El aroma a chocolates con un ligero toque a licor y algunas notas de café, estaba impregnado en su piel como una segunda capa, cuando abrió sus ojos no pudo evitar reírse al recordar su atrevimiento, no, aún no entendía cómo había sido capaz de entregárse con tanto abandono, más no se arrepentía, le fascinó esa sensación que acababa de experimentar, fue idílica. Rodo varias veces por la cama, el dolor que sentía entre sus piernas, las manchas de sangre no la espantaron, solo fueron las pruebas de que no había estado soñando "todo fue real". Se levantó, seguido fue a ducharse, después de terminar con su rutina de aseo y vestirse, decidió salir, cuando abrió la puerta se encontró sorpresivamente a doña Sofía parada frente a está con una bandeja de comida. —¡Hola primor!, te traje el desa