Siete días sin tocarla y todo eso se habría acabado. Podría seguir con su vida. Solo tenía que tomar un par de precauciones. Primero, no podía permitirse verse empujado a discutir con ella. Por alguna razón, para ellos dos discutir era como una especie de juego preliminar. Segundo: nada de volver a fantasear con ella, nunca. Eso significaba nada de volver a revivir encuentros sexuales, nada de imaginar otros nuevos y nada de visualizarla desnuda o con cualquiera de las partes de su cuerpo en contacto con las suyas. Y durante la mayor parte del tiempo las cosas parecieron ir conforme al plan. Estaba en un estado constante de quietud y la semana le pareció que duraba una eternidad, pero aparte de un montón de fantasías obscenas, pudo mantener el control. Hizo todo lo que pudo para ocupar s