Odette se reunió con los gerentes de los cuatro clubes nocturnos que le pertenecían a Serguei, pero que llevaba administrando desde hace unos tres años y cada detalle, cada compra y cada cambio que necesitaban hacer iban corriendo con ella para pedir su opinión e incluso autorización, cuando les pedía ir con el dueño, ellos terminaban haciendo lo que se les daba la gana y aunque no lo hacían mal, despilfarraban mucho dinero solo porque sí, así que de mala gana aceptaba continuar haciéndose cargo de los problemas que había en cada uno de los clubes, pero ese almuerzo no fue para informarle sobre algún conflicto sino que fue para darle excelentes noticias sobre los cierres finales del mes y los cuatro lugares estaban facturando bastante bien, tanto que había la posibilidad de poder abrir otro lugar, sin embargo, los clubes no eran de Odette y abrir otro sería algo que tendría que autorizarlo Serguei.
Algo que su matrimonio tenía, aparte de los cuernos que cargaba sobre su cabeza, era que tenía firma en todas las cuentas bancarias oficiales de su esposo, ella tenía cuentas personales donde solo ella tenía firma y todas las propiedades adquiridas durante el matrimonio estaban bajo su nombre también, en un divorcio todo debería partirse por la mitad porque no tenían un acuerdo prenupcial, pero Odette era una hija del diablo que sabía lavar dinero de una forma excepcional y los pagos recibidos por su trabajo como Anubis estaban en cuentas de testaferros de su mayor confianza. Volvió a su oficina después de aquel almuerzo que a lo último le dio una revelación divina y fue ese comentario de "la lealtad se gana" Serguei había perdido lealtades desde que comenzó a tener amantes, comenzó a descuidar el trabajo, socios dejaron de buscarlo para hacer negocios y eso generó en Odette una intriga porque ella no tenía una explicación; dos toques a la puerta de su oficina la hicieron girar la silla y vio a su secretaria entrar con su típico andar de pingüino gracias a la ajustada falda tubo que usaba, siempre se vestía igual y caminaba igual, era gracioso verla.
– El señor italiano de la mañana ha vuelto, no quiere decir su nombre e insiste en verla. – dijo un poco nerviosa.
– Déjalo pasar. – Odette tenía una idea de quien era, solo había una persona que quisiera hablar con ella y que hubiese nacido en Italia.
– ¿Quiere que llame al equipo de seguridad antes de que entre? Es un hombre muy intimidante y tiene talle extraño. – la secretaria no tenía idea de quién era su jefa, pensaba que toda aquella seguridad era por ser esposa de un magnate no porque ella fuera uno.
– No hace falta, él y yo fuimos amigos cuando estuvimos en secundaria. – la vio dudar, pero al final se retiró.
– Permiso. – dijo el hombre que entró unos segundos después.
– ¡El gran Dante Valentino, el tigrillo de la Toscana! – Odette se levantó de su silla con los brazos extendidos.
– Mi señora diosa de la muerte. – Dante también extendió sus brazos, parecían ser el doble de los de ella.
– No tienes idea de cuanto extrañaba tus abrazos. – susurro con su rostro escondido en el pecho ajeno.
– Veremos cuando te animas a ir a visitarme a la Toscana de nuevo, una noche de vino o una noche como tú la quieras. – bajó la cabeza para verla a los ojos.
– Acordamos no arruinar nuestra amistad volviéndonos amantes. – levantó la cabeza mientras sonreía.
– Yo sé que acordamos no arruinar la amistad, pero teníamos dieciocho cuando eso paso, una vez cada cinco años no está mal. – la hizo reír y le dio un beso en la frente antes de alejarse.
– Toma asiento ¿Quieres algo de beber? – le dio una palmada en el hombro.
– Agua por favor, he andado haciendo algunas vueltas y siento la garganta un poco seca. – fue a la pequeña sala de juntas que Odette tenía en su oficina.
– ¿Que te trae a Moscú? – preguntó mientras abría la nevera que más parecía un mueble de decoración.
– Una mezcla de trabajo y placer... – respondió mientras la veía sacar agua y buscar los mejores vasos – Pero principalmente venía a verte para ofrecerte un trato de trabajo, muchas gracias. – sonrió cuando ella dejó las bebidas sobre la mesa de centro.
– No he surtida mi alacena privada, pero tengo las almendras con sal de mar que tanto te gustan... – Odette siempre era una gran anfitriona – ¿Qué tipo de trato tienes para mí? – se sentó en el sillón de un lado.
– El tipo de trato que te va a dar acceso al mercado italiano surtiendo mis caletas con coca. – Dante destapó una botella y se sirvió agua.
– Sabes que sigo casada. – todo lo que hiciera Serguei lo sabría.
– Eso no ha sido impedimento para que vayas haciendo tus pininos como jefa de un cartel surtiéndole a algunos capos italianos de bajo rango. – le vio fijamente.
– El mercado en Italia es controlado por los Giuseppe y los Doménico, me ha sido difícil mantenerme lejos de su radar. – cruzó una pierna sobre la otra.
– Si me ayudas a hacerme dueño de Sicilia puedo darte acceso libre a los capos de alto rango... – vio como la expresión de Odette cambió completamente – Mi familia va saliendo de las sombras en que se mantuvieron durante años gracias a los esfuerzos de mis primos y yo, quiero hacerme dueño de una isla tan importante como lo es Sicilia y me encantaría tener a Cerdeña, pero sé que James es un diamante muy difícil de fracturar a pesar de sus años, pero Antoni flaquea muchísimo. – esperaba contar con un elemento como Odette de su lado.
– ¿Buscas mis soldados para sacarlos? – pasó los dedos por su barbilla mientras pensaba.
– No, yo lo que menos quiero son ríos de sangre en el país que amo, además una guerra no le conviene a nadie, quiero presentarme ante Antoni a hablar de negocios. – Dante quería hacer las cosas con paz.
– ¿Dónde entro yo? – Odette se perdió por un segundo.
– Tu entras como mi socia y mi principal proveedora, tú me surtes de mercancía y yo te doy dinero, acceso a socios italianos y una independencia económica mucho más amplia... – entrelazo los dedos – Aunque si te soy sincero, serias tu quien me diera acceso a más socios, tienes una cantidad de aliados impresionante que estoy muy seguro una asociación conmigo sería un número más. – que dijera eso fue como si otro rayo de luz celestial se abriera ante los ojos de Odette.
– Ahora si se me está antojando ir a tu casa en Toscana y tomarme unas cuantas botellas de vino. – Odette sonrió entendiendo lo que estaba diciendo.
Estaba cansada, eran las dos de la tarde y su mente estaba bastante lenta de comprender, pero cuando finalmente entendió la propuesta de su mejor amigo fue mucho más clara y el momento de luz divina fue más clara.
– La lealtad es algo que se gana y hay personas como tú que se saben ganar las lealtades sin mucho esfuerzo... – ambos se vieron a los ojos – Has creado una red de confianza con muchas personas que a mí me conviene conocer y a ti te conviene ser mi socia porque te abriría un paso libre por Italia. – extendió la mano hacia ella mucho más animoso.
– Solo le veo un problema a todo eso, sigo casada con zar de la mafia rusa y mis actividades levantarán sospecha tarde o temprano. – se frotó la barbilla con más ganas de estar adentró del campo.
– Podemos protegerte, podemos mantenerte lejos del ojo público mientras se realiza tu divorcio porque tarde o temprano eso va a ocurrir. – Dante era más positivo que Odette.
– No creo que los italianos confíen en una mujer y menos en alguien de mi edad teniendo de historial a un hombre como Serguei. – estaba dudando más de lo que debía, pero era algo justo.
– Hay un principio que está muy presente en las familias de mafiosos italianos y muchos se basan en ese principio para saber en quien depositar su confianza. – se sentó más a la orilla del sofá ansioso por convencerla.
– ¿Qué principio es ese? – ladeo la cabeza.
– Nunca traicionar a tu esposa... – lo dijo con seriedad – Si eres capaz de traicionar a la mujer que confía en ti y cada noche cierra los ojos a tu lado en una cama, no eres digno de la confianza de nadie... – vio como los ojos de Odette se abrían con sorpresa – Se espera que los miembros sean leales a sus esposas y familias, que los protejan en todo momento, la traición a la esposa o la familia se considera un acto deshonroso y puede tener graves consecuencias dentro de la organización, por eso es que Antuan ha perdido muchos socios y el imperio de los Giuseppe se está desmoronando. – sintió que con aquellas palabras finalmente la había convencido.
– Te acompañare a hacer lo que quieres, pero dame tiempo para resolver ciertos detalles, tengo que moverme a Japón por trabajo. – gritó cuando Dante le salto encima para abrazarla y llenarle de besos el rostro.
– ¡Gracias por creer en mí! – se arrodilló frente a ella – ¡Te prometo que no te voy a decepcionar y que juntos vamos a construir un imperio! – tomó sus manos y las beso.
– De verdad que no has cambiado nada... – Odette se rio mucho por ese arranque de cariño hacia ella – Sigues siendo mi niño pequeño, mimado y eléctrico. – le acaricio la mejilla antes de abrazarlo.
Los dos se habían conocido en Londres, en el colegio privado al que asistían y el momento fue extraño porque en aquel entonces Dante no era tan confiado como en esos momentos ni le gustaba meterse en problemas, tanto así que se dejaba hacer chiste por alumnos de otros cursos y fue un día que se lo llevaron a la parte boscosa del colegio donde comenzaron a pegarle, eso fue hasta que Petra apareció con una rama de cedro bastante grande y se los porraceo a todos, aunque al ser más intentaron devolverle los golpes y fue ahí cuando Odette intervino, ella los mando con las bocas partidas con sus demás compañeros. Dante tenía su edad y estaba en otro salón, Petra era su compañera, pero era la chica nerd a la que todas ignoraban solo por no provenir de un estatus social influyente ni con dinero, ninguno de los tres se metió en problemas después de aquella disputa y nunca más se volvieron a meter con Dante así que para el año siguiente los tres estuvieron en el mismo salón, fueron los nerds, populares y al mismo tiempo los alfas del salón, eran una cosa extraña cuya amistad sobrepasó los años.
Odette terminó de hablar con Dante y cuando lo acompañaba al elevador Petra apareció formando un escándalo porque hace un buen tiempo que no se veían, muchos besos, muchos abrazos y promesas de que saldrían muy pronto a cenar, por lo menos las promesas de Dante nunca habían quedado en el aire pues él siempre buscaba la forma de cumplirlas, se despidió de ambas mujeres e incluso de Toni que lo conocía desde hace poco.
– Jefa, la señora Alenkov fue llevada al "Hospital Regional de Svyatitel Alexei" – dijo Petra pasándole unas fotos.
– ¿Sabes si ya nació? – vio la hora en su reloj de muñeca.
– Dicen que nació a las cinco y media, estuvo siete horas luchando por dar a luz. – el bebé de Zoe había nacido hace media hora atrás.
– En estos momentos debe estar en la sala de cunas mientras se encargan de ayudarla a recuperar fuerzas, mueve a todos los contactos que tenemos en el hospital y consígueme acceso directo. – Odette se apuró a ir por sus cosas porque pensaba ir a conocer al bebé de primera línea.
Fue la última en salir de la empresa porque el tiempo se le fue al estar hablando con Dante, tenían muchas cosas a las que ponerse al día y de paso debían planear bien cómo sería su entrada a Italia porque al menos ella no lo haría con bombos y platillos; al llegar al hospital no le sorprendió para nada ver a muchos guardias de seguridad vigilando las entradas, de intentar entrar de frente no le iba a ser posible y menos llevando sus guardaespaldas, pero Odette tenía ojos y voluntarios en todos lados, ese hospital no era la excepción así que bajó de la camioneta a dos cuadras del hospital y caminó a paso tranquilo hacia la calle de atrás donde ya la estaba esperando una enfermera.
– Señora. – la saludó con una ligera reverencia.
– Buenas noches ¿No te meteré en problemas por esto? – pregunto mientras entraba con ella.
– No, por el lado que la llevaré no hay cámaras de vigilancia y por los pasillos estarán desactivadas, les pague bien a los guardias de seguridad. – comenzaron a subir las gradas.
– Me parece perfecto. – se acomodó la gabardina y dejó el cuello de la prenda levantado.
Tenía ganas de conocer al bebé de Zoe, se la pasaron peleando durante tantos años y en un par de horas compartidas desarrolló un afecto por ellos, era algo complicado de explicar, pero no se quería quedar con las ganas así que aquella enfermera la llevó a la sala de cunas donde llevaban a todos los bebés después del nacimiento para hacerles algunos exámenes de rutina mientras mamá descansaba a solas. Se puso la máscara de Anubis previniendo que alguien fuese a llegar y la pillara haciendo algo que no estaba bien, despidió a la enfermera después de que cambiara la cuna de posición, la dejo frente al cristal desde donde Odette observaba a la cosita diminuta que dormía plenamente en aquella cuña de cristal reforzado, no se pudo contener la risa al pensar que algo tan bonito pudo salir de Zoe y su mezcla con Mikail y Tom, también se preguntó quién sería el padre y en esas estaba cuando en su visión periférica entró una figura que se sobresaltó al verla.
– Anubis. – susurró Emely mientras volteaba hacia atrás, hacia el pasillo de donde había doblado.
– No vayas a correr ni a gritar. – metió las manos en los bolsillos.
– ¡Alejandro, olvide el celular! – dijo mientras se regresaba – ¿Vas por el móvil? – lo hizo regresarse.
– Sigues siendo una niña inteligente. – dijo Odette al verla acercarse de nuevo.
– No sé si inteligente o tonta, pero no le haga nada al bebé, es un alma inocente. – Emely evitó una pelea haciendo que Alejandro se regresará.
– Yo no he venido a hacerle daño, solo quería conocer al pequeño bebé cuervo y pensé que podría irme antes de que cualquiera de ustedes pudiera verme. – bajo un poco la guardia dejando que Emely se acercará, los años no habían pasado por ella.
– Es un alivio saber eso, pero yo escuche que estabas muerta, que no libraste un atentado en Kazajistán y que Anubis se extinguió. – ambas se voltearon a ver, Emely había crecido un poco más mientras que a Odette ya ni los tacones la ayudaban para darle altura.
– Casi no la libró, pero fue una buena excusa para dejar que la imagen de Anubis descansara por un tiempo. – se rasco la nuca pensando en que era momento de irse.
– ¿Como esta Adelaide? Hace mucho que no se de ella, nunca deje de pensar en que había sido de ella y de su mal matrimonio. – Emely se acercó un poco más al cristal para ver a Alessandro.
– Adelaide esta... – hizo una pausa larga porque no supo bien qué decir – Podemos decir que tiene vida y salud, por lo demás es algo complicado. – se comenzó a alejar.
– Me gustaría volver a verla, si hablas con ella podrías decirle que me busque, quisiera llevarla a comer algún pastel ahora que vivo aquí en Moscú. – seguía siendo igual de dulce que cuando la conoció.
– Yo le diré cuando la vea, aunque no creo que la reconozcas si la tuvieras de pie frente a ti. – la tomó por sorpresa cuando Emely le tomó el brazo.
– ¿Todavía sigue casada? – preguntó con ligera angustia.
– Si, todavía sigue casada y es que su esposo no quiere firmar los papeles. – se le hizo un nudo en la garganta.
– ¡Dios! – bajo la cabeza con tristeza – Espero que pueda librarse de ese hombre y pediré por su felicidad. – le soltó el brazo.
– Tengo que irme antes de Alejandro vuelva con tu celular. – se frotó las manos, un poco más inquieta de que apareciera de la nada y con los tacones que andaba no iba a poder correr.
– Él la extraña mucho... – susurró Emely mientras la veía con una sonrisa en los labios – Sería bueno que volvieran a encontrarse en algún momento de la vida, Alejandro podría darle una buena vida, una vida más alegre y quizás tener la confianza suficiente para quitarse la máscara. – menos mal que Odette andaba máscara porque con aquellas palabras se hubiese delatado.
– Yo le diré que te busque, Zoe tuvo una buena fabricación, pero dile que se le pasó un poquito de cocción. – lo dijo en broma antes de darse media vuelta y desaparecer por el pasillo.
Sintió que Emely acaba de descubrir su verdadera identidad por esa forma tan peculiar que tuvo de verla, pero era una niña que no tenía filtros y estaba segura que se lo hubiese dicho de la primera, mientras iba bajando las gradas tranquilamente se retiró la máscara del chacal y escucho una puerta de abajo a un piso más abajo del que iba así que se quedó parada unos minutos esperando a que las personas que salieron por ese lado terminaran de bajar, iba completamente distraída e ignoró las tablas de madera al lado de la puerta y se hubiese estado más atenta a lo que la rodeaba se habría dado cuenta de que la estaban esperando en una emboscada, sólo se dio cuenta de eso cuando una mano grande tomó su brazo, la hizo girar y la estampo contra la pared con mucha fuerza antes de ponerle un largo cuchillo en el cuello.
– ¿Que mierda haces aquí? – preguntó Alejandro presionando su cuerpo contra el de Odette.
– Tenía una cita médica, como comprenderás no soy una figura que le guste llamar la atención. – trato de esconder la máscara, pero él se la arrebato.
– ¿Necesitas una máscara para pasar consulta? – la vio a los ojos mientras apretaba su brazo contra el pecho ajeno.
– Soy tímida... – tosió pues Alejandro le apretó el cuello con el brazo – No he venido a hacerle daño a nadie, solo vine a pasar consulta y que ustedes estuvieran aquí me llevo a usar rutas alternas. – casi se queda sin voz porque la apretó un poco más.
– ¡No te creo un carajo! – gruñó al tiempo que llevaba la punta del cuchillo a su mejilla.
– Solo mírame... – llevó las manos al abdomen ajeno – Si viniera a hacerle daño a alguien no hubiese subido sola, me estas ahorcando, si no vas a bajarme los calzones y darme como pandereta de iglesia, por favor deja de hacerlo. – sonrió de forma burlona antes de ser liberada.
– ¿Qué has venido a hacer? Y no me digas lo mismo porque no te creo una palabra. – se mantuvo alerta por si ella lo atacaba.
– Vine a conocer al hijo de Zoe, solo quería verlo, no le tomado fotos ni he intentado matarlo, solo vine a verlo y ya. – quiso tomar la máscara, pero Alejandro no se la devolvió.
– ¿Por qué? – bajó con ella las gradas que iba retrocediendo.
– Llevo años siguiendo su trabajo, desde que publicó "Bajo el mar" y quería ser la primera que conociera al hijo de mi escritora favorita. – casi se dobla el tobillo al pisar mal una de las gradas.
– ¿Por qué vas retrocediendo? – Alejandro no dejaba de seguirla.
– Porque voy bajando por las gradas de un hospital sola y desarmada mientras un hombre me persigue llevando un cuchillo en las manos, yo creo que cualquier mujer se espantaría con esta imagen. – llegó hasta el siguiente descanso de aquellas gradas.
– Dudo mucho que vayas desarmada. – levantó el cuchillo al ver sus intenciones de correr hacia las puertas.
– Si quieres, revísame. – levantó los brazos pegándose más a la pared.
– Quítate la gabardina y después el saco, lentamente porque cualquier movimiento brusco que hagas te voy a apuñalar. – Alejandro mandó un mensaje preguntando si Alessandro estaba bien.
Se encontró con Emely hablando con una enmascarada que podía ser Anubis o podía qué no, nadie sabía su identidad ni si todavía seguía con vida y además frente a ellos habían desfilado tres diferentes mujeres que decían ser el chacal; vio como Odette se quitó la gabardina y la acomodo en el pasamanos de la escalera antes de quitarse el saco, recibió como respuesta un video del pequeño Alessandro en brazos de Mikail sano y salvo como llego al mundo, levanto la mirada y vio a Odette dándole la espalda, el top era corto y solo lo sostenían los tirantes.
– Es una noche fría. – comentó mientras lo veía sobre su hombro.
– Muéstrame tu espalda baja. – había muchos tipos de arma que podía ocultar en aquel pantalón holgado que usaba.
– Que desconfiado eres, ya te dije que no estoy armada. – Odette desabrocho su pantalón y lo bajó hasta el borde de su ropa interior.
– ¡Eres tú! – susurro en una exhalación al ver los camanances en su espalda baja y el lunar tan peculiar entre ellos.
– ¿Que dijiste? – se dio la vuelta subiendo la prenda.
– Nada, esperaba verte armada y tener el gusto de darte una lección por andarte metiendo donde nadie te ha llamado. – la vio rodar los ojos.
– ¿Me puedo ir ya? – tomó sus otras prendas – Tengo una cena a la que asistir y tú ya me has quitado mucho tiempo, si vas a apuñalarme apártate de mi camino. – se arregló el saco y acomodo la gabardina en su brazo.
– Eres libre de irte... – se hizo a un lado – Por ahora eres libre de irte intacta, pero a la próxima que te vuelvas a cruzar en mi camino no tendrás tanta buena suerte. – guardó el cuchillo.
– ¡Si tanto quieres cortarme saca tu maldito cuchillo y hazlo! – Odette se enojó por aquella amenaza y se acercó a él para enfrentarlo.
– ¡No me tiente señorita! – la tomó por el cuello y la llevó hacia la pared – No se ponga a armar pancho frente a mí ni intente provocarme porque no sabe cómo voy a reaccionar y yo no te estoy amenazando en ese sentido mi chula, solo te estoy advirtiendo la próxima vez no te dejaré ir tan fácilmente. – la vio sonreír mientras se quedaba con los ojos cerrados.
– Te dije que no me estuvieras ahorcando si no vas a bajarme los calzones. – le agarró la muñeca y abrió los ojos.
– ¡Alejandro! – la voz de Oleg pisos arriba hizo que ambos se separaran.
– No te vayas a torcer una patita mientras bajás mi amor. – la tomó del brazo y la llevó a las gradas.
– ¡No soy tu amor! – se hizo la difícil soltándose del agarre como si toda la situación no la hubiese excitado.
– Todavía no. – le guiño un ojo y se apuró a subir.
Odette retrocedió bajo las gradas cuidando de que Oleg no fuera a verla pues alcanzó a ver su sombra inclinarse sobre la barandilla, bajó corriendo las gradas cuidando de no hacer sonar sus tacones sobre los ladrillos de las gradas y al salir del hospital apuro el paso hacia donde estaban sus autos, aunque se movió más lento para no levantar sospechas de las personas que iban pasando a su lado. Alegó ante Petra que tuvo que esperar a que las enfermeras despejaran el área para poder verlo y que la máscara la desecho en un basurero a la salida, con todo lo que paso no se dio cuenta que hizo Alejandro con la máscara y no sabía si iba a poder recuperarla.