Punto de vista Salvatore
No me pude resistir ante la petición de Violeta, así que la besé, cuando sentí el contacto de sus suaves labios, mi piel se estremeció, esos labios tan dulces que ella misma me estaba entregando sin ni siquiera yo pedírselo.
Sus brazos se colgaron en mi cuello, y yo enrede mis manos en su cintura, sintiendo la figura que se escondía debajo de esa camiseta holgada, baje mis manos para acercarme más a sus caderas y fue inevitable que mi amigo se rindiera ante esos preciosos encantos, pues a través de mi pantalón sobresaltó mi entrepierna.
Quise separarme un poco, era un descarado en las cuestiones de la pasión, pero a ella, quería respetarla, en especial porque ni siquiera la conocía, o no lo suficiente para saber hasta que punto podía llegar. Cuando fue incontrolable mi erección, la separé de mi lado y la miré fijamente.
—¡Me encantan tus besos Violeta!
Ella jadeó un poco, tomó aire y se mordió el labio inferior mientras esbozaba una sonrisita socarrona.
—Yo, yo… —Titubeó — Yo no recuerdo tus besos, pero… a mi también me gustó.
Las mejillas de Violeta se colorearon y comenzó a jugar con sus dedos nerviosa.
—Ya vendrá el tiempo en el que te acuerdes de ellos todos los días, solo es cuestión de esperar. Y así podremos disfrutarlos juntos.
Violeta lucía más confundida que antes del beso, y eso me intrigaba ¿Le habían gustado mis labios? ¿recordaba algo de su pasado?
La tomé de la mano y le di un beso en la mejilla, me encantaba el roce de su piel, ella de nuevo se sonrojó y negó con la cabeza.
—Tú me dijiste que Rosita nos tenía el desayuno listo ¿Podemos bajar a comer? Muero de hambre —Violeta sugirió en el mejor momento, era preciso lo que yo necesitaba para remover cualquier turbio pensamiento de mi cabeza: Quería hacerla mía.
—Por supuesto que si cariño, vamos entonces a desayunar.
Ella no se soltó de mi mano y fue tras de mí, en la mesa, ya estaban los dos puestos listos para comer.
Corrí la silla del puesto de adelante hacia atrás para que ella se sentara y me fui hacia la cocina.
Rosita ya estaba preparando todo, me acerqué a ella y en un tono de voz bajo le advertí.
—Ella ya está aquí, Violeta mi prometida.
Rosita me miró con seguridad y asintió con la cabeza
—No se te vaya a ocurrir cagarla Rosita o te lanzo de patitas a la calle ¿entendiste?
Rosita frunció el ceño con enojo, y me miró sulfúrica
—Mira majadero, no me amenaces que yo estoy trabajando contigo desde que usabas pañales, me puedes echar, total ya tengo mi pensión segura, si sigo aquí es solo por cuidarte pequeño.
Rodé los ojos sabiendo que eso era verdad, no debí hablarle así a mi ama de llaves, así que la abracé por la espalda y le di un beso esquimal en su mejilla.
—Rosita, eres mi alcahueta, por favor no me falles, no ahora, es cuando más lo necesito.
La mujer se sacudió para quitar mi enorme cuerpo de encima suyo, tomó la bandeja de la comida y se fue hacia el comedor, yo tomé la jarra del jugo de naranja para disimular y fui detrás de ella.
Cuando Rosita vio a Violeta, sus ojos se le iluminaron y una gran sonrisa se marcó en su rostro.
—Señorita Violeta, que bueno verla. —Rosita se fue hacia ella y le tomó la mano.
Violeta miró el contacto y sonrió con un poco más de confianza.
—Hola Rosita, quisiera decirte que me acuerdo de ti, pero no puedo, discúlpame.
—No te preocupes señorita, yo estoy aquí para servirte, ¿Verdad Salvatore?
Rosita me miró sarcástica, yo asentí con la cabeza.
—Verdad Rosita —Miré a Violeta —Ella se va a encargar de cuidarnos a la perfección y de mantener todo en orden.
Violeta asintió simplemente con la cabeza, soltó la mano de Rosita y comenzó a desayunar, me senté a su lado y también comí.
Era inevitable para mi verla, apreciar cada uno de sus gestos, sus movimientos, era hipnotizante ver sus ojos grises, su mirada profunda, y su cuerpo ardiente, ella me inspiraba los más oscuros deseos que a cualquier ser humano le quedaría difícil de controlar.
De repente, ella sintió que yo la estaba viendo y levantó su cabeza, tragó la comida que tenía en la boca y se limpió con una servilleta.
—¿Pasa algo? Me preguntó arqueando una ceja.
—¿No puedo admirar a mi prometida? —le dije mientras le daba un bocado a mi fruta
—Me observas demasiado, y eso me hace sentir algo incomoda —Respondió sin dejar de mirarme a los ojos
—Siempre te he mirado de la misma manera, es que eres preciosa.
De nuevo se sonrojó, me encantaba la forma en que se ruborizaba con facilidad, era como si viniera en su sangre, mi corazón estaba creando una insana obsesión por ella, y eso me estaba volviendo loco.
—Bueno, tú lo has dicho, tiempo al tiempo —De nuevo Violeta tomó su cubierto para terminar su desayuno, no tuve más opción que guardar silencio.
En ese instante, el timbre de la mansión sonó, mi cuerpo dio un sobre salto ¿Estarían buscando a Violeta? Ella levantó su mirada al mismo tiempo que yo, apenas trague entero.
Rosita salió de la cocina.
—¡Ya voy! Voy en camino.
Me apresure para adelantarme y la tome del brazo.
—Yo abro Rosita
La mujer movió su cabeza extrañada, el timbre sonó de nuevo y los nervios me comenzaron a jugar una mala pasada. El tic en mi ojo que hacía más de 5 años no me daba, apareció de nuevo y mi mano izquierda comenzó a temblar ¡mierda!
¿Tan nervioso me ponía la idea de que me descubrieran secuestrando a Violeta? Y se la llevaran de mi lado.
Me asomé por la mirilla de la puerta que me daba visión hacia afuera y el alma regresó a mi cuerpo, cuando me di cuenta de que se trataba de mi madre.
¡Mierda! Era lógico, mis guardaespaldas no dejarían pasar a nadie.
Abrí la puerta y resople al verla.
—Buenos días, mamá.
Ella entró imponente, sin ni siquiera devolverme el saludo.
—Teníamos un compromiso el día de hoy, tú me dijiste que irías con tu prometida a casa, y es la hora que ni siquiera has llamado para confirmar.
Cerré los ojos y recordé lo que le había dicho, solo que olvidé el detalle de que Violeta, aun no estaba lista para dicho encuentro.