La carta no era diferente de cualquier otra, un sobre de papel amarillento, un sello presionado sobre la cera de una vela roja, letra ordenada muy diferente a como recordaba la escritura de Andrés y una floritura en la esquina que llamó su atención. Tarde o temprano debía leerla – Mi querida Lilu – leyó mentalmente usando un tono de voz sarcástico – le prometí al duque Kreigos que no te seguiría, pero jamás mencionó que no podía escribirte, por lo que esta no se considera una falta a mi promesa – si, claro – estos últimos meses te he extrañado mucho, cada vez que mi maestra explica un tema o me habla de los errores y aciertos que los grandes reyes han cometido, pienso, ¡Lilu lo explicaría mejor!, ella me contaría una historia o un ejemplo y usaría analogías o rimas tan extrañas que se qu