Por fin, después de tanta angustia, Verónica puede calmarse un poco, al parecer, ha encontrado a alguien que quiere ayudarla y está dispuesta a escucharla. Da unas fuertes y controladas respiraciones antes de comenzar a hablar, hasta que logra desembucharlo todo. Le hace la historia con lujos de detalles, desde el momento en el que Amanda llegó a la habitación, hasta que ese hombre se la llevó. —¡Dios mío! Ahora entiendo tu desesperación, debió ser algo demasiado horrible para ti y sin poder hacer nada. —Yo sólo quería ayudarla de alguna manera, pero Claudia no quiso escucharme, era como si toda la súplica que le estuviera dando fuera en vano, como si estuviera hablando con la pared. —Bueno, no sé con exactitud qué pueda estar sucediendo en la vida de tu hija, lo que sí sé es que, unos