Narra Cameron
Nuestra camarera es exquisita. Intercambio una mirada con Ethan y puedo decir que él está pensando lo mismo que yo. Ella se sonroja de forma bonita, tiene un cuerpo delicioso. Hay algo en su comportamiento, también, que habla de un deseo innato de complacer que está constantemente en guerra con lo que sospecho que es una travesura oculta.
O quizás eso es precisamente lo que espero.
Una relación con alguien como ella podría tal vez sacar a Ethan de su malestar. Ha sido un incordio desde que terminó el semestre. Necesita algo en que entretenerse y este año no va a dar clases en verano.
—Soy Maria y estaré atendiendolos –dice ella. Sus labios de un rosa intenso me cautivan por un momento, antes de recordarme a mí mismo.
—Soy Cameron —digo—.Él es Ethan.
—Hola —dice, y sus mejillas se sonrojan. Lleva el pelo n***o y liso recogido en una coleta alta y parece que quisiera poder cubrirse la cara con él. La idea de que una mujer tímida se abra a nosotros me pone muy cachondo. Podríamos sacarla de su caparazón.
Podríamos corromperla.
—¿Eres estudiante?— pregunto.
—Sí— dice ella—. Soy estudiante.
—¿A cual de las dos Universidades vas?— pregunta Ethan en tono suave.
Se sonroja aún más cuando dice:
—Al Valle. Estoy en el programa de lingüística.
Perfecto. Una estudiante de posgrado, lo que significa que tiene la edad suficiente. Para nosotros, nadie menor de veinticinco años. No importa que vaya a la misma escuela en la que trabajamos porque, mientras no esté en nuestro programa, no va en contra de la política de la universidad.
Hay una inocencia en ella mientras tartamudea sus palabras. Seguramente no es virgen, pero esa falsa inocencia está pidiendo a gritos que la corrompan.Cuando ella se aleja, Ethan la observa hasta que le doy un codazo. Lo miro y él asiente. Estamos de acuerdo. Ahora solo necesitamos que la chica se suba a bordo.
¿Por qué, una vez que esté a bordo, estará en la cama, entre nosotros? Su coño y su culo cómodos recibiendo nuestros pene mientras grita hasta quedarse ronca por todo el placer que le damos.
***
Narra María
De alguna manera, me las arreglo para tomarles el pedido. Eso fue lo último que recuerdo que salió de mi boca, porque tan pronto como dije esas palabras, todo lo que pude escuchar fue el doble sentido. Y luego mi cerebro se volvió confuso. ¿Y si habían escuchado el doble sentido? ¿Y si pensaban que era intencional? No lo era, pero ¿y si lo hubiera sido? No sé coquetear, nunca lo he hecho. Dudo de todo cuando lo intento. Sé lo que me gusta, sé lo que quiero. Pero cuando alguien más entra en la ecuación, se convierte en un bucle de retroalimentación interminable de lo que ellos esperan y quieren versus lo que yo espero y quiero. Solo necesito que alguien intervenga y diga: —Oye, nos gustas. Ven a casa con nosotros esta noche— si alguien hiciera eso, entonces yo podría seguirle el juego y finalmente divertirme, olvidarme de todas las cosas molestas que hay en mi departamento, de todas las pequeñas rarezas que me molestan, de toda la soledad que siento, de todas las formas en las que no estoy a la altura.Por fin llega el momento de llevarles la cuenta, y he estado demasiado tiempo en su mesa, recogiendo sus platos a pesar de que ese es el trabajo del camarera.
—¿Maria?
Los profesores me miran esperando que responda.
Porque uno de ellos, Ethan, creo que se llama, dijo las palabras que yo ansiaba oír. No fue mi imaginación, después de todo.
Lo repite, en voz baja y seria: ;Nos gustas. Creemos que deberías venir a casa con nosotros esta noche. ¿Qué te parece?
—Mmm… —de repente, sus platos se vuelven muy pesados en mi mano.
—Debemos advertirte—añade Ethan—. Cuando jugamos, jugamos duro.
—Me gusta jugar. Me gustan los juegos —digo, sonando más valiente de lo que realmente me siento. Lo único en lo que puedo pensar es en la historia de Catherine sobre la otra camarera que se fue a casa con ellos. Le dieron una follada. Quiero eso. Lo quiero tanto.
Cameron inclina la cabeza hacia un lado, observándome.
—¿Qué tipo de juegos?
Me muerdo la risa.
—Difíciles.
—Entonces, ven con nosotros —dice Cameron, y sus ojos oscuros se encuentran con los míos—. Una noche.
Levanto un hombro y le digo: —Está bien.
Como si les estuviera haciendo un favor. Los labios de Cameron se curvan hacia un lado, porque ve a través de mi intento de mostrarme indiferente.
—¿A qué hora sales del trabajo?
—Pronto —digo—. Tal vez en unos veinte minutos.
Ethan, el gruñón de ojos azules, asiente.
—Te estaremos esperando afuera.
Mi estómago se agita de nervios y felicidad.
—Saldré pronto.
Pagan la cuenta y se van. Eso no ha pasado por casualidad. ¿O sí?
—¿Estás bien? —pregunta Catherine cuando llego a las máquinas de café.
—Sí. Yo... —me detengo. No sé cómo terminar la frase. Finalmente, me obligo a decirla—. Me pidieron que me fuera a casa con ellos.
—Espera, ¿te han invitado a salir? —pregunta con un tono de emoción en su voz.
—Sí, creo que sí.
—Querré escucharlo todo mañana— dice.
Le prometo que le contaré todo, pero tengo la cabeza confusa. Esto no está sucediendo realmente, ¿verdad? Quiero que suceda, y lo deseo tanto. Pero las cosas que siempre he deseado de verdad nunca se hicieron realidad: una familia amorosa, una beca completa, una pasantía remunerada.Quizás todo esto sea una broma.
Empiezo a convencerme de que estos hombres no tienen nada mejor que hacer que engañar a una joven universitaria. Se reirán de mí cuando llegue a la acera y luego se marcharán dándose palmadas en la espalda en un gesto de hilaridad compartido.
Sin embargo, cuando salgo del restaurante, ellos simplemente se quedan allí, mirándome. Los ojos oscuros de Cameron brillan mientras sonríe.
—Estaba empezando a preguntarme si saldrías corriendo por la parte de atrás.
Encogiéndome de hombros, digo: —Lo consideré.
—No tienes por qué tenernos miedo—dice Cameron—.Nosotros nos divertimos mucho. Las cosas que nos gusta hacer pueden ser duras, pero seguiremos tus indicaciones, Maria. El consentimiento es nuestra regla número uno.
—El consentimiento es bueno —le digo—. Doy mi consentimiento. Iré contigo. Quiero hacerlo. Y no tengo miedo.
Es una gran mentira. Soy virgen y me voy a casa no con uno, sino con dos hombres que son al menos veinte años mayores que yo.
—Aquí es adonde vamos —dice Cameron, mostrándome un mapa en su teléfono.
—Envíale un mensaje a un amigo– dice Ethan.Asiento con la cabeza.
Nadie se mueve.
Ethan me mira fijamente, sus intensos ojos azules son severos —.Ahora mismo, Maria.
—Ah, claro. De acuerdo —saqué mi teléfono y dudé. La persona a la que normalmente le escribo es a mi compañera de cuarto y ex hermana adoptiva. Pero no quiero contarle a Mina sobre estos hombres. Por una vez, esto es algo que es solo mío. Sin embargo, no quiero que se preocupe. Le escribo diciéndole que voy a una fiesta y que me quedaré toda la noche. Ella comienza a responder, probablemente para invitarse, pero hago clic en el número de Catherine y le escribo los nombres completos de los hombres y adónde iremos. Levanto mi teléfono para que Ethan pueda verlo—.Listo —digo—. ¿Estás feliz ahora?
—¿Había esa actitud en tu voz? —Ethan cruza los brazos sobre el pecho.
Oh, mierda. ¿Qué debería decir? Definitivamente había una actitud. ¿Eso es algo bueno o malo? ¿Qué me dará la paliza que quiero?—Quizás haya sido un poco de actitud —digo, ladeando la cadera. Descarada, sí. Puedo ser descarada. De hecho, estoy empezando a sentirme más como yo misma con cada momento que pasa.
La sonrisa de Ethan es lenta y segura y le dice a Cameron: —Parece que hemos encontrado una mocosa.
—Qué bien. Las mocosas son perfectas —dice Cameron, saltando sobre las puntas de sus pies—. Me encantan sus gritos de indignación cuando les doy nalgadas hasta dejarlos rojos.