En muchas maneras, le resultaba misteriosa. Y, para él, aquello era un reto. Quería saber más a propósito de aquella muchacha. Quería saber por qué, aunque pareciera imposible, se había mantenido ligada a un hombre al que odiaba y despreciaba. Un hombre que había arruinado la vida de otros muchos. Pero era imposible pensar que Devona pudiera arruinar la vida de alguien. Estaba seguro de que, en el momento en que apareciera en público, más de una docena de hombres perderían la cabeza por ella. El detalle era que ella era diferente a otras mujeres. Y, también, completamente inocente. Si le hubieran dicho que había una mujer tan bella como Devona, que había vivido tan aislada como una monja y que cenaría con él sin tratar de conquistarlo, el Conde no lo habría creído. Era conscient