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2066 Words
Eleonor.   Nunca me imaginé encontrarme con Zeus en el destacamento. En realidad me tomó por sorpresa verlo allí, dándome a comprobar que en realidad si es amigo de mi hermano y no solo su compañero de boxeo.   Sin embargo, lo que me dejó boquiabierta fue el consuelo que me dió. Zeus es un hombre muy brusco, las veces que hemos rosado han sido pesadas, me han hecho enojar y.… ¿qué dices, Eleonor? Disfrutas en el fondo de ti misma que te joda con ese apodo que te ha colocado, que te llame "Nena" no te molesta del todo, y por supuesto, ese beso que te dio anoche te ha super encantado. Lo sabes, Eleonor.   Condujo todo el camino mientras yo solo me limitaba a mirar por la ventana. Se detuvo en frente de una casa adentrada en grandes arbustos con una fachada parecida a las de películas campestres. Era pequeña, se miraba como si hubiera sido construida con los troncos de un árbol, color caoba y de bonita entrada.   —Es mi lugar para estar solo, es el único sitio en donde puedo meditar y descansar — me habló estando de pie a mi lado mientras ambos mirábamos la fachada en la acera la casa.   —Es muy bonita. ¿Por qué me traes aquí si es tú lugar? — le pregunté atreviéndome a mirarlo a los ojos.   —Te miras como que también necesitas de este lugar y aunque sea mío, sé compartir — no pude evitar sentirme tocada sentimentalmente por sus palabras. Que me dijera que sabia > me mostraba que tenía cierta sensibilidad.   —Gracias— le miré fijamente a los ojos.   —Vamos dentro, no quiero que te vayas a resfriar y terminemos yendo al médico. No me gusta el área infantil de los hospitales, hay mucha bulla— pero claro, volvía a dejarme claro que le parecía una "Nena".   Sin embargo, sonreí para mis adentros porque "No quería que me resfriara".   Me invitó a pasar, la cálida sala nos acogió a los dos muy bien organizada, con muebles de pino americano y cojines blancos. Había una linda chimenea en medio lista para encender, y desde el espacio principal se apreciaba la cocina.   —Puedes tomar asiento, te invitaría de tomar pero solo tengo cervezas— se vio apenado.   —Me puedes dar una, no hay problema — se sorprendió bastante ante mi respuesta.   —No, no te daré alcohol. — su voz autoritaria, que me hacía ver que siempre tenía el uniforme de mandar puesto me hizo ladear la cabeza.   —Soy mayor de edad—   —Y? No son horas para tomar. Entiendo que en realidad estes dolida porque tu hermano se encuentra en una situación donde no puedes ayudarlo como quisieras pero, no arreglaría que tomaras. ¿No crees? Te traje aquí para que nos sentemos a hablar, no para que te emborraches— Creo que nadie nunca me había mirado tan fijo como él, transmitiéndome el poder de la calma y quizás el de la persistencia.   —Tienes razón — pasé mi mano por mi cabello y suspiré profundo.   Sentí el cojín hundirse a mi lado, Zeus había tomado asiento no tan cerca mío.   —Mira, yo sé lo que sucede con tus padres respecto a la preferencia de Michael con el boxeo. Eres su hermana y me parece bien que seas la única que lo apoye, por ende necesitas saber que la guarida no es un lugar legal. Por eso está en ese callejón escondido, porque no es permitido. El lugar es de un maleante que lava su dinero con el antro. — me quedé anonada tras sus palabras.   —¿Qué? ¿Entonces ese dinero que ustedes se ganan es sucio? Es mal habido — negó con su cabeza.   —No, nosotros nos lo ganamos cuando subimos al ring. Es nuestro sudor aunque las peleas no sean legales. —   —Dios mío esto es muy grave, ¿qué sucede si no consigo un abogado? — le cuestioné sintiendo que me volvería loca.   —Ya esto ha pasado otras veces, Eleonor. La policía solo quiere dinero. En cuando el maleante quiera, pagará porque vuelvan abrir el antro y dejaran a todos libres otra vez. —   —¿Como sabes eso? — le pregunté   —Yo ya estuve preso unas dos veces y por lo menos tú has ido a buscarlo y quieres sacarlo de allí. Ya me sé el plan de esa gente—   —Eso debió sentirse horrible— traté de descifrar lo que había en sus ojos pero me desvió la mirada.   —Michael estará bien—   —¿Tu estuviste bien? — le pregunté —¿Por cuantos días estuviste preso? — lo cuestioné nuevamente.   —La primera vez por una semana y la segunda por tres días — no me dijo si estuvo bien.   —¿Es decir que tengo que esperar a que al maleante le dé la gana de pagarle a la policía para que mi hermano salga de ese chiquero? ¿Esa investigación de la que me hablaron es la espera de que le den su pago a la estación? Sobornan al maleante reteniendo a los boxeadores y cerrando el antro...—conecté puntos.   —Si comienzas a darle vueltas al asunto entonces vas a enloquecer, es lo que hay y Michael esta informado de ello. No hay nada que hacer, ellos no aceptarán dinero, no se dejaran ver la cara de interesados porque así es el estado. Por eso les dijeron a tus padres que hasta que la investigación no termine no podrán determinar nada. Es decir, cuando el jefe pague, esa "investigación" habrá terminado, dirán que Michael está limpio y lo dejaran libre aparentando unos santos de la justicia. Así que, tú tienes que descansar, comer, dormir, estudiar y continuar con tu trabajo lo más normal que puedas. Así lo quiere tu hermano, no quiere que estes enferma para cuando salga—   —¿Y si no tengo ánimos ni ganas para hacer eso? — sus ojos me buscaron.   —Entonces yo te daré esas ganas, Eleonor— ¿qué cosas estaba diciendo?   —¿Por qué me besaste ayer, Zeus? —tenía que preguntarle.   —No me llamo Zeus, linda— se levantó del sillón y caminó por la sala.   —¿Qué? ¿Entonces por qué todos te llaman así? — que inocente eres, Eleonor.   —Porque soy un Dios en el ring, nena— adentró sus manos en sus bolsillos y me miró fijamente.   No me cabía duda de que fuera un maldito Dios, y no, no estoy hablando en el Ring, sino por tanta maldita belleza. Su cabello castaño el cual siempre llevaba acostado a su frente sobresalía con sus ojos negros, hoy llevaba una camiseta negra que parecía que estaba a punto de romperse en sus brazos, sus grandes músculos sobresalían de la tela. Usaba unos pantalones Joggers y unos tenis. Todo n***o.   —¿Tu nombre entonces cuál es? — sus ojos me atacaron en ese momento, pensó como en si decirme o no, tardaba en responderme mientras me comía con la mirada.   —Me llamo Ever— se me hizo imposible no formar una o con mis labios. Me tomó por sorpresa que ese fuera su nombre.   —¿Sabías que tu nombre a pesar de ser precioso significa “fuerza”? Sin embargo, te ves como el que necesita ser consolado. —   —¿Como sabes eso? Ni siquiera yo que llevo el nombre me sabía el significado. Pero creo que te equivocas— me llevó la contraria.   —No, no me equivoco. Y, soy amante de los libros, lo leí por ahí. Uno de mis personajes favoritos así se llamaba y era espectacular — sonreí sin darme cuenta al recordar lo bueno que fue ese libro.   —No creas todo lo que lees, mucho menos si son novelas. El autor solo quiere vender, por eso les pinta una maravilla que nunca, pero nunca es real— ya íbamos por mal camino.   —Pues te equivocas, EVER. —Hice énfasis en su nombre. —¿Sabes que hace rato me diste mucha fortaleza? Me refiero a cuando me hablabas y me aconsejabas que no hacer y que sí. Si te fijas me has calmado, me has podido devolver a mi estado de comodidad. Sin embargo por la manera en que hablas de los libros en base a lo que la autora "Pinta" como le dices tu no es una maravilla que nunca es real, todos y cada uno de nosotros tanto como tú y como yo somos igual de capaces de ser feliz como los personajes de un libro, tan solo es encontrar con quién. Por ende, como te has expresado me das a entender que tú necesitas de consuelo— desde nuestra lejanía pude escucharlo tragar.   —¿Esto en verdad me lo dice una nena? — ahora me molestaría para no asumir lo que le he dicho.   —Una nena a la que has besado después de decirme que no te metías con niñas. ¿Qué te pasó Ever? ¿Acaso no eres también un Dios controlándote?... por cierto, has traído a esta niña contigo a esta hermosa casa. ¿Por qué lo haces, Ever? ¿Por ser la hermana de tu amigo? Tú no tienes pinta de niñero — lo provoqué, disfruté como nunca joderlo.   Caminó hacia mi muy despacio, se inclinó frente a mí, colocó ambas manos a cada lado de de mis piernas y su nariz la rozó con la mía. Pude sentir como de un segundo a otro mi presión arterial se disparó, la respiración se me descontroló y me puse nerviosa ante su cercanía. Tenerlo tan de frente no me causaba miedo, sino me hacía sentir mucho calor.   No sé cuándo empezamos con este juego, pero creo que la chispa se encendió en el momento que me llamó niña aquella primera vez.   —Claro que no tengo pinta de niñero. Es que no aceptaría pago por cuidarte. Te cuidaría gratis, ¿sabías? No hay nada que me llame más la atención que me reten, ¿sabías, Eleonor? Y es lo que más has estado haciendo desde que apareciste en el antro— sus ojos pedían a gritos mis labios.   —Yo no soy un reto, Ever— me atreví a acercar más mi rostro con el suyo para sentir de más su nariz.   —¿Y qué eres entonces? —   —Un trofeo— sonrió. Maldición, sonrió...   —Entonces te voy a ganar. ¿Por algo me llaman Zeus, no? –   —Decídete, ¿te llaman así en el ring o también porque eres un gran ganador de mujeres? — río por muy debajo. Su risa me hizo sentir muchas cosas en ese instante... el chico malo estaba mostrándome sus carcajadas.   —En el ring me llaman Zeus. Para las mujeres soy exclusivo, yo no ando con todo el mundo. En ese caso yo soy ese trofeo que ahora eres tú, pues ella son las que me quieren a mí, pero ahora yo soy el que te quiere a ti. ¿Entiendes el acertijo, pelirroja? —   —Mujeres con las que me dejaste muy claro que le das, y no golpes. —Le recordé sus palabras mientras tragaba por la cercanía de sus labios con los míos.   —Eres la única chica a la que no he pensado en darle de esa forma— ¿no podía ser un poco menos duro? ¿Más romántico?   —¿Y qué es lo que quieres entonces? — apenas pude susurrarle.   —Por ahora necesito un beso tuyo— ¿Me lo estaba pidiendo?   —Un boxeador como tú, ¿pidiéndome un beso a una nena como yo? —no pude evitar joderlo un poco.   —Maldición no juegues conmigo. Ni sé para qué te lo pido— sin decir más y sin dejarme hablar, me besó. Pegó sus labios a los míos como si fueran suyos. Coloco su mano en mi cabello y le hizo presión a mi cabeza para intensificar el beso.   —Son mis labios, debes pedírmelos — rompí el beso.   —Dejaron de ser tuyos desde que permitiste que te besara ese día en el antro— esta vez bajó su mano al cuello y volvió a besarme.   ¿Qué ocurre, Eleonor? ¿Enloquecida por el boxeador o en shock?
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