CAPÍTULO CUATRO
De pie en el entablado justo afuera de la entrada de su tienda de productos secos, Larry Grimes, con el rostro levantado hacia el cielo, tomó el sol de la mañana. Con el furor del fallido robo bancario ahora en el pasado, la ciudad había vuelto a la normalidad. Varios transeúntes lo saludaban mientras paseaban por la calle, y él asentía y sonreía, levantando la mano de vez en cuando. Un hombre popular, casi todo el mundo frecuentaba su tienda en algún momento u otro. Recientemente, la inclusión de un catálogo de pedidos por correo en su negocio atrajo a un número creciente de mujeres conscientes de la moda, todas deseosas de descubrir las últimas “cosas mejores” del este. Fue con este propósito que Florence Caitlin subió los escalones y movió la cabeza en su dirección.
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