10. Segundo Día

873 Words
[BRISA] Estoy muy nerviosa, lo que estoy viviendo con Franco me da mucho miedo y la vez me hace sentir más segura que nunca, no sé si es la manera que él me mira, como me habla, o esta sensación de respeto que él me da y que nunca sentí con nadie más. La verdad, no estoy segura, pero aquí estoy con un mono de color blanco, y sandalias negras con accesorios que combinan esperándolo hasta que, al escuchar el golpe en la puerta, mi corazón se acelera como nunca «Tranquila» me digo e intento respirar con calma, pero es inútil, me tiemblan las manos. Camino hacia la puerta y al abrir allí esta él con unos pantalones cortos color azul y una camisa se manga corta color gris que lo hacen ver muy relajado —Te ves hermosa— Me dice con esa manera tan suya de ser y no puedo evitar sonreírme. —Gracias, tú también te ves muy bien— Le halago y si, acá estamos como dos adolecentes diciéndonos cosas bonitas y mirándonos como queriéndonos comer a besos, pero sin atrevernos por los nervios. —¿Vamos?— Me propone y asiento para después solo entrar a tomar mi pequeño bolso y salir con él. —¿En cual café desayunaremos?— Pregunto cuando vamos caminando por el pasillo y él se sonríe. —Más que a un café, te llevare a un sitio que pocos pasajeros conocen y que se desayuna muy bien mientras que tienes una de las vistas más increíbles del crucero— Me cuenta y si hay algo que sabe hacer, es despertar mi curiosidad. —Uhmmm, ahora si que no sé donde me llevas— Comento cuando de pronto estamos frente a la puerta de uno de los ascensores. —Las damas primero— Me dice cuando la puerta se abre y entro para que después sea él quien entre y admito que al encontrarnos solos en este reducido espacio la atmosfera se transforma en algo que no sé como controlar —¿Tú también lo sientes?— Me pregunta y reímos juntos. —¡No me pongas más nerviosa!— Exclamo y cubro mi rostro ante la manera que me mira, pero al sentirlo caminando hacia me veo obligada a destaparme la cara y mirarlo a la cara. —Me gustas muchísimo, demasiado… y no sabes el miedo que tengo— Confiesa en un susurro clavando sus ojos verdes en los míos. —Me estas poniendo muy nerviosa— Le digo mientras que me veo caminando hacia atrás y él avanzando conmigo. —Yo también estoy nervioso, no tengo ni idea de que hacer con esto— Explica y me toma la mano para llevarla sobre su pecho al lado izquierdo y puedo sentir su corazón. —Me pasa igual— Admito. Las palabras parecen haber desaparecido cuando de a poco la distancia entre los dos se va reduciendo hasta dejar de existir por completo y provocar que nuestros labios entre en contacto una vez más. Hay algo demasiado fuerte entre los dos e intentar explicarlo es imposible, solo nos podemos dejar llevar por este beso que de a poco nos va robando el aire hasta que el sonido del ascensor nos anuncia que hemos llegado a nuestro destino y reímos cómplices sobre los labios del otro —Te prometo que vamos a continuar con esto— Advierte y seguimos riendo para después bajar y al hacerlo me doy cuenta de que estamos en un piso del crucero que es completamente vidriado y esta lleno de pequeños restaurantes, cafés y bares. —No sabía que estaba esto aquí— Comento sorprendida. —Es lindo ¿no?— —Es un concepto increíble, me encanta, he visto mercados así en diferentes ciudades, pero nunca imagine esto en un crucero— —La idea fue de un arquitecto bastante joven que gano un concurso y aquí esta el resultado— Me explica con mucho orgullo y me encanta oírlo hablar así. —Es muy bueno ¿y cual me recomiendas?— Cuestiono observando las diferentes opciones y se sonríe. —El francés ese— Responde señalando el café con un nombre muy peculiar —Tiene unos croissants que te mueres— Comenta como niño pequeño y no puedo más que reírme. —Pues vamos ahí entonces, tengo muchas ganas de seguir conociéndote— Admito, y antes de que pueda seguir caminando, él me toma por la cintura y me pega a él. —Creo que nos estamos animando poco a poco ¿no?— Me pregunta. —¿A que?— Cuestiono. —A decir lo que nos pasa, a contarnos que nos morimos por conocernos…— Dice y sonrió. —Oye… no sé que paso, pero nos están mirando— Le informo y nos reímos cómplices y no puedo creer que me este sintiendo como una niña chiquita, pero me encanta lo que él provoca en mi y no quiero dejar de sentirme así nunca. —Vamos a desayunar mejor— Propone y creo que tiene razón, tenemos que ir poco a poco acostumbrándonos a todo esto hasta que finalmente nos podamos atrever a un poco más y todo esto se sienta más libre.
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