Capítulo 32

1583 Words
Octavia Orión me miró y señaló una silla en la mesa. Me acerqué y tomé asiento, mientras él se acomodaba a mi derecha, ocupando la siguiente silla. Estábamos uno al lado del otro, y la cercanía me hizo sentir incómoda y ansiosa. Sam finalmente soltó a Lucas, y ambos se sentaron frente a nosotros. La mesa estaba llena de deliciosos platos, y el aroma de la comida me hizo darme cuenta de que tenía hambre. Mientras observaba a los demás, traté de mantener mis emociones bajo control y prepararme para la conversación que vendría. —¿Cómo estás? —me preguntó Orión, su voz era suave y llena de preocupación. Sentí el peso de su mirada sobre mí, pero no me atreví a mirarlo directamente. —Bien, gracias por preguntar, Alfa. —Respondí en un tono neutral, manteniendo mi mirada fija en la mesa. No estaba lista para enfrentar su presencia, sus ojos, o lo que había sucedido entre nosotros. Él suspiró y giró su cuerpo para mirar a Sam, buscando apoyo en su mirada, mientras yo me sentía atrapada en mi propia confusión y temor. —Queríamos hablar con ustedes, estuvimos pensando en sus peticiones, y traemos propuestas. —Orión continuó, su voz llevaba un deje de inseguridad que rara vez había escuchado en él. Asentí levemente, aún sin levantar la vista de la mesa. Mis pensamientos estaban en un torbellino, y no sabía cómo manejar esta conversación. —Está en ustedes decidir qué hacer con sus padres. Podemos prepararles la ceremonia, o enterrarlos en el cementerio... —sus palabras pesaban en el aire, y mi corazón se apretó al pensar en la decisión que debíamos tomar. —Ellos no eran lobos, aun así ¿se puede hacer la ceremonia? —preguntó Sam, su voz temblorosa. Era evidente que también le preocupaba esta elección. —Sí. —Orión suspiró de nuevo, como si llevara el peso de este trágico evento sobre sus hombros. —Ellos murieron protegiendo a la compañera de un Alfa y un Beta, humanos o lobos merecen los honores. Las lágrimas amenazaron con llenar mis ojos mientras asentía a su respuesta. No podía evitar sentir gratitud por el respeto que mostraba hacia mis padres, a pesar de que no eran lobos. —Entonces queremos la ceremonia, Alfa —dijo Sam sin vacilar, su voz firme. La miré y asentí en silencio. No podía negarles este último homenaje a mis padres, sin importar las complicaciones que pudiera traer. —Bien, la programaremos para mañana al atardecer. Por otro lado, su regreso a su casa por sus cosas. Entiendo que quieran ir en persona, espero que ustedes entiendan que no irán solas. —Orión se movió en su silla, y sentí el roce de su pierna contra la mía. Mi corazón dio un vuelco, y me obligué a mantener la compostura. —No hay problema con eso, Alfa. —respondí en voz baja, tratando de evitar cualquier contacto físico. Sentí su lenta inhalación a mi lado, como si estuviera tratando de contener su reacción. —Pasado mañana comenzarán el entrenamiento con los lobos aprendices. A las 9 AM todos los días. —Su voz se volvió más firme, y su mirada se mantuvo fija en mí mientras pronunciaba esas palabras. —Sí, Alfa —dijimos Sam y yo al unísono, tratando de mostrar nuestra disposición a cumplir con las reglas de la manada. —Beta, Sam, ¿podrían darnos unos minutos a solas, por favor? —Alfa Orión habló con suavidad, y vi cómo Sam lo miró con dudas. Pero en cuanto Lucas se levantó y tomó la mano de Sam, supe que ya la había perdido. Salieron de la habitación, dejándonos solos. Orión se giró hacia mí, y su mirada intensa se encontró con la mía. Mi corazón latió con fuerza en mi pecho, y me sentí atrapada en su presencia, en su cercanía. El deseo y el miedo chocaban dentro de mí. —Creí que tendría más control, Octavia, pero no puedo. —Se inclinó aún más cerca, su mano cálida tocando mi mejilla. El roce de su piel envió escalofríos por todo mi cuerpo, y mi corazón dio un salto. —No creo ser capaz de tenerte tan cerca y no poder tocarte, no poder besarte... me estás matando, princesa. Mis labios temblaron, y traté de encontrar las palabras adecuadas, pero estaba abrumada por la intensidad de mis emociones. —Yo... yo no puedo... —No me digas eso, por favor. —Orión sollozó y colocó ambas manos en mi rostro, apoyando su frente en la mía. Su aliento chocaba con el mío, y su cercanía me hacía sentir mareada. —Alfa, tú no te mereces esto, no puedo darte nada de lo que me pides, no quiero... Me levantó de la silla y me sentó sobre la mesa, colocándose entre mis piernas. Sus manos aún sostenían mi rostro mientras me miraba a los ojos con una intensidad abrumadora. —Tú no tienes que darme nada, no tienes que hacer nada que no quieras, pero no puedo permitir que me mientas en la cara. Sé que sientes la atracción por mí, es parte del vínculo. La Diosa Luna no se equivoca al dar a los compañeros, Octavia. Ella nos regala justo lo que necesitamos para ser mejores. Nos regala lo justo y necesario para ser felices en esta vida... Mis labios seguían temblando mientras intentaba luchar contra la intensidad de mis sentimientos y la confusión que me invadía. —Me quieres por este estúpido vínculo. —Murmuré, con la mirada baja, sin poder apartar mi rostro de sus manos que me sostenían con firmeza. Orión acarició mi labio inferior con su pulgar, enviando un estremecimiento a través de mi cuerpo. —No te equivoques, mi amor, el vínculo me hace desearte, —me dijo con voz suave— y yo te quiero por quién eres. Te quiero por ser una amiga protectora, por ser una hija amable y considerada, por ser fuerte ante una situación como la que estás viviendo. Te quiero, y eso no tiene nada que ver con el vínculo. Mis emociones se agitaron dentro de mí mientras lo miraba a los ojos, y por un momento, el miedo se desvaneció, reemplazado por un cálido sentimiento de aceptación y deseo. Sus palabras penetraron en mi corazón, y aunque mi mente seguía luchando contra la confusión y el miedo, mi cuerpo respondía a su cercanía de una manera que no podía controlar. Me besó... Y yo se lo permití. Cuando sus labios tocaron los míos, una explosión de emociones y sensaciones me invadió por completo. Era como estar dentro de una supernova, una intensidad ardiente y deslumbrante. La necesidad de él me consumió, y no pude resistirme. Mis manos se deslizaron alrededor de su cuello, atrayéndolo más cerca mientras profundizábamos el beso. Su mano se enredó en mi cabello, enviando escalofríos a lo largo de mi espina dorsal, y con la otra, recorrió mi cuerpo con deseo, deteniéndose en mis caderas para unir nuestros cuerpos aún más. Sentí claramente su necesidad, la misma urgencia que sentía yo. Nos separamos un poco para tomar aliento, y cuando vi la esperanza brillando en sus ojos, me sentí desarmada. Había cometido un error, no podía darle falsas esperanzas. —Alfa, yo... —intenté decir, luchando por separarme y encontrar las palabras adecuadas en medio de la tormenta de emociones y sensaciones que nos había envuelto. Un grito fuera de la habitación nos hizo saltar a ambos en el lugar, y corrimos hacia la puerta al unísono. En el pasillo, Sam y Lucas miraban a tres personas que aún no había conocido. La mujer tenía una mano sobre la boca y la otra en su corazón, sus ojos estaban llenos de lágrimas. El hombre mayor estaba con la boca abierta, como si hubiera visto un fantasma. Me sorprendió el asombroso parecido del chico que estaba con ellos y Sam. —Sonya... —murmuró la mujer, extendiendo una mano hacia Sam. —Sonya, mi amor —continuó mientras se acercaba a ella, lágrimas cayendo por sus mejillas. Automáticamente me moví para interponerme en su camino. No iba a permitir que una extraña tocara a Sam. —Ella no es Sonya —le dije con precaución, extendiendo mis manos como si estuviera conteniendo a un animal salvaje. —Es Sam, Samantha para los desconocidos. —Ella no es una desconocida, es mi hija —dijo la mujer, finalmente clavando su mirada en mí. Me evaluó durante unos minutos hasta que soltó un grito ahogado y tropezó. El hombre mayor la agarró del brazo para estabilizarla. —Amor, calma, ella no puede ser Sonya... —Aila... Por la Diosa, ¿qué es esto? —Madre, no, no pueden ser Sonya y Aila —le habló Orión, moviéndose hacia su madre. —No puedes decirme que no reconocería a mi cachorra, Orión. Ella es Sonya, es tu hermana. Y llama a la madre de Lucas... —¿Por qué a la madre de Lucas? —preguntó tímidamente Sam. —Porque ella es la mamá de Aila. Ustedes dos —dijo, señalando de Lucas a mí —ustedes son hermanos. Mi sangre se heló. Mi respiración se sintió pesada, no podía llevar suficiente aire a mis pulmones. Esto no puede ser cierto, tiene que ser una mentira. No puede ser verdad porque eso significa que... —Ustedes nos abandonaron... —susurré, apenas capaz de articular las palabras que revolvían mis pensamientos y emociones en ese momento.
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