Capítulo 39

1696 Words
Octavia —Recuerden chicas, lo esencial. —Sí, Beta —respondimos al unísono, intentando parecer fuertes, aunque nuestras voces delataban la tristeza que sentíamos. —Pueden quedarse aquí mientras vamos a la habitación a recoger algunas cosas, no queremos que estén hurgando entre nuestra ropa interior —bromeó Sam, tratando de aligerar el ambiente. Subimos más escaleras y entramos en nuestra habitación. Las lágrimas llenaban nuestros ojos mientras observábamos el lugar que había sido nuestro hogar durante tanto tiempo. Ambas nos sentamos en nuestras camas y nos miramos. —Voy a extrañar esto... Diosa, los extraño muchísimo —confesé, colocando mis manos en mi rostro para ocultar mis lágrimas. —Yo también, Vi. Esto es una locura. Hace unos días estábamos viviendo aquí. —Sam suspiró en medio de un sollozo. —Mamá nos preparaba el desayuno y papá se burlaba de cómo aún nos hacía esas tortitas que tanto nos gustaban de niñas. —Sam, vamos a estar bien. Vamos a estar juntas. Vamos a vivir como ellos siempre quisieron para nosotras. Se lo debemos. —Traté de infundir un poco de optimismo en nuestra conversación. —Sí, Vi. Vamos a ser más fuertes. Nunca más vamos a permitirnos perder nada más. No de esta manera, no por no saber defendernos. —La determinación se instaló en su mirada. —Te juro que si esos hombres no estuvieran muertos ya... —Lo sé... —respondí en un susurro, compartiendo su enojo y deseo de venganza. Estuvimos unos minutos más mirando en cualquier dirección, observando y juntando las cosas que llevaríamos de regreso a nuestra nueva residencia cuando Sam rompió el silencio para decir: —Voy a su habitación, quiero llevar algo de ellos conmigo —suspiró pesadamente. Se levantó y salió de la habitación, dejándome sola con mis pensamientos y emociones encontradas. Saqué más ropa de mi armario y comencé a armar una valija con todo lo que pude poner en ella: blusas, pantalones, vestidos, ropa deportiva, zapatillas, tacones. Bueno, puede ser que haya armado tres valijas o más... Mi teléfono vibró en mi bolsillo trasero del vaquero que me había puesto. La misma ropa de ayer, pensé y recordé que había dormido en la habitación de Orión la noche anterior y lo bien que me había sentido. Me hizo sentir segura, contenida y amada, emociones que había anhelado durante mucho tiempo. Alice ??‍♀️ ¡Emergencia! Cafetería Amanecer, en 10 minutos. Octavia ¿Qué? Alice ??‍♀️ Necesito verte Vi ? No puedo creer que arruinaste este momento de mensaje encriptado. ??‍♀️ Sino te quisiera, te golpearía. ¿De verdad pensó que iría sin más? No la conocía, no más allá de la primera vez que nos vimos antes del baile. Y ese fue un encuentro muy, muy... aterrador. Darcy, mi voz de la razón, me gritaba que no fuera, que era una trampa. Menos mal que pocas veces le hacía caso. Abrí suavemente la ventana de mi cuarto. Afuera, un árbol viejo y alto extendía una rama en nuestra dirección. Casualmente, nos había ayudado en varias ocasiones a escaparnos cuando no nos dejaban ir a alguna fiesta. Me sujeté de la rama y comencé a descender lentamente, procurando no hacer ruido. Estaba atenta para asegurarme de que ninguno de nuestros acompañantes en la casa me detectara. Por suerte, estaban aún en la sala de estar, al otro lado de la casa. Toqué el suelo con mis pies y esperé unos segundos, asegurándome de que nadie se percatara de mi huida. No había movimiento ni señales de que alguien se acercara. "Es una terrible idea, Octavia", susurró Darcy en mi mente. "Sí, bueno, hagamos que valga la pena", le respondí en mi interior. Corrí en dirección a la cafetería Amanecer, que se encontraba a unas pocas cuadras de casa. Calculé que podría llegar fácilmente en unos 6 minutos. La emoción y la incertidumbre se mezclaban en mi pecho mientras me alejaba de la casa, decidida a descubrir más sobre la misteriosa chica morena que había aparecido en mi vida. Entré al local de la cafetería Amanecer, donde había muy pocas personas a esa hora. Una joven se levantó y volvió la mirada hacia la puerta. Era Alice. En su rostro se formó una gran sonrisa y me saludó con entusiasmo, agitando la mano. Me acerqué a ella, aún sorprendida por su aparente conocimiento de mi visita. —Sabía que vendrías. Pedí tu café favorito y unas tortitas. Creí que después de esta mañana lo necesitarías —me dijo mientras ambas nos sentábamos. —¿Disculpa? —pregunté, confundida por sus palabras. —La prueba de ADN y todo eso... —¿Eres realmente una bruja? ¿Puedes ver el futuro? —pregunté, mezclando mi confusión con asombro. —Sí y algo así. Soy una bruja y no... no te asustes, soy de las buenas. Y sí, las hay malas, muy malas en realidad. Déjame contarte una historia, mi querida Vi. Alice respondió a todas mis preguntas, a pesar de que no había formulado ninguna en voz alta, ni siquiera en mi mente. Se acomodó en su lugar y me hizo un gesto para que comenzara a comer. Esperó pacientemente a que pusiera algo en mi boca antes de continuar. —Las brujas existimos desde hace ya mucho tiempo. Todas tenemos habilidades diferentes, regalo de nuestra Diosa Luna. Sí —rio cuando vio mi cara de confusión—, también adoramos a la Luna, Vi. En esencia, no nos vinculamos con lobos o humanos. Vivimos y adoramos a la Diosa Luna y nuestra Madre Naturaleza. El caso es que hace un par de años, algunas brujas se volvieron en nuestra propia contra. Usaron sus poderes para influir en la guerra por la Tierra sagrada. Respiró hondo y tomó un sorbo de su café antes de insistir con un gesto para que continuara comiendo. —No tenemos mucho tiempo, así que te resumiré un poco la historia. Puedo ver fragmentos del pasado, presente y futuro. Solo pequeñas partes y no siempre cuando quiero hacerlo. Van y vienen como imágenes confusas y borrosas, suelen llegar a mí cuando duermo, así que retener toda la información a veces es caótico. —El día que nos conocimos, me dijiste que me habías visto toda tu vida... —Así es, Vi. Te he visto toda mi vida, a ti particularmente te veía con más nitidez, con más intensidad. Aunque esos momentos aparecían con menor frecuencia, llegué a conocerte. Tú has sido mi faro, mi luz en la oscuridad. —¿Qué dices? —Cuando las brujas negras se dieron cuenta de mi poder, me secuestraron. En realidad, mi mamá me entregó a ellas, en ese momento tenía 8 años. He estado encerrada hasta hace un mes. Logré escaparme y lo único que quería, lo único que deseaba, era encontrarte. Imagínate mi alergia cuando lo hice. Mi garganta se cerró. Había estado encerrada, secuestrada. —No te preocupes, siempre estuviste ahí para mí. Cada vez que pensaba en bajar los brazos, una imagen de tu vida me llegaba —dijo, sonrojándose—. Además, tenía mi diario —continuó, tocando un bolso que tenía a su lado. —No lo puedo creer —se me escaparon unas lágrimas. —Vi —me habló, colocando sus manos sobre las mías—. Tú has sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Cada una de tus travesuras, cada una de tus aventuras, cada golpe y cada logro, los he vivido como propios. Tú eres lo más importante que tengo. Nada importa más que tú y tu bienestar. Tienes que quedarte junto a Orión. Él y su familia... Tu familia te protegerá, te harán más fuerte, serás capaz de cosas increíbles, podrás defenderte cuando él llegue a por ti. —¿Quién? —pregunté, llena de temor. —El Alfa de las Sombras Oscuras te está buscando. Tiene planes para ti, y no puedes permitírselo. —¿De qué mierda estás hablando? —Todo está en este diario, querida. Todo lo que necesitas saber. Lo he recopilado y escrito todo para ti. —Miró su reloj. —Ya es tiempo de que nos separemos, Sam llegará pronto. Se levantó de su asiento, e instantáneamente hice lo mismo. —Espera... Me acercó a ella en un abrazo. Fue un abrazo cálido, cargado de amor, con un toque de despedida en él. Se apartó apenas unos centímetros y colocó sus manos en mis mejillas. El contraste de su sonrisa y las lágrimas que caían libres de sus ojos me estrujó el corazón. Se acercó a mí y me besó. Su beso no fue como los de Orión, que calentaban mi sangre y mi alma hasta el punto donde el dolor y el placer se conjugaban. Este beso era frío, como la caricia de una brisa fresca un día de verano. Sentí su aliento entrar en mi boca mientras un poder se encaminaba por mi cuerpo. Se apartó de mí, sin soltarme. Besó mi frente, luego mis ojos, mi nariz y depositó un suave beso en mis labios. Apoyando su frente en la mía, me murmuró: —Te amo, Vi —y así se fue. Caí sentada en una de las sillas, con los pensamientos enloquecidos en mi cabeza, incapaz de coordinar una idea. Mi mirada recorrió la cafetería y se detuvo en el lugar que había ocupado Alice. Su bolso estaba en la silla; seguramente su diario estaría allí, lo dejó para mí. La puerta de la cafetería se abrió, y Sam entró enloquecida, mirando a todos lados. —Vi, ¿qué mierda te pasa? Casi nos provocas un infarto. Orión está como loco. ¿Por qué te fuiste así? —Gritó, haciendo que las pocas personas que estaban allí dentro se giraran para vernos. —Atiende el maldito teléfono antes de que Orión mate a alguien. Recién en ese momento me di cuenta de que mi teléfono estaba sonando. Atendí la llamada y encontré a un Orión poseído al otro lado de la línea. —Princesa, ¿estás bien? ¿Dónde estás? ¿Estás herida? Octavia, háblame. —Ella... ella me besó.
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