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1523 Words
Ever.   El viento despeinaba su cabello rojo, la miraba lentamente porque no podía hacer otra cosa mientras la tenía junto a mí. Mis ojos no querían dejar de observarla, no podían.   La había traído a tomarnos una malteada al parque de diversiones. Si, un lugar que habían abierto recientemente con juegos mecánicos. Ella y yo nos decidimos por caminar por todo el lugar hasta detenernos en una mesa debajo de unos arbustos.   —Me imagino que como soy una nena por eso me trajiste al parque — una de sus cualidades que más me gustaban era que le encantaba tentarme.   —¿A donde querías que te llevara? ¿A una cabaña? — ella río a carcajadas.   —¿Por qué tan rudo? — me preguntó a la defensiva.   —Yo nunca había venido al parque con ninguna chica, Eleonor. Háblame de ti, no solo eres una nena malcriada, déjame saber que más eres aparte de lo que dejas ver— estaba interesado seriamente en ella.   —¿Qué es lo que dejo ver? — no se cansaba nunca de cuestionarme.   —Te ves muy tierna y dulce aunque seas toda una cascarrabias — la primera vez que la vi en aquel pasillo desorientada buscando a Michael pensé que era una nena ingenua, por eso la molesté, porque tenía una carita muy inocente, desprendía mucha delicadeza y se me hizo imposible no querer joderla o asustarla, pero creo que me salió el tiro por la culata, resultó tremendo mujerón, tremenda leona que me desafió sin ni siquiera imaginarse que era un boxeador. Pequeñita pero muy grande a la vez.   La miré sonreír ante mi respuesta. Si la vieran, tiene la sonrisa más pura que he visto en toda mi vida. Sus idénticos alineados y muy pequeños como si fueran de leche. Sus labios carnosos, su melena cobriza que tanto me llamó la atención desde que la vi. Esos ojos verdes que me matan y que disfruto ver agrandarse cuando discute conmigo... mierda comencé hablándoles de su sonrisa y ya me fui a dar detalles de ella completa. j***r que me gusta mucho esa chiquilla.   ¿Y saben qué? ese día cuando la besé me emputé, me causó mucha rabia porque estaba siendo dominado por una nena de cinco pies y tres pulgadas como mucho. De un rostro dulce y muy inocente cuando a mis pies he tenido mujeres maduras incluso mayores que yo, ácidas, extravagantes y de mundos bajos. Yo mismo me quise golpear cuando vi que no pude controlarme y terminé besándola. Entonces desde allí ya me amarré yo mismo, me hechicé. Por ese primer beso me convencí de que quería todo de ella.   —Muchas gracias, en realidad si soy muy tierna. Tan solo soy cascarrabias con quien me hace perder los estribos— me hizo sonreír. Con ella perdía la cuenta de cuantas veces aflojaba los músculos. j***r, que no era de risitas y ella me traía de carcajadas. —Trabajo algunas veces en la mañana siendo encargada de una librería y estudio en la tarde literatura inglesa. Muchas otras veces es al revés pero casi todos los días mi vida es monótona. Trabajar y estudiar, pocas veces salgo, tengo un vínculo muy cerrado que solo se basa en mi mejor amiga Madeline. Soy una nena de su casa, señor boxeador— lo mejor era su manera de hablar, su suave voz la cual ella trataba de volver gruesa cuando discutía, pero no le salía a la perfección, ella no había nacido para ser grotesca o dura.   —Entonces es cierto que eres una aficionada de los libros, trabajas en una librería, lees, y estudias literatura. ¿No escribes de casualidad? — me sonrió ampliamente y negó con la cabeza.   —No, no escribo y sí, estoy perdidamente enamorada de los libros—   Así quiero que se enamore de mí, perdidamente.   —¿Y por qué no escribes? Harías las escenas de discusión muy buenas— la escuché reír.   Podía jurar que era la primera chica que se reía conmigo.   —No escribo porque nunca he encontrado esa inspiración, ese momento, esa trama ideal. Por ahora me conformo leyendo otras historias —asentí mirándola fijamente. Apuesto a que si se anima podría ser muy exitosa.   —Háblame de ti, es tu turno— la escuché decirme.   —Tengo 25 años—vi su boca formar una o. —¿Que sucede? — le pregunté al verla sorprendida.   —Te hacia más viejo— se me hizo imposible no sonreír. Ella era el colmo.   —No, soy joven, Eleonor— le hice saber. —Estudié negocios, terminé hace unos meses. Y ya sabes que soy boxeador — la miré prestarme atención profundamente.   —¿Negocios? — su cara de sorpresa me deja saber que no tenía ni idea de que pudiera estudiar.   —Si, ¿qué pensaste? ¿Que era un simple boxeador? Soy preparado, en lo que casi todo el mundo se equivoca al pensar que soy un marginado—   —No no no, yo nunca pensé eso de ti. Jamás. Es solo que pensé que estabas estudiando una carrera, no pensé que ya la habías terminado. Quiere decir que tengo un negociante frente a mí, eso me gusta— era muy buena expresándose, pero yo era más bueno buscando atacarla para ver su reacción.   —¿Entonces quiere decir que si solo fuera un simple boxeador, sin esta carrera que poseo, no te causaría gusto? — arrugó su frente, me mordí los labios para no reírme aunque en realidad si le preguntaba por interés.   —¿Eres idiota o qué? — ahí iba, con ese vocabulario que me tocaba los cojones.   Me cambié de asiento y pasé de estar al frente de ella, ha estar a su lado. Me acerqué sumamente a su rostro, tanto que podía sentir su respiración.   —¿Como me llamaste? — le hablé contra sus labios sin tocarla con mis manos poniéndome el reto de aguantarme ante ella.   —Te llamé I D I O T A— tan pronto como terminó de hablar me apoderé de sus labios. Los mordí, la escuché gruñir, sentí sus manos colocarse en mi cuello y subir sus dedos por mi cabello. Me puso los pelos de punta, me hizo sentir como un adolescente en su primer beso.   —No juegues conmigo, Eleonor— le susurré mirando sus hermosos ojos.   —¿Por qué boxeas? — de pronto me preguntó acariciando mi melena.   Su mirada me decía que ansiaba conocer lo más profundo de mi alma y no era para menos después de tanta cernía. Pero yo no sabía expresarme correctamente, como tampoco quería del todo contarle mis razones.   —¿Que sucede? ¿Por qué boxeas? ¿Qué te animó a entrar a este mundo? — insistió con su misma cautela.   —Me siento libre cuando lo hago. En el ring o en los entrenamientos suelo liberar todo mi enojo y mis frustraciones me hacen ganar las peleas— traté de resumirle todo de manera breve.   —¿Frustraciones? ¿Enojos? ¿Qué te pasa, Ever? — esta vez ella acarició mi mejilla. Sentí mi cuerpo temblar ante su tacto. Por Dios...   —No quiero hablar de esto ahora, ¿sí? Tal vez más luego — le contesté de la manera menos grotesca posible.   Ella asintió comprensivamente.   —¿Puedo ayudarte en algo? ¿Necesitas algo, Ever? — Sus ojitos me miraban cálidamente, preocupados y sobre todo mostraban sensibilidad por mí.   —Han cerrado la guarida, ya no tengo en que ocupar mi mente, ya no tengo donde distraerme, donde sentirme bien conmigo mismo. Puedes ayudarme simplemente estando para mí —   —Déjame saber si solo seré una simple distracción primero— de inmediatamente al escucharla decir aquellas palabras negué con la cabeza rotundamente.   —¿Te recuerdas que me dijiste que mi nombre significa fortaleza y que creías que estoy falta de consuelo? — tras mis palabras la miré asentir.   —Yo necesito ser consolado, tal vez por alguien como tú. ¿Y sabes por qué tu? Porque nadie se había sentado conmigo a hablar, nadie me había mirado y me había transmitido tanta paz, tanta armonía e incluso nadie me había hecho sonreír tanto como tú. Yo tengo corazón y es lo que muchos no creen, Eleonor. No puedo ser el más romántico, tampoco el más idealista, pero creo que soy capaz de enamorar a alguien y ese alguien eres tú... me llamaste como un imán, y sé que a penas nos conocimos hace unos pocos días pero joder... me tienes loco, haciendo lo que con nadie había hecho. Tu dime si me dejas entrar en tu vida, luego decide si puedo quedarme en ella, aunque me tengas que enseñar el tipo de hombre que quieras que sea contigo—   —Simplemente sé tú, no hace falta que quieras ser nadie más que Ever, aunque a mí me haya encantado el boxeador que me llamó nena— sus palabras siempre eran selladores de momentos. Pero yo sería el master sellando con besos, se me hizo imposible no sonreír y por supuesto, besar sus labios caramelos.
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