Capítulo 35

2395 Words
Octavia —Esto pasó hace 15 años, el día que la guerra terminó. —comenzó a contarme Orión, su voz profunda y segura me envolvió en atención—. En aquel entonces, yo tenía 7 años. Estaba ocurriendo una guerra entre nuestra manada, Los Cazadores Sagrados, y Las Sombras Oscuras. Ellos deseaban apoderarse de nuestro territorio, así como de la Tierra Sagrada, un lugar entre nuestras manadas que no tiene dueño, pero al mismo tiempo, es de todos nosotros. Es un lugar sagrado para los hombres lobo, un lugar donde la magia de la Diosa Luna es más intensa, y donde ella ejerce su mayor influencia. Mientras Orión hablaba, sus ojos se encontraron con los míos, y pude sentir la profundidad de su relato. Su mirada buscaba en la mía la confirmación de que lo estaba siguiendo en su historia. Mis ojos se clavaron en los suyos, capturados por el brillo de sus palabras y la emoción que transmitía. Nuestros cuerpos se acomodaron más cerca uno junto al otro, nuestros dedos se rozaban ligeramente, y su calor me envolvía de una manera que me hacía sentir segura. —Las Sombras Oscuras comenzaron a atacarnos en diferentes localidades que pertenecen a nuestra manada. Nuestro territorio es extenso, abarcando numerosos pueblos y ciudades, donde las manadas de lobos coexisten en armonía con los humanos. —Orión hablaba con pasión, y su mirada ardía con la historia que compartía sobre las manadas. —¿Humanos? —Pregunté confundida, —creía que no se relacionaban... —Si, hay hombres lobo que tienen como compañeros a humanos, es algo bastante normal, de hecho. Cuando un humano acepta el vínculo, decide unirse a nuestro territorio y convertirse en parte de la manada, pero nunca un lobo va a vivir a una ciudad con humanos. Esta es una de las cosas que el Alfa de Las Sombras Oscuras no tolera. Siente un profundo desprecio por los humanos y no los considera dignos de compartir sus vidas con los lobos. Para él, la Diosa Luna cometió un error al unir a humanos y lobos como compañeros. Mientras escuchaba a Orión, mis sentimientos se mezclaban entre la sorpresa y la indignación. —Pero ¿quién se cree ese tipo? —Estaba enfadada con el Alfa de la manada enemiga, mi enojo crecía a medida que escuchaba más sobre su actitud. —El karma es verdaderamente implacable, ¿sabes? ¿Adivina quién era la compañera de ese Alfa? —Orión me retó con una sonrisa irónica. —¿No me digas que...? —respondí, riendo por su entusiasmo. —Exactamente, su compañera era una humana. Para que lo entiendas mejor, ser compañeros implica que nuestras almas están interconectadas, como si tuviéramos un hilo que nos une. Es un vínculo sagrado, un regalo directo de la Diosa Luna. Los compañeros comparten un lazo tan fuerte que se convierten en una sola alma, algo que nos impulsa instintivamente a protegernos y amarnos el uno al otro por el resto de nuestras vidas —explicó, mirándome a los ojos. Su mirada descendió lentamente hacia mis labios, y noté cómo tragaba con dificultad —Este vínculo es tan profundo que resulta impensable hacerle daño a tu compañera. Herirla sería herirte a ti mismo. Compartimos físicamente los dolores, las emociones del corazón y del alma, es un lazo que va más allá de lo que puedas imaginar. —¿Lo... lo sientes conmigo? —pregunté con ansias, deseando saber si nuestro vínculo era tan poderoso como él había descrito. —Sí, y más ahora que estás en el territorio... Siento todo, Octavia, cada emoción fuerte que experimentas: tristeza, dolor, lujuria —Orión dijo esto último mientras levantaba una mano y apartaba un mechón de pelo de mi rostro. Un fuego se encendió dentro de mí, y tuve que aclarar mi garganta. —Debe ser incómodo, lo siento... —No es tu culpa, y no, no es incómodo. Es como si pudiera compartir un poco de tu dolor, y quiero creer que eso te alivia de alguna manera. Nos miramos fijamente durante unos segundos, y la temperatura de la habitación subió un grado por minuto. Mordí mi labio inferior, y noté que sus pupilas se dilataban. —¿Qué sucedió con su compañera? —casi gemí al hacer la pregunta, deseando conocer más sobre la historia. —Él la mató. Públicamente la ejecutó para probar su punto. Los humanos son débiles para él, y su compañera no era la excepción. —Mi sangre se heló ante sus palabras. Lo miré con pánico en mis ojos, y la idea de que él... —Jamás —dijo con voz firme y fría como un cubo de hielo—, jamás te pondría una mano encima, Octavia. No para lastimarte, no para causarte dolor. Aunque no tuvieras a Darcy, aunque fueras solo humana, te amaría hasta mi último aliento. —Asentí sin poder decir una palabra más. —Así que sí... —Continuó Orión —Él la mató y juró vengarse de la Diosa Luna, por eso quería controlar el territorio de Tierra Sagrada. Aunque él no se dio cuenta en ese momento del error que había cometido. Verás, creo que, en la historia de las manadas, él fue el primero que no aceptó el vínculo de compañeros ni tuvo una Luna. —Orión tomó suavemente mi mano y la acercó a sus labios, besando mis dedos con ternura. Sus ojos brillaban intensamente, y pude sentir el afecto y el deseo que ardían en su mirada. —Octavia, quiero que entiendas cuán importante es completar el vínculo de compañeros con la marca —dijo con voz suave, sus labios rozando mis dedos mientras hablaba. —No se trata solo de una marca física, sino de un símbolo de unidad y amor profundo. Cuando dos almas se unen de esta manera, se fortalecen mutuamente, y el vínculo entre los compañeros se vuelve inquebrantable. Su pulgar acarició suavemente la parte interna de mi muñeca, enviando escalofríos por mi brazo. Cerré los ojos por un momento, disfrutando de la sensación de su contacto. —Ser Luna es fundamental, para la relación y para la manada —continuó, y sus palabras resonaron en mi corazón. —Los Alfas, como yo, a menudo somos impulsivos, fríos y calculadores. Luna aporta frescura, amabilidad y contención a los demás, cuando un Alfa no puede llegar, Luna lo hace posible. Nuestras almas y corazones se unen, creando un equilibrio perfecto para dirigir y proteger a los nuestros. Además, fortalece el poder dentro de la manada y el vínculo entre todos nosotros se vuelve más fuerte. Orión levantó su mano libre y tocó suavemente mi mejilla, acariciándola con el pulgar. Sus ojos verdes brillaban con sinceridad y emoción, y pude sentir el amor que irradiaba de él. La intensidad de sus palabras y la pasión en su voz eran evidentes, y sabía que él deseaba profundamente esta conexión. —Quiero que seas mi Luna, Octavia, en todos los sentidos. —Sus labios se acercaron a los míos, y un suave beso selló sus palabras. Era un beso lleno de promesas y esperanzas, un recordatorio de lo que podía ser si completábamos nuestro vínculo. —Yo... —No es necesario que respondas ahora, tenemos tiempo, amor. —Se aclaró la garganta y siguió —Volviendo a la historia, cuando un Alfa no encuentra su compañera destinada por la Diosa Luna puede tomar una a elección. —¿Cómo? —Puede que uno nunca encuentre a su compañera, pueden pasar años o tal vez nunca se encuentren, puede que uno de los dos haya muerto o no viva siquiera en el mismo continente, pueden pasar mil cosas. Un lobo común puede vivir sin su compañera, un Alfa no. Necesitamos a nuestra compañera en nuestra vida, en la vida de la manada. Tendemos a ser más posesivos, más territoriales e intensos con nuestra relación... Lo mire con una expresión de entendimiento, aunque sus últimas palabras estaban grabadas en mi mente para revisarlas más tarde. —Ese Alfa no completó su vínculo de compañeros, no tomó una compañera elegida, por eso eran más débiles que nosotros. Mi padre lideró a nuestro ejército. Fueron años y meses de sacrificio. Ese día, hace 15 años, nos atacaron. Como protocolo para garantizar la continuidad de la línea sanguínea de Alfa y Beta, nos encerraron a Lucas y a mí en un búnker protegido, dejando a nuestras madres y hermanos en otro búnker. El giro de la historia me estaba inquietando. Él respiró hondo y soltó el aire lentamente, y sus ojos reflejaban el dolor de esos recuerdos. —Cuando la batalla terminó, habíamos ganado. Oskar, el padre de Lucas, nos fue a buscar. Salimos ilesos del búnker y nos llevó a casa. Estábamos esperando a que Oskar volviera con nuestra familia cuando llegó el aviso de la desaparición de nuestras hermanas, Sonya y Aila. Nos llevaron directamente al hospital de la manada porque la mamá de Lucas había sido gravemente herida. Allí nos enteramos de todo. Las caricias de Orión en mi pelo me reconfortaban, y sentía una necesidad profunda de estar cerca de él, como si estuviera buscando refugio en sus brazos. Mientras escuchaba la historia de las niñas, mi corazón se apretó de angustia. —Aila, que en aquel momento tenía 3 años, vio a su mamá atacando a los hombres que habían llegado a infiltrarse en el búnker. Ella se lanzó a la pelea, mordió al atacante que tenía a su mamá inmovilizada en ese momento. El agresor la golpeó y ella terminó inconsciente, Sonya saltó para sacarla de allí justo cuando otro hombre entraba. Se las llevó. Las caricias de Orión en mi cabello se deslizaron hacia abajo, recorriendo suavemente mi brazo y luego mi muslo. Cada roce de su mano enviaba una corriente eléctrica de deseo y ternura por todo mi cuerpo, haciéndome temblar ligeramente. —Pasaron horas hasta que uno de los nuestros las encontró. Las habían subido a una camioneta y las llevaban de regreso al territorio de las sombras oscuras cuando la camioneta se salió del camino y se estrelló en un barranco de la carretera. Nos trajeron sus cuerpos, dos cuerpos diminutos irreconocibles, quemados por el incendio que se produjo después del choque. Esa tarde se realizó la ceremonia de cremación y las despedimos. Las palabras de Orión pesaban en el aire, llenas de tristeza y pérdida. El tacto de su mano en mi muslo me anclaba a la realidad de la historia, y el dolor que él había experimentado era palpable. Mi corazón se rompió por lo que habían pasado, posiblemente por lo que habíamos pasado. No me había dado cuenta de que estaba llorando, no hasta que las lágrimas llegaron a mis labios. Sentía tanto dolor, y de repente comprendí que no era solo mi dolor. Era el dolor de Orión, un dolor tan profundo que me dejó sin aliento en los pulmones. —Lo lamento —sollocé —lamento la pérdida de tu hermana... —No solo perdí a mi hermana ese día... —Orión inhaló profundamente, su mirada ardía en mis ojos —Siempre pensé que Aila sería mi compañera, estaba seguro de ello, —rio con amargura —algo en mi interior me lo decía. Ese día perdí lo que sentía que era una parte de mi alma, por mi hermana y mi posible futura compañera. —Pero ella no era tu compañera... —murmuré, tratando de ocultar mi recelo ante este hecho. —No lo sabremos hasta que estén los resultados de la prueba de ADN. —respondió con una pequeña sonrisa. —¿Cambia algo si soy ella o si no lo soy? —pregunté tímidamente. Orión levantó un poco su cuerpo y se apoyó en un brazo, sus cejas se movieron en una pregunta silenciosa —¿Cambiaría algo en lo que sientes por mí? Su respuesta no se hizo esperar. Orión se inclinó hacia mí, sus labios encontraron los míos en un beso apasionado y ardiente. Fue un beso revitalizante, lujurioso, amoroso, y en ese momento, fue todo lo que necesitaba para sentirme completa. "No cambia nada, mi amor, seas quien seas te quiero igual, te quiero por quién eres ahora" murmuró con voz grave y sensual en mi mente. Su voz me estremeció, y un pequeño gemido escapó de mis labios, lo cual pareció volverlo loco de deseo. Orión se colocó sobre mí, sosteniendo su peso con sus brazos fuertes. Mis manos recorrieron su cuerpo con avidez, explorando cada centímetro de su piel cálida y firme. No se separó de mí hasta que toqué un punto sensible en su cuello con mis dedos, y soltó un suspiro profundo, un gemido o un gruñido que me hizo sentir su pasión y anhelo de una manera palpable. Orión me miró con deseo en sus ojos, pero con una determinación clara en su voz. "Tienes que descansar", me dijo, su tono cargado de pasión. "No voy a tomarte aquí, no ahora. Me tomaré mi tiempo para recorrer cada parte de ti cuando tú me lo pidas, cuando estés preparada... No sabes cuánto lo deseo..." Besó mi frente con ternura antes de separarse de mí abruptamente, dejándome con una intensa frustración s****l que nunca había experimentado antes. Mis deseos ardían, y aunque mi experiencia s****l era limitada, nunca había sentido una necesidad tan abrumadora. Me giró y me abrazó desde atrás, manteniendo ciertas partes de su cuerpo alejadas de mí. Su aliento cálido rozaba mi cuello mientras inhalaba profundamente mi aroma. —¿Tú...? ¿Has estado...? —pregunté tímidamente. —No, ahora duerme, mi amor. —¿No quieres saber si yo...? —con un gruñido bajo, sentí cómo su cuerpo se tensaba detrás de mí, casi parecía vibrar. Pero su voz fue suave y peligrosamente seductora cuando habló —¿Tú...? ¿Has estado...? —No, ahora duerme Orión. "Pequeña diabla...", susurró en mi mente, su voz desencadenando una chispa de deseo en mi interior. Esa noche dormí mejor de lo que había dormido en toda mi vida. A pesar de la pena y el dolor que habíamos compartido, me sentía en paz en sus brazos, segura y protegida. Comenzaba a entender por qué Sam no quería separarse de Lucas. Tal vez era hora de dejar de resistirme a Orión y entregarme a lo que sentíamos el uno por el otro.
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