Un celular comenzó a sonar y la despertó, pero Christine no quería levantarse después de la noche de pasión que tuvo con Xander. Aún se sentía muy agotada, pero se desperezó y estiró el brazo, tomando el celular de la mesita de noche. —¿Por qué no contestas el teléfono? —reconoció aquella voz de inmediato y rodó los ojos. Aquel hombre no cambiaba. —Buenos días para ti también —dijo irónica. —Buenos días, nena. ¿Cómo te sientes? —preguntó más calmado. —Cansada —dijo y escuchó la risa burlona de Xander. —¿Y eso por qué? —Señor Stone, usted sabe el porqué —alzó una ceja. —Agradece a Dios que no estoy allí —dijo con voz ronca. —Me gustaría que estuvieras aquí —dijo Christine con voz seductora. —A mí también, pero tengo una reunión en unos minutos. De hecho, ya todo el mundo estaba e