Un cambio radical
Verano de 1973
Londres
Christopher
Según las palabras de mi padre soy un desastre, un sinvergüenza y necesito madurar, aunque es culpa de él porque cuando quiero cambiar un poco mi rutina tengo que soportar a los guardaespaldas que me impuso, en verdad desde que tengo memoria vivo rodeado de gente cuidándome, entiendo que dada nuestra posición económica podemos ser abordados, aunque para ser sincero quien me sigue los pasos a todos los sitios es la maldita prensa, ellos son mi karma, viven especulando y difamándome sobre mi vida. Tampoco negaré que me gusta divertirme, incluso vivo metido en fiestas y algunos escándalos mediáticos, o seré más específico soy un playboy, me encantan las mujeres y les doy lo que me piden, además es normal a mi edad no querer comprometerme como vive sugiriéndolo el señor Williams Mckeson, pues para él soy la oveja negra de mi familia, en cambio mi hermana Jaqueline, es su consentida y no exagero, ya que le complace todas sus locuras, como esa idea descabellada de tener una escuela de modelaje y alta costura, no es envidia, o ¿Sí? El punto es que para mí señor padre soy un cero a la izquierda, incluso siento que si Billy pudiera dirigir sus empresas lo sentaría en su silla sin dudarlo, pero mi hermano mellizo no puede, tiene un retraso mental que lo mantiene aislado en una clínica privada, y ese es otro tema que todavía me cuesta aceptar, al punto que tengo prohibido hablar de su existencia con nadie, ni con mi hermana mayor, no sé los motivos, no sé qué ocultan mis padres y me canse de tanto misterio en mi familia, y esa sigue siendo una de las razones para marcharme de Londres, necesito vivir sin sentir que me ahogo solo por llevar el apellido Mckeson.
Sin embargo, antes de viajar me di una escapadita con una de mis amigas íntimas, lo sé, soy débil y no puedo privarme de unas piernas bonitas, como tal estoy castigando con mis embestidas a está morenaza que me vuelve loco con solo escucharla gemir en francés, a tal punto que llego al éxtasis del placer y dejo caer un segundo mi cuerpo sobre ella, para terminar, saliendo y colocarme a su lado quedándome pensativo, más su voz me saca de mi burbuja.
–Mon Chéri ¿Debes marcharte mañana? ¿Por qué no recapacitas de ese absurdo de viajar a New York? ¿Por qué me dejas? –averigua con su voz entrecortada y busco sus ojos verdes.
–Marie tome una decisión para no enloquecer por las discusiones con mi padre, además quiero terminar mi carrera y también ayudaré a Jaqueline con su escuela de modelaje en New York, ya sabes la parte administrativa– argumento y me da una mirada de reproche.
–Claro que ayudarás a tu hermana en la escuela, pero no en la parte administrativa, sino dando tu visto bueno con las modelos y diría que hasta les harás un examen minucioso. ¡Sinvergüenza! –replica y me tira una almohada haciéndome sonreír.
–Tal vez no lo negaré, pero te seguiré extrañando porque no hay dos como tú– aseguro con una sonrisa pícara y se incorpora tirándome mi ropa interior.
–Vete Christopher antes que pierda la paciencia con tus mentiras, y cuando nos volvamos a encontrar espero que hayas cambiado o, mejor dicho, que cupido te dé una lección– menciona y frunzo el ceño.
–Marie ¿Qué mal te he hecho? ¿Por qué quieres que me conforme con una sola mujer? –digo haciéndome el ofendido y niega con la cabeza sin dejar de sonreír.
Horas más tarde
Italia
Milán
Harry
Muchas veces me pregunto, ¿Qué debo de hacer para complacer a mi madre? No tengo la respuesta, más bien siento que todo lo que hago le disgusta, nunca valora mi esfuerzo, soy un buen hijo, no me meto en problemas, tengo las mejores notas de mi clase, pero para la baronesa Adriana Caprini nada es suficiente, incluso sigo pensando que estuviera mejor si mi padre viviera, aunque mi tío Lucca se niega a hablar de él, es como si quisiera evitarme más sufrimientos, y hace algún tiempo investigue un poco el pasado por mi cuenta, aunque para ser sincero no creo que un mafioso haya sido mi papá, además ni siquiera tengo un rasgo físico de él, yo tengo el cabello desordenado color n***o, los ojos del color de mi madre, marrones, en cambio el difunto tenía el cabello rubio, los ojos azules y como que no existe nada que me haga creer que somos parientes, además debo sumarle un agravante, mi querida madre no era una santa, tuvo miles de amantes en su juventud y sigue teniéndolos, porque el hombre que consideraba o podía llamar padre, murió hace un año, Enricco Mandarini, era un buen sujeto y dentro de todo fue quien nos dejó una buena posición económica, vivo rodeado de lujos, de autos de alta gama, asisto a las fiestas de mi circulo social o la palabra correcta de la elite de Milán, no me hace falta nada, o ¿Sí? El cariño de mi madre, lo que me hace sentir un error y debo confesar que soy un imbécil muchas veces con las chicas, ante todo no quiero lástima de nadie.
Igual hoy es de esos días que no tengo ganas de soportar a nadie, pero estoy haciendo un esfuerzo para sentarme a la mesa con una de sus invitadas, o la tonta que anda detrás de mi queriendo engatusarme, no cambia que me limito a escuchar su charla banal hasta que Daisy se dirige a mí.
–Harry te he echado de menos, deberíamos pasar la navidad juntos. ¿No lo crees? –comenta con una sonrisa estúpida y la miro con el rostro comprimido.
–¡No! Prefiero el infierno frio de los Alpes suizos en un castillo a quedarme en esta aburrida mansión– replico cortante y sigue con su cara tonta.
–¿Es bonito tu castillo? –pregunta y no entiendo que debo de hacer para que deje de fastidiarme.
–No le llamamos castillo, sino casa, ¿Cómo te lo explico Daysi en tu lenguaje? –menciono con un tono de desdén.
–¡Harry! ¡Compórtate! Porque te estás excediendo y deberías ser más amable con nuestra invitada– intercede mi madre.
–No he dicho nada malo, más bien para mí es llevar demasiado lejos el nobleza obliga y no tengo intenciones de hacerlo– reclamo muy natural y quien me lanza una mirada asesina es mi tío.
–¡Harry! Teniendo en cuenta que ya eres mayorcito, se más educado o abandona la mesa– rebate mi tío Lucca.
Sin más preámbulos tiro la servilleta en la mesa y dejo el comedor con una sensación de libertad para terminar dirigiéndome al estudio, doy unos cuantos pasos y abro la puerta donde busco el bar, me sirvo un trago con whisky y me quedo contemplando la vista del jardín por el ventanal, hasta que soy sacado de mi mundo por el ruido de la puerta teniendo que mirar sobre mi hombro.
–Harry como me has hecho quedar en ridículo con Daisy no veo más motivos para que sigas en Milán, partirás mañana para New York sin protestar…–menciona mi madre y me termino girando con el rostro desencajado.
–¡Madre! ¿Qué has dicho? ¿Me estás castigando por culpa de esa tonta? Explícamelo porque no lo entiendo– exijo con mi voz irritada y me da una mirada intimidante.
–Hijo debes terminar tu maestría en negocios y lo harás en Estados Unidos, incluso me adelante y hable con el decano de tu facultad, el sujeto está complacido de tenerte como su alumno, así que aquí tienes la documentación que puedes necesitar y el cuarto que te asignaron, también el nombre de tu compañero, es un tal Christopher Mckeson– explica mientras levanta un sobre del escritorio y comienzo a revisar la documentación.
¿Qué carajos le sucede? Esta es una simple excusa para poner distancia conmigo, para deshacerse de mí, ¿Por qué lo hace?
–¡Esto es una locura! Mejor dime, ¿Qué no quieres volver a verme? Al final para ti soy un estorbo, un mal recuerdo de quien era mi padre, o ¿No? –rebato con mi voz llena de malestar y me da una sonrisa de satisfacción.
–Hijo estás equivocado y te lo demostraré, me mudaré a New York para estar a tu lado, pero necesitaré unas semanas para organizarme, entonces espero que no me desilusiones y des tu mayor esfuerzo, ¿Sí? –comenta y me deja pensativo.
Londres
Christopher
Era hora de volver a mi realidad por más que me disgustará, pero la verdad no quiero escuchar un sermón de mi padre y me estoy escabullendo para subir por la escalera a mi habitación, aunque cuando estoy casi llegando a la puerta y siento que tocan mi hombro. Respiro hondo, cierro los ojos un segundo para armarme de paciencia y termino girándome muy despacio cuando contemplo la sonrisa maliciosa de mi hermana.
–Hola Christopher, eres fácil de engañar, pero es tu culpa por andar a hurtadillas. ¿Listo para el viaje? –repite y tuerzo la boca.
–Hola Jaqueline, te confieso que estaba evitando a papá, y sobre el viaje es una decisión tomada, además míralo de esta forma te ayudaré en tu empresa de modelaje, no estarás sola y podrás olvidarte del imbécil de tu novio– menciono y me da una mirada asesina.
–¡Cállate Christopher! No hables mal de Steven, porque es un hombre culto, de la aristocracia y ante todo me ama, no tiene ningún defecto como vives inventándole. Otra cosa, te advierto que no quiero problemas con las modelos, así que tendrás que comportarte o te echaré de las instalaciones de mi empresa–dice con un tono de malestar para después señalarme con su dedo y le doy una sonrisa forzada.
Claro que tiene varios defectos el idiota, además de ser un pomposo engreído solo por tener un grado de parentesco con la realeza británica, pero es imposible hacerle cambiar de idea, o quizás puedo presentarle a alguien en New York y olvide a Steven.
–Jaqui no hablo mal del idiota de tu novio, más bien digo la verdad, porque seamos sinceros ¿Qué le ves? ¿Su título noble? ¿Su fortuna? O ¿Quizás…? ¿Cómo te lo digo sin sonar grosero? El sujeto es un playboy que solo busca llevarte a la cama y calmar su ego masculino. Y sobre el otro tema solo quiero ayudarte con tu empresa, nada más…… ¿Qué traes bajo el brazo? –explico y me mira con su rostro tensado.
–No sé cómo te soportaré en New York, menos mal que estarás viviendo en el edificio de la universidad. Igual me meterás en problemas, y ya que estás curioso encárgate de darle uso al diario que me dio nuestro padre, ¿Me ayudas? –se queja y termina entregándome su diario.
–Veamos si escribiste algo. ¡Jaqui! Solo le pusiste la pasarela de mi vida, no está mal el nombre y creo que me servirá, me lo quedaré– replico mientras hojeo el diario con calma.
–No lo dudes hermanito, verás que tu vida cambiará y se convertirá en una pasarela– asegura y le doy una mirada incrédula.
Milán
Harry
Me siguen dando vueltas las palabras de mi madre, porque no es una mujer de hacer las cosas por un arrebato, más bien cada paso que da es calculado, sobre todo, piensa siempre en su bienestar, en sacar partido de la peor situación, entonces su decisión repentina de mudarnos a New York debe tener un fin, la pregunta evidente sería ¿Cuál? Pero quien puede despejar mis dudas es mi tío Lucca, pues es quien conoce todos sus secretos, incluso no logro comprender que se deje pisotear por ella. Lo cierto es que aprovecho su costumbre de fumarse un cigarrillo antes de dormir en el jardín para abordarlo.
–Linda noche, el cielo despejado y lo mejor es que se marchó Daisy– comento y me mira desde su silla de ruedas.
–Harry es una pena que no puedas ver todas las virtudes de Daisy, pero no hablaré más del tema, ¿Qué quieres preguntarme? –replica con un tono de malestar para después preguntarme con su rostro comprimido.
–¿Tan evidente soy? No contestes, la expresión de tu rostro lo dice todo, pero es cierto que quiero hacerte una pregunta, ¿Qué existe en New York? ¿Por qué debo estudiar allá? –digo y me mira pensativo.
–Adriana ¿Menciono algún detalle importante? ¿Un nombre o apellido? –averigua con curiosidad y recuerdo un detalle.
–¡Sí! Ahora que lo mencionas tío, mi madre hablo de un tal Christopher Mckeson, ¿Por qué? –respondo y arquea la ceja.
–¡Mckeson! Entonces solo significa una cosa, muchacho abre bien los ojos y no confíes en nadie, ni siquiera en ese sujeto, porque tu madre tiene sus propios intereses, y tú estarás en medio de una guerra– relata, me aconseja y trago saliva.
Al día siguiente, al amanecer
Londres
Christopher
Vuelvo a mirar mi reloj mientras aguardo a mis padres en la entrada de la mansión pues se suponía que nos acompañarían a la pista privada para abordar el avión, pero siguen al parecer reunidos en el despacho y no lo entiendo porque mi madre es puntual como toda una típica inglesa, como tal me canse de estar como un imbécil esperándolos e ingreso al interior de la casa, mientras mi hermana sigue embobada despidiéndose del idiota de su novio. Continuo con paso firme y cuando estoy cerca de la puerta del estudio escucho su charla acalorada.
–Williams todavía puedes detener a Christopher, por favor no lo dejes marchar porque siento que es un error y este viaje solo le arruinará la vida.
–Mi fiera nuestro hijo es un hombre y no puedes seguir asustada creyendo que todavía ella lo puede lastimar, hice lo que me pediste resguardándolo todo el tiempo, pero Christopher tiene 23 años de edad y no puedo seguir teniéndolo amarrado a nuestro lado, todo lo opuesto, le hará bien la distancia, sentará cabeza y madurará– menciona mi padre con su voz firme y escucho los sollozos de mi madre.
–¡Amor! Es que sigo pensando que ella volverá a fastidiarnos la vida como lo hizo antes con Billy, ¿Ya lo olvidaste? Pero sigues creyendo que exagero, yo lo siento aquí, en mi pecho. Mi instinto de madre me dice que mis hijos estarán en peligro– replica mi mamá con su voz desesperada.
–¡Margaret! Por favor los chicos estarán bien, además ella está en Italia y es parte de nuestro pasado y continuará como tal, por último es hora de estar solos, de tener tiempo para nosotros, de otra luna de miel con tanto te lo he pedido, porque sabes que sigo siendo esclavo de tu piel….
¡No! ¡No! No quiero escuchar a mis padres, es mucha información conocer sus intimidades, no cambia que tengo una duda más, ¿De quién rayos hablarán? ¿Quién será esa mujer? ¿Qué le hizo a Billy?
Banyoles, Cataluña
Martha
Dice mi madre que soy una soñadora que le gusta atreverse a vivir, porque desde pequeña busco la manera de cambiar mi destino, ante todo no quiero quedarme con las ganas de no luchar por lo que anhelo, también tengo miedos y muchos, pero si algo he aprendido es a vivir con ellos. Soy un caos a veces, aunque en más de una ocasión no me detengo, sino sigo hasta las últimas consecuencias, como ahora que decidí marcharme a New York para ingresar a una escuela de modelaje, pues siendo sincera quiero convertirme en una aclamada modelo.
Quizás estoy loca por dejar todas las comodidades que tengo para aventurarme por algo incierto, pues no tengo la necesidad de complicarme la vida, ya que mis padres son dueños de una hacienda de vinos, no les va mal, al contrario, tienen éxito y dinero, además debo sumarle que existen varios pretendientes a mis pies, aunque siendo sincera ninguno me ha hecho vibrar mi corazón, tampoco es que tenga experiencia en el amor, todavía soy muy joven, apenas tengo 18 años de edad y necesito dar un giro de 180 grados para descubrir mi destino, o cambiarlo, pues me atrevo a decir que no creo en las cosas prescritas, más bien me parece que todo pasa porque lo hago posible.
La realidad es que ando brincando de la emoción, porque acabo de recibir mi carta de aceptación para ingresar en la escuela de modelaje, pero lo bueno es que me dan los tiempos para estudiar en la universidad. Sí, combinaré mis clases con mi pasión, también es una manera de cumplir la promesa que le hice a mi padre, sino ni loco me deja marcharme, igual no estaré sola, mi amiga de infancia me acompañará, incluso en este instante no dejo de revisar lo que llevaré en mi viaje hasta que escucho su voz.
–Martha todavía me cuesta creer que viajaremos a New York, parece que sigo soñando despierta, no cambia que estoy nerviosa y ansiosa por conocer que me depara el futuro, y no logro comprender, como sigues tan calmada. ¿Dónde guardaste los nervios? –dice mientras está sentada en el borde de la cama y solo sonrió.
–Collete, no tengo motivo para estar nerviosa, porque conquistaré New York, verás que arrasaremos cuando nos presentemos en la escuela, entonces cálmate, ¿Sí? –declaro con sinceridad y se me muerde los labios.
–No dudo que arrasaremos, más que todo tú, con ese porte de diosa que posees, tienes los ojos grises que hechizan a cualquier hombre, el cabello rubio, la piel blanca, eres alta, toda una modelo. Verás que conquistarás muchos galanes, la cuestión es que no caigas en sus redes, porque los estadounidenses tienen una fama de sinvergüenzas, pero estoy segura de que cambiarás tu destino, y tal vez encuentres al hombre de tus sueños– replica y le doy una mirada incrédula.
–Amiga tal vez a ti fleche cupido, porque sabes que soy bastante complicada con los hombres, pero no te preocupes por mí, no pienso caer en las redes de un picaflor, ni de un estirado, ante todo mi hombre ideal solo existe en mi cabeza y no lo encontraré nunca– afirmo y niega con la cabeza dudando de mis palabras.
Horas después
New York
Christopher
Tras una despedida interminable con mi madre abordamos el avión privado de mi familia, aunque seguían dándome vueltas sus palabras igual metí en el cajón de los misterios de los Mckeson mi nueva duda, y me distraje revisando el porfolio de las modelos que Jaqueline había seleccionado para que ingresen a su escuela, aunque ninguna me cautivo, así transcurrió el tiempo hasta que aterrizamos, pero en vez de acompañar a mi hermana a su pent-house decidí instalarme en mi cuarto de la universidad, como tal estoy recorriendo los pasillos hasta que halle mi puerta. Respiro hondo esperando no tener un imbécil de compañero, o peor aún un santurrón, giro la perilla e ingreso contemplando con curiosidad el lugar. Pudo observar dos camas, una a cada extremo, también los escritorios, y un sujeto sentado en una de las sillas de espaldas, creo que lee algún libro, y lo que puedo percibir a simple vista es que tiene la piel blanca, su cabello lo lleva alborotado y es de color n***o, de hombros anchos y tal vez de mi misma altura, hasta que se gira y observo su rostro, tiene unas cejas gruesas, la nariz puntiaguda, sus ojos marrones que te dan una mirada penetrante, también tiene barba como yo, aunque es unos años mayor, quizás tiene la edad de Jaqui, así me cruzo de brazos y decido romper el hielo con mi voz.
–Hola soy Christopher Mckeson tu nuevo compañero de cuarto y de andanzas, ¿Cómo te llamas? –me presento y el tipo abandona la silla.
–Soy en barón Harry Johnson y si no te cruzas en mi camino podemos llegar hacer amigos, sobre todo cuando algo quiero lo consigo sin importar a quien tenga que vencer, ¡¿Entendiste?! –sentencia muy formal y me quedo pensativo.