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1277 Words
Eleonor.   Sus brazos me recibieron ansiosos, me rodearon de calor y esta vez siendo su pecho una tabla de chocolate muy dura la sentí como una almohada.   Me sentía muy triste, tal vez porque mis padres no estaban siendo del todo justo con mi hermano, me molestaba sus maneras de pensar. Si se enteran de que estoy saliendo con un boxeador como "Zeus" entonces no quiero imaginarme lo que se vendría.   —Ya estás conmigo pequeña— su voz era jodidamente cabrona estando en su estado normal, pero cuando trataba de ser dulce conmigo, o más bien "sensible" me mataba lentamente.   Lo apreté fuerte, agradecida de que en un momento como este él estuviera conmigo. Sus manos en mi melena me ponían los pelos de punta, pero sobre todo me calmaban mucho.   —Vamos adentro, te congelarás — ni yo misma sabía si estaba temblando de frio u por los nervios, el enojo, el deseo de llorar.   Despacio me llevó por el caminito que nos llevaba a la puerta de la casa, introdujo las llaves en la cerradura, me invitó a pasar, tomé asiento y el encendió la chimenea.   —¿Tuvo que ver con lo de tu hermano, no? — me preguntó con voz baja.   Asentí.   —Lo mejor es que ya no trates de insistir en que crean en él o que lo acepten con lo que decidió escoger, por lo que le gusta. Pues si no tú saldrás perdiendo en todo esto y sufriendo el doble. — me aconsejó retirando un mechón de mi cabello hacia detrás de mi oreja.   —El problema es que no solo juzga a mi hermano, hoy me di cuenta de que su problema también se basa en decir que los boxeadores no tienen futuro y que no son buenos para nada. Yo si la comprendo cuando me dice que sus vidas siempre están en peligro, pero no que los menosprecie, o humille— sentía que mi voz casi no se escuchaba. El negó con la cabeza.   —Tu hermano es bueno, y no solo en el boxeo, también en otros aspectos. Si tiene futuro, no tienes que enojarte por cosas que sabes que no son ciertas, tienen que resbalarte palabras así. No todos los boxeadores somos malos, unos vagos o violentos todo el tiempo. Mírame a mí, soy el perfecto ejemplo de que a pesar de que soy un boxeador, soy profesional, tengo educación y vengo de también buena familia. ¿Qué pasará si somos novios? ¿Te vas a volver loca por lo que ella te diga o piense? Sigue creyendo en tu hermano y también cree en mi— Y aquí me daba cuenta como Ever tenía los mejores consejos para mí, me daba cuenta de que su nombre una vez más no se equivocaba, que había llegado conduciendo aquí con el alma en la boca, temblándome las manos y queriendo romper en llanto, pero sus palabras me han puesto serena, su mirada fija me ha hecho entender qué significado tienen sus palabras, y con la firmeza que me habla me transmite seguridad.   —A mí no me importaría lo que crea. Créeme que después de lo que ha dicho y pensado de su propio hijo, es obvio que no le haré caso a lo que me diga respecto a ti. —coloqué mi mano en su barba y seguidamente pude sentir su cuerpo reaccionar ante el tacto con mi piel.  —Solo yo soy a quien has dejado entrar en ti, por lo tanto, solo yo puedo creer conocerte, nunca juzgarte— lentamente acercó su rostro al mío, sus labios se colocaron encima de los míos y con suavidad y mucha lentitud me dio por primera vez un beso tierno.   —No sé cómo le dicen ustedes a esto pero siento que en mi estomago...— lo interrumpí   —¿Vuelan mariposas? — sonreí al mirarlo asentir. Ambos nos reímos al mismo tiempo.   —Perdóname por ser tan inexperto, por ser arcaico y brusco en el am.…— volví a interrumpirlo.   —Para ser inexperto te felicito, logras desnudar mi alma, me permites refugiarme en tus brazos, me das consuelo, me calmas, me besas con sentimiento, me miras con esperanza, sueles reír y alegrarme por completo. ¿En realidad quién eres? — lo miré sonreír preciosamente.   Era una mentira eso de que su cuerpo es lo más atractivo de él, imposible. Su sonrisa es lo más hermoso que tiene.   —Casi todo el mundo me conoce por Zeus. Pero ese de quien hablaste ahora, el que te desnuda el alma, ese soy yo. ¿Que fue lo que me viste, Eleonor? ¿Por qué no tuviste temor ante mí? Joder... me gustas mucho, mejor dicho... me encantas — sonreí como tonta.   —Tus ojos negros estaban muy apagados, Ever. Yo entendía que solo querías apagarme a mi llamándome "Nena". Es que yo odiaba que me llamaran así y tu... tú has hecho que ahora me guste. — acaricié su barba lentamente.   —Que conste que eres mi nena, solo mía — su posesividad me hacía sentirme deseada, pero....   —Yo también quiero poder decir que tú eres mío, ¿qué es eso que te atormenta? ¿Por qué estaban tan negros tus ojos anteriormente? ¿Qué enojos quieres descargar tu sobre los sacos de boxeos y tus contrincantes? ¿Por qué peleas? ¿Por qué nunca tuviste novia? Ever, yo te he contado todo de mí, mis problemas familiares, mis gustos, mi día a día, ¿pero y tú? ¿De quien es esta casa por, ejemplo? Puedes comenzar por ahí —   Él respiró profundo.   —Espero y no huyas— fue lo que me dijo yendo al refrigerador, trayéndome un cubo de helado y una cuchara.   Volvió a sentarse a mi lado.   —Esta tarde estuve de compras pensando en invitarte a pasar el día aquí conmigo. Llené la nevera y te compré antojitos que podrían gustarte. Sin embargo, no tenía ni idea de que nos veríamos esta noche. Mira como son las cosas de la vida. — sonreí enamorada —La casa es mía. Mi abuelo que falleció me la dejó en vida, un gran regalo que le agradezco en el alma. Pues a fin de cuentas no soy un sin futuro como dice tu madre. — avergonzada negué con la cabeza.   —Me quedaré esta noche entonces — le solté de repente mirándolo mirarme sorprendido. —O si no quieres me iré a dormir con Madeline, también podría pagar un hot.. — me interrumpió.   —¿Estas loca? Claro que dormirás aquí, no hay nada más que hablar—   —De ser así tengo toda la noche para escucharte hablar sobre ti, quiero que me enamores aún más. — le dije ofreciéndole probar el helado de la misma cuchara de la que yo comía.   —No me gustan los dulces— se negó — Mejor dame un beso—se me hizo imposible no sonreír y como niña obediente estampar mis labios contra los suyos.   —Espero no huyas de mí, Eleonor. — su voz ronca me erizó la piel.   —Lo dudo tanto, por solo tus besos me quedaría yo. Ya no hay nada que me aleje de ti, estoy empeñada en ver quién eres y lo que puedes hacer por mi—   —Yo puedo hacerte muchas cosas para que te quedes, otras tu tendrías que enseñarme. Pero por ti soy capaz de mucho sin la necesidad de tener un año conociéndonos. — él intentó suavemente acariciar mi mejilla, su pulso le tembló.   —Podemos enseñarnos mutuamente, pero por ahora déjame tocarte el alma y luego acariciarte el cuerpo —
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