Capítulo 33

1380 Words
Orión Después de abrirle mi corazón a mi compañera, no pude evitar besarla. Sabía que era lo correcto, lo necesario. Su cuerpo se amoldaba al mío como si estuviera hecho a medida, éramos dos piezas de rompecabezas que encajaban a la perfección. Los momentos que estábamos compartiendo eran un regalo divino, y sentía que estábamos entrando en un mundo que nos pertenecía, un mundo donde no existía el dolor ni la incertidumbre. Los labios de Octavia eran suaves y cálidos, y el sabor de su aliento era dulce como el néctar. Mi lengua se deslizó con la suya en un baile apasionado que parecía durar una eternidad. Cada roce, cada caricia, solo aumentaba el deseo que ardía en mi interior. Era un fuego imposible de apagar, y no quería que se extinguiera. Ciro gruñía de placer en mi mente, disfrutando de esta conexión con Darcy. Nuestras mentes compartían la misma pasión, la misma urgencia. La necesidad de unirse, de ser uno solo, era abrumadora. Me apreté contra Octavia, y ella me lo permitió, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello y aferrándose a mí. Sentí el calor de su piel a través de la ropa, y eso solo avivó aún más las llamas de la lujuria. Nuestros cuerpos se movían al unísono, como si estuvieran destinados a estar juntos de esta manera. Era un placer tan intenso que me estaba volviendo loco, y sabía que ella también lo sentía. Me aparté solo por la necesidad de tomar aire, pero no podía dejar de mirarla. La deseaba con una intensidad que nunca antes había experimentado. Mis ojos se encontraron con los suyos, y pude ver la emoción en su mirada. Era una emoción que definitivamente iba a borrar de su mente, porque no podía permitir que se sintiera culpable por esto, por nosotros. —Alfa, yo... —comenzó a decir, intentando separarse, pero esta vez no lo iba a permitir. La atraje de nuevo hacia mí, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el mío. "¡Mía!" gruñó Ciro en mi mente, extasiado. Era una afirmación de posesión, de deseo, de amor. Mi lobo y yo éramos uno solo en este momento, compartiendo esta unión con ella. Octavia era nuestra compañera, nuestra pareja, y no había vuelta atrás. Estábamos unidos por la luna y por el destino, y no había nada ni nadie que pudiera romper este lazo. El grito de mi madre en el pasillo nos hizo volver a la realidad, y Octavia y yo saltamos del lugar, corriendo hacia la puerta con urgencia. Octavia salió primero, lista para enfrentar lo que fuera que encontráramos. Mi madre tenía una mano en la boca y la otra en su corazón, sus ojos llenos de lágrimas. Papá tenía una expresión como si hubiera visto un muerto, y Samuel permanecía como una estatua, sin moverse ni decir una palabra. —Sonya... —murmuró mamá, y yo me paralicé en el lugar —Sonya, mi amor —continuó mientras se acercaba a Sam. Octavia dio un paso adelante, enfrentándose a mi madre, protegiendo a su amiga. —Ella no es Sonya —le dijo Octavia con determinación —es Sam, Samantha para los desconocidos. —Ella no es una desconocida, es mi hija —le respondió mamá despectivamente, y en ese momento se detuvo a mirarla. Soltó un grito ahogado y se tropezó, pero papá estuvo a tiempo de sujetarla para evitar que cayera al suelo. —Amor, calma, ella no puede ser Sonya... —Aila... Por la Diosa, ¿qué es esto? —Madre, no, no pueden ser Sonya y Aila —salí de la parálisis en la que había sucumbido. —No puedes decirme que no reconocería a mi propia cachorra, Orión. Ella es Sonya, es tu hermana. Y llama a la madre de Lucas... —¿Por qué a la madre de Lucas? —preguntó tímidamente Sam. —Porque ella es la mamá de Aila. Ustedes dos —dijo señalando de Lucas a mi compañera —ustedes son hermanos. Una cólera total se apoderó de Octavia, y sus ojos brillaban con furia. Lucas, por su parte, se enderezó ante las palabras de mi madre e intentó acercarse a Octavia, pero sus palabras la detuvieron en seco. —Ustedes nos abandonaron... —murmuró Octavia, su voz apenas audible por la emoción que la embargaba. Todo se volvió caos en ese momento. Intenté agarrar la mano de Octavia, pero ella se apartó de mí. En cambio, tomó a Sam en sus brazos, protegiéndola de mi familia. Mamá avanzó para detenerlas, y Lucas se movió frente a las chicas, en un intento de mediar en la situación. —¡Basta ya todos ustedes! —ladré usando una orden Alfa, intentando restaurar la calma en la habitación —Todos se van a calmar y vamos a discutir esto civilizadamente. —No vas a ordenarme nada, Alfa. Esta locura termina aquí. —me dijo Octavia entre dientes, luchando contra mi orden. —Por favor, Octavia, no puedes irte. Hablemos de esto. —Esto es un error —siguió luchando, pudo levantar las manos y hacer un gesto que señalaba todo el lugar, terminando por apuntarme con el dedo —Todo esto lo es. Nos vamos. O eso intentó. Sam se mantuvo en su lugar, mostrando su disposición a escuchar. Octavia miró a Sam con confusión y tristeza. —Sam... —Octavia, solo escuchemos, ¿sí? —¿Qué? ¡No! —Por favor, Vi. —No, Sam, no. No me quedaré aquí a escuchar locuras y excusas de personas que, si son quienes realmente dicen ser, nos abandonaron a nuestra suerte cuando éramos unas niñas indefensas.... —Vi, para ya, siempre eres tú la que escucha, la que da segundas oportunidades, eres tú la amable, la tolerante, la tranquila... —¿¡Y qué gané con eso, Sam!? Mamá y papá murieron por salvarnos. ¡Tú me estás abandonando! —Yo no... No lo hago... —Sí, lo estás haciendo. ¿Quieres conocer más sobre nuestra condición? Perfecto, hazlo. ¿Quieres quedarte a jugar a la familia feliz? Pues es tu puto día de suerte, Sonya. Yo me voy. Octavia se alejó por el pasillo en dirección a su habitación, y mi corazón se aceleró. No podía permitir que se fuera, no podía dejarme solo. —Mi niña... —sollozó mamá, acercándose a los brazos de Sam. Sin embargo, Sam se negó a aceptarla. —Con todo el respeto, no me llame así. —se giró hacia mí —Hablaré con Octavia, llegaremos a un acuerdo, Alfa. Si me disculpan, mi hermana me necesita. La vi irse tras Octavia, lo cual me calmó un poco la ansiedad. "Síguelas" le ordené a Lucas. Asintió sin mirar a nadie en particular y caminó tras ellas, decidido a mediar en la situación. —Yo lo siento... No quería causar esta situación, Orión, lo siento. —Lloró mi madre, tomándome del brazo. —Entren, hablaremos de esto ahora. Mi familia entró al comedor y se sentaron alrededor de la mesa. Mi mente era una tormenta eléctrica que no me dejaba pensar con claridad. No podía concentrarme en nada, no tenía idea de lo que estaba pasando. —Espero sepan disculpar el comportamiento de mi compañera. Ha tenido momentos muy difíciles últimamente. —No te preocupes, hijo —dijo papá —entendemos su reacción a la noticia. Me preocupa la repercusión que esto pueda tener para su relación. A mí también, pensé. Creí que podría hacerla cambiar de opinión en cuanto a irse, creí que si compartíamos más tiempo juntos podría llegar a aceptar el vínculo, podría incluso enamorarse de mí. Ahora no veía una salida clara. —Tenemos que confirmar esta situación. Las chicas no entienden las relaciones de los lobos. No se fiarán de la palabra de nadie. —Podríamos hacernos pruebas de ADN —sugirió Sam. —Sí, sí, en eso podrían confiar —dijo emocionada mamá. —Se los plantearé a las chicas, una vez que se calmen por la mañana. —hablé mientras me levantaba del asiento y daba por terminada la charla. El ambiente en la habitación seguía cargado de emociones y tensión, pero al menos teníamos un plan para abordar la situación y tratar de reconciliar a mi familia con las chicas.
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