma? Perdí repetidamente en el modo difícil, tuve que empezar desde el fácil, no recordaba lo duro que se ponía en el último modo. Lucia, no la conocía de cara, pero estaría en buenas manos con el señor Blaine. - Buenos días, Isabella. - me puse de pie para recibirlo, era el presidente. - Buenos días, señor presidente. Soy su nueva secretaria temporal, espero poder cumplir todas sus expectativas. - Yo también. Llámame señor Dimou, no señor presidente. - Si, señor presidente. - volví a decir, sería difícil, estaba acostumbrada a llamar al CEO por ese nombre. - si, señor Dimou. - Ven un momento. - abrió la puerta de su oficina y yo lo seguí. Tenía el ceño arrugado. Quitó el botón de su chaqueta y se la retiró, colocándola detrás de su asiento, en el espaldar. -Toma asiento, por favor. Después de que el se sentara, yo lo hice. - Estaba observando en su agenda y tiene todos los lunes libre, los demás días están muy ajustados. ¿Podría repartir algunas cosas entre los lunes? - Los lunes los tengo libre, vengo a la oficina pero no me comprometo con nadie. Por eso están así. - Entiendo, ¿que pasa con la fecha del 25 de enero? Esta en rojo pero no hay nada anotado. - Si, ese día no puedes poner nada, es una fecha muy importante para mi. - abrió su ordenador y observó la pantalla. - Arnold me había dicho que eras muy buena en lo que hacías, veo que ya te estas poniendo al tanto de todo. - Me estoy familiarizando. - ¿Que te parece el lugar? ¿Ha sido grande el cambio? - No, el lugar esta bien, solo es cuestión de adaptarse. - Así me gusta. Puedes volver a su sitio. - me puse de pie para salir de la oficina.- Ah, espera. Ahora recuerdo que Lucia me había dicho algo, debajo del escritorio hay una caja con documentos que tienes que separar por fecha, luego llevarlos a Archivo pero antes sacarle copias a todos. - Si, señor Dimou. - volví a mi escribió y cerré mi partida de solitaire, cuando vi la caja llena de documentos, supe que no tendría tiempo de jugar otra partida. Llené mi escritorio de documentos, separando cada uno por fecha, en eso llevaba una hora, luego sería sacar las copias. Eran muchos papales, con diferentes fechas, algunos de muchas paginas y otros de muy pocas. El señor Dimou salió una tres veces mientras yo hacia aquello, se veía ocioso, sin nada que hacer, de vez en cuando miraba a la oficina y estaba observando en mi dirección. Era casi la hora del almuerzo, en una hora Eva saldría del colegio y la señora Lola pasaría a recogerla, esperaba que se portara bien, pero con lo parlanchina y autoritaria que era, probablemente sacara de quicio a la pobre Lola. Llevábamos un año viviendo en esta ciudad, no era lo mismo que España, pero estaba bastante bien, la situación había mejorado mucho desde este nuevo empleo y por suerte, la señora Lola no me cobraba gran cosa por quedarse esas dos horas con Eva, el único problema era que desde hace cinco meses, Erick nos había encontrado. No sabia como, no sabia porqué, pero repentinamente ahora quería estar con su hija, después de todos estos años ausente, decidía que quería integrarse en su vida, pero yo sabia que eso no era lo único. Se había marchado cuando supo que yo estaba embarazada, yo apenas tenia dieciocho años, volvió cuando ya Eva había nacido y de igual modo se había ido. Ahora estaba de vuelta. Con la excusa de querer estar presente en su vida. La vida de Erick no era una vida, era un desastre, se movía de un lado a otro sin tener ninguna atadura, responsabilidades y la única compañía era su Ducati negra, su casco y aquella chaqueta de cuero que nunca cambiaba. Su presencia en la vida de Eva no necesaria y menos imprescindible. Solía pasarme a recoger después de el trabajo, le había dicho que no era necesario pero siempre lo hacia, se quedaba allí quince minutos antes de que yo saliera. No habíamos tenido ni una mala relación ni tampoco una buena, solo fue una noche en la que el era el tipo atractivo de la fiesta y yo era la tonta en busca de atención. Bastó una única vez para yo quedar embarazada, no salen chocolates después de tener relaciones sexuales sin protección. Tampoco era como si yo quisiera una relación, pero quizás su presencia durante el embarazo hubiera sido reconfortante y no la incesante voz de mi madre diciéndome cada vez que podia, que yo solo era una facilona y que eso era lo que ella se ganaba, por haberme dado todo y nunca negarme nada. No le faltaban razones, aunque palabras de aliento hubieran sido mejor recibidas. Diecinueve años, embarazada, con un padre a la fuga y sin tener idea de que camino tomar. Fue difícil, pero puedo sonreír al poder decir que sobreviví. Tomé todos los documentos ya separados por fecha y busqué el lugar donde sacar las copias. Era una máquina enorme y no tenia idea de como usarla, ya que esta no era como las que yo conocía, era especializada en sacar grandes cantidades a la vez. Coloqué la caja en el suelo encontré en una estantería el manual. Le di una rápida ojeada para después comenzar a sacar todas las copias, para suerte mía, lo hice muy bien para ser la primera vez. Ahora iba camino a archivos. - Eres la nueva secretaria del señor. Dimou. - dos mujeres se detuvieron frente a mi, obstruyéndome el camino. - ¿Cual es tu nombre? - Lo correcto seria que te presentaras y luego preguntaras mi nombre. - ¿Disculpa?- dijo, con aquella expresión de no creer lo que escuchaba. Sostuve bien la caja para que no se me cayera. Esta ala ya empezaba a no gustarme. Solo era mi primer día. Las rodeé y seguí mi camino, sabía que solo eran mas como la tal Ally y no desperdiciaría mis minutos con ellas, estaba claro que tanto por su comportamiento, como también por el mío, no tendría muchas amigas por aquí. Como si eso tuviera importancia. - Hola, he venido a dejar esto aquí, es de la oficina del presidente. - Puedes dejarla por aquí. - un hombre o un joven, mas o menos de mi edad estaba detrás de un enorme ordenador, llevaba una camisa blanca, una pinza en el pelo que se lo recogía hacia atrás y tenia un lápiz entre los labios. A pesar de estar sentado, se veía que era un hombre alto y corpulento, no iba para nada ese enorme cuerpo con aquel rostro tan mono. - Toma ese rotulador y escribe tu nombre y la fecha. - eso hice, marqué la caja con mi nombre y la fecha. - Ahora ya puedes irte. - volvió a concentrarse en la enorme pantalla sin decir nada mas. - ¿Solo eso? ¿No me das algo de que ya las he entregado? - ¿Que debería de darte? ¿Un recibo?- se puso de pie y sacó el lápiz de sus labios. Hablaba despacio y calmado. - Por ejemplo. - No estas comprando nada, tu te quedas con las copias y yo con las originales, eso es todo. Ahora, por favor, sal de mi area de trabajo. No me gusta tener intrusos. Retrocede hasta aquella línea. Miré hacia donde apuntaba su dedo, había una línea dibujada justo en la entrada de la puerta. Retrocedí de inmediato hasta allí, dándome cuenta de que aquel joven no era alguien común, por decirlo de alguna manera. - Gracias. - dije antes de irme, el no levantó ni la mirada. Volví de regreso a la oficina, pero ya el presidente no estaba. Me senté en mi escritorio y comencé a jugar solitaire. Cuando llegó la hora del almuerzo, me dirigí hacia el comedor. No era exagerado el decir que la comida de este lado era mucho mejor que la otra. Tomé un poco de casi todo lo que había, solía comer muy bien. Tomé la bandeja y busqué con la mirada una mesa, casi todo el mundo se sentaba en grupos pequeños. Me encontré con la mirada de Ally, quien almorzaba allí también, estaba en una mesa junto con las dos chicas de antes y otras más. No me había equivocado al dejarlas allí sin decirle mi nombre. Seguí buscando, estaba el joven de archivos sentado solo, pero no me atrevía a ir con el, era muy probable que dijera que aquel era su espacio para comer y me echara, mejor ni intentarlo. Opté por sentarme en una mesa vacía. Comencé a comer mi almuerzo mientras miraba aquellos nuevos rostros que de vez en cuando se dirigían a mi con curiosidad, yo era la cara nueva, quizás también era la que le había quitado su puesto a Lucia, entre muchos cosas, yo no era nadie. Levanté mi rostro al oír un murmullo en el comedor, busqué con la mirada la causa de este y lo encontré. El presidente estaba de pie en la puerta del comedor y por lo visto buscaba algo o a alguien. Su mirada se encontró con la mía y yo rápidamente la esquivé, clavándola en mi comida. No volví a levantarla. Hasta que todo quedó en silencio y el presidente tomó la silla que estaba frente a mi y se sentó. Fui subiendo la mirada de a poco, tenia una expresión amistosa cuando nuestras miradas volvieron a encontrase. - Te he estado buscando. - dijo. Hablando de una manera muy cercana, como si nos conociéramos más allá del día de hoy o de las pocas veces que apenas habíamos cruzado palabras. - ¿Necesita algo?- podia darse el caso de que necesitaba que yo hiciera algún trabajo, porque otro motivo no veía para que el estuviera aquí, en el comedor, mientras las miradas curiosas se posaban en nosotros. - No, solo he venido hacerte compañía ya que es tu primer día en esta ala y no quería que te sintieras sola. - Miró la enorme cantidad de comida que había en mi plato, quedando con cara de asombro, - Aquí parece haber comida para dos. - tomó el tenedor y pinchó un tomate de mi ensalada, levantó la mirada y se lo introdujo en la boca, tomó otro y me lo ofreció. Yo abrí la boca muy confundida. ¡¿Que diablos estaba pasando?!
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