Viaje peligroso. 1

3926 Words
Odette llego tarde a casa después de su malaventura en el hospital con el deseo de conocer a Alessandro y su encuentro desarmante de volverse a encontrar con Alejandro, su cercanía, su voz profunda y ligeramente rasposa, su perfume y esa actitud juguetona todavía le seguían generando una cascada en las bragas; en su tiempo se sintió atraída a Zoe y a su personalidad, pero Alejandro fue otro nivel, tal nivel que todavía seguía pensando en él y tuvo que atender todas aquellas imaginaciones irreverentes que tuvo apenas llego a casa. Desplegó su repertorio de juguetes buscando algo que pudiera simular lo que extrañaba, pero plástico no podía compararse con el calor humano que no tenía y que ya no podía conseguir por parte de nadie porque quería esperar a ser libre para buscar una pareja que fuera más estable, en la madrugada divago un poco con sus pensamientos e imagino un futuro al lado de Alejandro y fue un sueño precioso hasta que la puerta de su cuarto fue abierta. – Casi me te doy un tiro. – dijo tras encender la lámpara de noche. – Gracias a Dios por la visión nocturna. – dijo Price mientras avanzaba hacia su cama. – ¿A qué debo tu visita nocturna a mis aposentos? – preguntó con un tono juguetón mientras abrazaba sus piernas. – Serguei ha pagado un millón de euros a un comando de mercenarios por la cabeza del señor Saitou, mañana al mediodía interrumpirán su almuerzo en la torre e intentarán asesinarlo. – susurro como si alguien pudiera escucharlos. – Pensaba reunirme con él mañana por la noche. – eso hizo que erigiera un poco la espalda. – Lo sé, por eso vine a avisarte, podrías usar la información para probar tu lealtad y cooperación, si ganas su confianza puedes abrirte mercado en Japón de una forma segura y estable. – dijo Price antes de sentarse en el colchón. – Para hacer un trabajo de excelencia necesitaría llevarte conmigo. – lo vio a los ojos. – Le dije a Serguei que me movería a Laos para un reentrenamiento de una semana, pero debemos irnos ahora mismo porque si no sospechara. – tras eso la vio saltar de la cama. – ¿Petra ya lo sabe? – corrió hacia un mueble. – Si, todo el comando espera abajo y el jet está listo. – Price se levantó viendo como Odette sacaba su maleta de emergencia. – Bien, me podré ropa decente cuando vayamos en el jet, no podemos perder tiempo. – salió del cuarto apurada. Price tomó la bata de seda antes de salir y su par de pantuflas porque a Odette se le olvido el gusto que tenía por dormir usando camisones bonitos, de esos con seda y encaje que no eran muy buenos para ir al aeropuerto por más privado que fuese, al llegar abajo nadie le dijo nada, los hombres de seguridad solo evitaban verla y fue entonces que Odette se dio cuenta de su descuido, aunque claro que no tuvo que subir de nuevo gracias a Price y sus pies fueron cómodos por el resto del camino. En el baño del jet se puso ropa deportiva con la que pudiera caminar libremente por las calles de Tokio, se sintió en confianza pues llevaba consigo a Konungr su mejor soldado de confianza, en general llevaba a su equipo completo y eso era más que perfecto, lo que no era perfecto fue pasar metida nueve horas en una lata voladora, como ella le decía. Apenas aterrizar en el aeropuerto buscaron un punto medio donde poderlo convertir en su base, Odette desplegó a sus hombres para que buscaran información sobre el atentado en contra de Saitou mientras que ella se ocupaba de darle los últimos detalles al plan de rescate, claro que Odette no se iba a meter directamente y pensaba hacer acto de presencia con bastante discreción, no quería aparecer en los titulares de periódicos como su penúltimo trabajo, fue noticia a nivel nacional por haber hecho explotar cuatro tanques de una base militar perteneciente a rebeldes, su idea no era esa, pero fue denominada héroe nacional a pesar de ser conocida como mercenaria, más bien Anubis. – Te veo muy distraída ¿Pasa algo? – pregunto Price después de verla divagar por más de tres minutos. – Estaba pensando en trabajo... – bajo las piernas de la silla frente a ella – En un trabajo que no quiero rechazar porque sería mi catapulta para ser independiente si es que en algún momento Serguei me da el divorcio. – vio a Price sentarse en la silla y volvió a subir las piernas. – Quiere un hijo. – esas tres palabras hicieron un profundo silencio en la sala donde estaban todos reunidos. – ¿Que? – Odette pensó que había escuchado mal. – Está buscando tener un hijo y está planeando presentarte ante una sustituta porque no quiere arruinar tu perfecto cuerpo. – Price estaba repitiendo palabras que el mismo Serguei le había dicho. – ¿Ya sabes qué mujer es? – tenía tantas amantes que no le sorprendería que fuera una de ellas. – Es su nueva conquista, una marroquí de nombre Malak Bennis, fue con ella con quien se escapó estos últimos días. – Price odiaba ser el ave de mal agüero y quien le contara de los romances, pero sentía que era un deber moral. – Bueno, si quiere un hijo y tiene con quien que lo tenga, a mi nadie puede obligarme a ser madre ni a criar un hijo que no es mío y él sabe que soy capaz de matar a quien sea si intenta hacerme una estupidez. – le había asesinado una amante porque la loca atentó contra ella, de lo contrario no hubiese movido ni un dedo. – Solo quiero que seas más precavida y quiero que comiences a tomar anticonceptivos, yo lo creo capaz de llegar a pinchar los preservativos. – puso las manos sobre los pies de ella. – Sabes que los anticonceptivos me enferman. – suspiró gustosa porque le estaba apretando los pies. – Entonces procura que use preservativos que tú le des, no quiero que te veas doblemente amarrada a él. – se preocupaba muchísimo por Odette y sobre todo en ese aspecto. – Después de lo que me acabas de decir no creo que vuelva a dejarlo acceder a mí. – no se preocupó pues vio el preservativo. – Nosotros seguimos sin poder defenderte si Serguei nos ordena retirarnos, tengo miedo de que te fuerce a hacer algo, en estos últimos meses ha estado perdiendo la razón. – Price estaba seriamente preocupado por ella. – Estoy dispuesta a afrontar lo que venga, cuando consiga establecerme acabaré con Serguei y seré libre. – lo vio sonreír con amargura. – ¿Has visto a Alejandro? – decidió cambiar de tema antes de deprimirse. – Si, de hecho, me arrincono en el hospital después de que fui a ver al bebé de Zoe, el carajito es hijo de Mikail, se parece mucho a él. – lo vio relajarse ligeramente. – A ver cuando lo presentan al resto de las familias, es bueno que haya salido todo bien y pensé que ibas a enfrentar a Liz por lo que te hizo la última vez que se vieron. – continúo haciéndole masaje en los pies. – Ya no tengo catorce años, que me quite a las parejas ya no me afecta en lo absoluto y que me meta zancadilla tampoco... – el nombre de Liz le daba un sabor amargo en el paladar – Aunque debo admitir que todavía le tengo rencor por todos esos años de fastidio en los campamentos. – sonrió de lado. Elizabeth Alenkov no era un ángel, aunque tuviera la cara de uno y es que cuando eran niñas Odette fue su blanco favorito para las burlas, aunque en general le hizo la vida de cuadritos hasta que tuvo quince años y decidió irse a Londres, no todas las trillizas eran malas, Agatha usualmente se disculpaba con ella por cualquier supuesta broma que Liz le hacía y Gianna se mantenía al margen de todo, sin embargo, Liz parecía haberle agarrado saña desde el primer momento en que sus padres las presentaron. – Siempre me pregunté si esa ruptura precipitó tus malas decisiones. – Price siempre era un amor con ella, seria porque le recordaba a su hija o porque sentía lastima, al final las razones no importaban mucho. – Fue mi primer enamoramiento y todo iba bien, Anatoly y yo llevábamos una semana de novios cuando Liz le comenzó a lavar la cabeza, el idiota se lo creyó, me trato terrible y la misma noche que terminamos lo encontré besándose con ella... – giró la cabeza para ver a Petra cargando armas – Quizás eso si precipitó mi aventura con Serguei, tenía el corazón roto y él fue un apoyo, gran error. – saltó ligeramente al escuchar el celular satelital sonar con su sonido característico. – ¡Háblame! – Toni respondió – Okey, nos movemos entonces... – bajó la cabeza para ver a Odette – ¿Estás seguro de que van por la niña? – aquella pregunta hizo que todos guardaran silencio – Yo le digo, pero mantenme informado de cada movimiento. – colgó la llamada. – ¿Que paso? – Odette estaba poniéndose los botines. – Van por la hija de Saitou, la niña estudia en un colegio privado al norte de las oficinas donde está el jefe ahora mismo, tendrán que pasar por esa calle. – fue por el mapa de las calles. – Hay que irnos, sacar a Saitou de la junta y ponerlo a salvo, después iremos por esa niña, no puedo dividir al equipo y necesito que vayas por el helicóptero Price. – se puso en pie para ir a tomar su máscara. – ¿Será una huida aérea? – Price comenzó a tomar sus armas. – Serás mi plan b, espero realmente no tener que salir volando de ese edificio, pero nunca se debe ser conformista. – tomó el chaleco y se lo puso después de haber guardado las armas necesarias. – ¿De qué tanto te ríes? – pregunto Toni al ver a Petra cubriéndose la boca. – Estaba pensando en aquel audio que salió hace muchos años, la jefa lleva los "máquina de guerra" – eso hizo que Odette se detuviera y bajará la cabeza para ver sus botines. – ¡Desgraciada! – rodó los ojos y continuó su camino. Salieron de la base con un poco de humor en el ambiente gracias a las ocurrencias de Petra que no perdió el tiempo en hacerles chiste a todos por sus botas, eso solo era porque ella utilizaba deportivos de lo contrario hubiese sido como dispararse en un pie. Odette tuvo que dividir a su equipo, Konungr se fue con Price por la decisión de llevar dos helicópteros porque no estaba de más tener refuerzos si era verdad que iban a por la niña. Al llegar al edificio corporativo bajo en compañía de sus hombres y los guardias de seguridad la dejaron pasar sin mucha excusa porque sabían quién era, también sabían que su jefe iba a reunirse con una enmascarada por la tarde, salvo que ella llegó muy temprano y eso era una gran falta de respeto, pero sería el señor Saitou quien lidiara con ella por esa falta. – ¡Buenos días, caballeros! – Odette entró a la oficina sin tocar y sin hacerle caso a la secretaria que luchaba por detenerla. – ¿Qué pasa con usted? – el señor Saitou estaba sorprendido de verla y al tiempo enojado – ¡Esta es una reunión privada, le dije que nos veríamos más tarde y usted se presenta en la oficina sin tocar! – se puso en pie rojo del enojo – ¡Yo no le voy a tolerar esas faltas de respeto a un mayor ni porque sea esposa de un zar, esto no se va a componer con una simple disculpa! – se levantó de la silla mientras le seguía gritando. – ¿Ha escuchado hablar de los caballeros del alba? – Odette se acercó al ventanal. – Las alarmas de emergencia se han activado. – dijo uno de los hombres que estaba en la mesa. – ¿Qué pasa? – Saitou se acercó al ventanal donde estaba Odette. – Vine por usted para salvarlo de eso, pensé en llegar antes de la hora para evitar un enfrentamiento, pero al parecer ellos pensaron en lo mismo que yo. – vio al hombre que estaba agitado y no era para menos pues eran muchos hombres los que estaban entrando. – Jefa, Price llega en diez minutos a la azotea. – dijo Petra que cargaba su rifle. – ¡Muy bien señores, ninguno de ustedes es blanco de ellos, salgan de forma ordenada de esta sala de juntas y vayan con la secretaria a un cuarto cerrado! – ordenó Odette antes de tomar el brazo de hombre a su lado – Usted y yo vamos a subir a la azotea donde nos espera un helicóptero. – camino para llevárselo. – Vamos señores, muevan las piernas. – Petra los arreo como si fuesen ganado. Los elevadores se bloquearon ante los primeros disparos en la recepción, pero para un escuadrón con una misión clara cuarenta pisos de gradas no era nada más que una rutina de veinte minutos, los disparos en los pisos siguientes hicieron que Toni cerrará las puertas de emergencia del último piso dejándolo completamente solo pues los socios que acompañaban a Saitou fueron llevados al antepenúltimo piso donde fueron escondidos por la secretaria. – No tardan en subir. – dijo Toni cerrando la puerta de la azotea. – Les esperará una sorpresa cuando abran la puerta, mataré dos pájaros de un tiro. – tomó la mochila de Petra y sacó la tira de granadas que enganchó a la manija de la puerta. – ¡Vamos señor! – Toni lo tomó del brazo y lo llevó hacia el espacio de aterrizaje pues Price había llegado. – Espero que el señor no nos mande la factura de las reparaciones de este lugar después de que cinco granadas lo derrumbaran. – comentó Petra que esperaba paciente a que Odette terminará. – Le acabamos de salvar el trasero de una bala segura, nos puede perdonar este desastre. – se levantó y corrió junto a su amiga hacia el helicóptero. – Amárralo bien al asiento. – dijo Price al tener al señor Saitou arriba. – ¡Mi hija! – exclamó cuando vio un mensaje en su celular – ¡Tienen a mi hija! – luchó por quitarse el cinturón de seguridad. – Vamos a ir por ella, pero necesito que se quede sentado y que me entregue la señal de su localizador. – Odette subió. – Le pagaré lo que sea si logra salvarla. – le tomo la mano con firmeza. – Haremos tratos cuando tenga a su hija, mientras tanto quédese quieto y no nos interrumpa porque vamos de cacería. – se puso el cinturón de seguridad que la mantenía atada a una cuerda dentro del helicóptero. Odette sabía qué hacer y sus dos compañeros también, Konungr cedió el control del helicóptero para tomar el puesto de tirador, a él lo acompañaba un comando de cuatro y todos iban armados listos para dispararle a cualquier blanco que Anubis marcará; Petra se encargó de ingresar los datos del rastreador de la niña en la laptop de rastreo mientras que Odette iba sentada en la orilla contemplando la imagen de como los mercenarios ineptos caían en el descuido de abrir una puerta sin asegurarse primero si era seguro o no, reventaron con las granadas. – Anubis, la tengo ubicada, al parecer es un convoy de cuatro camionetas y un autobús. – Petra pasó a sentarse a su lado, su voz resonó en los cascos que todos usaban. – Si es un convoy vamos a necesitar apoyo en tierra. – dijo Price que ya tenía la ruta en la pantalla. – Motociclistas y tres camionetas, diles que tengan cuidado con la niña y que el objetivo es rescatarla sin un solo rasguño. – tomó su rifle y lo cargó, lista para la pelea. Price era un excelente piloto y desde el aire no pasó mucho tiempo para que consiguieran dar con el convoy que llevaba a la niña, Serguei era maldito infeliz que no le importaba la edad ni el respeto por la familia, si quería destruir a alguien su primer golpe lo recibían los menores en casa y eso fue algo que Odette siempre impidió hacer una vez tomó el comando, pero su esposo no siempre la mandaba a ella por eso mismo, porque decía que Odette era débil, sin embargo, ella consideraba que tenía moral y respeto por pactos de caballeros. A la derecha del helicóptero fue la primera en disparar al chofer de uno de las camionetas que iban escoltando y eso desencadenó una respuesta, iban por la autopista de salida de Tokio rumbo a Ichikawa; Odette tuvo que entrar al helicóptero después de que casi le dieran un tiro en la pierna y es que también se le quedó atascado el gatillo del rifle, estaba consciente de que esas cosas podían llegar a pasar y por eso siempre llevaban armamento de reserva, pero Odette no alcanzó a llegar al rifle de reserva porque los alcanzó un cohete que provocó que Price perdiera el control del helicóptero. Los tres salieron disparados hacia el techo, Petra alcanzó a agarrarse de unas barras, Toni cayó sobre el costado lateral y Odette se fue de paso por la puerta, se había golpeado la frente contra el techo e iba aturdida cuando se deslizó y solo pudo ver como todo a su alrededor daba vueltas hasta que un fuerte golpe en la cabeza la hizo reaccionar, se había caído del helicóptero y ahora iba colgada cabeza abajo por una autopista de doble sentido donde por delante ella iban hombres armados. – ¡JEFA! – Petra casi se muere de un infarto al verla caer. – ¡Estoy bien, mantén esta cosa volando! – dijo Odette viendo hacia arriba al tiempo que sacaba una de sus armas pequeñas. – Recupere el control, pero tienen que subirla. – Price mantuvo el cíclico sujeto con firmeza. – ¡No, acércame al autobús! – era buena para improvisar y ese momento era el correcto. – ¡Anubis, voy contigo! – la voz rasposa de Konungr la hizo sonreír. – Una nueva experiencia de vida, disparar a lo bestia mientras cuelgo cabeza abajo como piñata de un helicóptero en movimiento. – se confió pues no iba sola, los motociclistas la cubrieron. Price la llevó al techo del autobús desde donde impulsó su cuerpo hacia arriba, cortó la cuerda de un solo tajo con el cuchillo cayendo de pie y con el estilo que caracterizaba a Anubis, Price llevó el helicóptero hacia adelante y llegar de frente a las camionetas que iban frente al autobús dándole la oportunidad a que el segundo helicóptero bajará lo suficiente para que Konungr saltara sin romperse un hueso. Con un rifle en las manos Odette avanzó hacia la compuerta superior del autobús que apenas se iba abriendo cuando ella jalo el gatillo, no le dio tiempo al tipo ni de apuntar, los disparos de adentro hacia el techo no se hicieron esperar, pero ambos ya iban en la parte delantera del autobús. – Entro y disparas. – dijo el hombre viendo hacia abajo, el cristal lateral a donde iba el chofer. – La niña va al fondo, si no tienes tiro libre no dispares. – cruzó el rifle en su espalda y se preparó para entrar. Un dispositivo fue pegado a la esquina de la ventana lateral y al darse la explosión controlada todo el cristal se hizo pedazos dejando que Konungr se impulsara hacia el mismo terminando de romperlo, Odette le siguió y los dos se vieron enfrentados a una cantidad generosa de hombres que querían matarlos, ella se metió entre las piernas de su soldado para llegar al fondo donde llevaban a una pequeña niña de ocho años asustada y llorando por su madre, un par de patadas, puñetazos y golpes contundentes consiguió derribar a los primeros dos que intentaron cerrarle el paso, pero el maldito chofer frenó de golpe impulsando a que todos volaran hacia adelante y cuando iban a levantarse aceleró lanzándolos hacia atrás de nueva cuenta, por suerte Odette llegó más rápido a su objetivo, rompió el cristal de la parte trasera y una de sus camionetas se acercó lo suficiente. – ¡Señora, la niña! – dijo una de sus soldados tratando de mantener el equilibrio en el capo de la camioneta. – Apenas la tengas aléjate... – dijo mientras quitaba los pedazos de cristal más grandes que habían quedado – ¡Corazón, ven conmigo! – la niña negó con la cabeza escapando de ella – ¡No te haré daño, quiero sacarte de aquí para llevarte con tu padre! – tuvo que agarrarla por la fuerza pues se seguía negando. – ¡Capitán, salte! – la mujer atrapó a la niña. – ¡Aléjate! – grito en una orden más firme – ¡Konungr, abajo! – retomó su rifle y disparó a todo lo que se movía adelante. – ¡Le diste al chofer! – el hombre se levantó con dificultad pues el autobús comenzó a tambalearse de un lado a otro – Mierda... – iban directo a la barda del puente que cruzaba el río – ¡Hay que salir ahora! – se dio la vuelta y corrió hacia atrás. Los dos subieron al borde de la ventana y él no tuvo tiempo de agarrarla para cuidar de que no se lastimara al caer, el impacto en la barda fue contundente y que ambos se lanzarán hacia la carretera inminente porque si no serían arrastrados hacia el vacío, Odette cayo en medio de la carretera y si no hubiese reaccionado rápido, un carro le hubiese impactado en la cabeza; Konungr la tomó del brazo para arrastrarla hacia atrás mientras él hacía lo mismo, dos de las camionetas dieron la vuelta para regresarse y recogerlos antes de que los autos que iban por detrás les pegaran. – ¿De dónde te sale tanta sangre? – pregunto Konungr al ver sus guantes marrones manchados. – De la cabeza. – se quitó la máscara dejando ver su rostro bañado en el líquido rojo. – Dúo de rescate tres a capitán Price, la señora esta herida, nos dirigimos a centro de salud. – el conductor anunció por la radio. Price y Anubis eran capitanes en diferentes comandos, cuando trabajaban juntos era fácil no saber muy bien a quien pedir las órdenes y dar los comunicados, por eso el hombre que manejaba anunció el cambio de ruta en lugar de pedirlo directamente a Odette, pero a ella casi nunca le importaban esos tecnicismos y solo quería algo con que limpiarse la sangre pues les había entrado a los ojos, eso ardía como el infierno y la dejó ciega momentáneamente. Las camionetas se fueron directo a un hospital de confianza de la familia Saitou y fue porque la niña entró en un ataque de pánico que le iba cortando la respiración así que eso fue preocupante, el hospital contaba con un helipuerto donde Price pudo aterrizar a duras penas pues una bala había impactado el tanque de combustible y el motor de la cola justo entre las hélices.
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