—Su voz me resulta familiar.—Peco de malos modales, al no presentarse primero, la penetrante voz, la indujo a un ligero retroceso en el tiempo, pero aún sin coordenadas fijas. —Lo dudo jovencita, mí nombre es Bruna, un placer conocerte.—Le extendió la mano, le asustó ver sus uñas tan largas, disimulo su perturbación y recibió el saludo. —Angélica, disculpe por no haberla saludado antes, me correspondía como su invitada. El contacto no fue desagradable, sintió uno tibio regocijo. La mujer seguía mirándola con sobrada dulzura, como si fuera un tierno animalito exótico. —Hermana espero que cuides bien de ella, de antemano te pido tener buenas atenciones, mi jefe, el señor Lexter sabrá recompensar tu amabilidad.—A Bruna no le agrado esa sugerencia de doña Sofía, más cuando menciono el nomb