POV. JAZMÍN
Me cubrí con la sábana aún más. —Yo recuerdo que fui el objeto de…
—Me voy. —De un salto se levantó y comenzó a recoger su ropa del piso y se adentró en el baño.
Siempre me llamaba la atención la comodidad que tenía al estar desnudo, en cambio yo de solo pensar en lo que había hecho la noche anterior, solo podía pensar en ocultarme debajo de una roca, o ¿por qué no estaba borracha? Así tendría la excusa perfecta. Busqué mi ropa y afronté lo que había hecho como la mujer que era, porque podía tener una vida s****l, o el indicio de una.
Me vestí con ropa interior limpia y un vestido con flores mientras esperaba mi turno para la ducha, pero por algún motivo sentí ganas de salir de mi cuarto. Ya sabía por qué.
—Tus malas vibras me atraen, dije al ver a Pierre.
Él me frunció el ceño. —No sabía que tenías amante.
Me sonrojé. —Es mi novio.
—Amante es el que duerme contigo. —Me debatió.
Lo golpeé con mi dedo índice en el pecho. —Soy mayor de edad y puedo tener una vida s****l.
Pierre sacudió la cabeza. —Es que pensé que podrías querer ayudarme, pero si es así es mejor que me las ingenie con otro plan.
Pierre me confundía. —Me hablaste de Patrice y que iba a cometer un error, que se iba a casar, pero no me dijiste que favor querías de mí.
Pierre negó. —No importa.
Lo agarré del brazo. —Si me importa, así que dímelo de una vez.
Pierre miró detrás de mí, miré algo inquieta y me encontré con Velkan que nos miraba más que interesados al parecer.
—Si, díselo Pierre, por mí no te preocupes que soy una tumba.
Pierre me miró a los ojos y entendí que esto era un secreto compartido entre los dos, probablemente ni Irina supiera. Le di un apretón en el brazo.
—Luego hablamos, ahora voy a bañarme.
—Eso estaría bien, entre más pronto hablemos antes podré volver con mi esposa.
Asentí hacia Pierre como respuesta y seguí mi destino impuesto. Me duché. Esperaba que al salir, Velkan se hubiera ido, pero estaba en mi cama sentado como si no tuviera nada que hacer, me estaba pareciendo vagamente familiar su actuación y en parte alarmando.
Velkan apoyó los codos en las rodillas. —¿Algo que compartir?
Enrollé mi cabello en la toalla. Me había vuelto a vestir, pero me había negado a secarme el cabello con secado, amaba mis rizos.
Cuando la toalla se mantuvo en su lugar hablé. —No, nada.
—¿Siempre guardan secretos ustedes dos? —No me estaba gustando el tono de Velkan. —Porque déjame decirte que es bastante raro desde mi perspectiva, ¿qué piensa Irina de que te secretees con su marido?
Lo miré seriamente, a pesar de ser una persona bastante gruñona odiaba con toda mi alma golpear a la gente, pero Velkan se estaba apuntando por una excepción. Pero hacer eso no valía la pena.
—Velkan. —Dije con toda frialdad. —Vete, no quiero verte por ahora.
Velkan se levantó e intentó abrazarme, pero me aleje de él. —Jazmín solo te digo lo que vi, y lo que cualquiera…
Me acerqué a la puerta y la abrí de par en par. —Dirás lo que cualquiera que no me conociera diría. Y a mi parecer, tú Velkan no me conoces. Vete.
Velkan intentó de nuevo abrazarme y esta vez lo dejé, aunque de seguro él pensaba que de alguna forma lo disculpaba, no que yo estaría viendo la situación como era, ya no quería estar con Velkan si las cosas eran así.
—Mi cielo perdón.
—Te disculpo. —No le devolví el abrazo. —Ahora vete, quiero ir a hablar con mi cuñado.
Velkan me apretó con más fuerza. —Si no es nada malo, ¿por qué no te acompaño?
No había confianza. Y por mi parte yo confiaba en él.
Con resignación asentí, y no dije nada más porque sabía que, de todas formas, iba a averiguar que habíamos conversado Pierre y yo, lo podía ver en su cara.
Pierre estaba al fondo del pasillo, simplemente sabía que estaba ahí porque se veía un lugar bastante privado.
Nos miró con desagrado. —Te dije que me respondieras de inmediato, así que creo que no vas a ayudarme.
Me sentía tan exasperada que estuve a punto de gritarle. —Aún no me has dicho que debo hacer.
Pierre miró a Velkan cuando respondió. —Quiero que convenzas a Patrice de que no se case.
Velkan me colocó a su lado. —Y esa persuasión que necesitas incluye sexo.
Me solté de Velkan con algo de ayuda de Pierre. —En verdad que eres idiota, yo nunca le pediría a Jazmín eso.
Me sentí más calmada con su respuesta, pero aún me molestaba que Velkan tratara así Pierre. —Tienes una muy mala perspectiva de Pierre, Velkan…
—No me digas nada, este idiota es amigo íntimo de ese que te hizo llorar en la fiesta de Irina. Si, revisé la cinta de seguridad después de llevarte a tú casa y vi como ese imbécil te dejó tirada en el suelo sin mirar atrás. —Me aferró de nuevo. —¿Ese era Patrice?
—Si. —Dije suavemente, me dolía que Velkan me recordara ese momento tan doloroso.
Velkan resopló. —¿Y quieres que lo convenza? Si él quiere casarse que lo haga, pero Jazmín no se va a mover de aquí.
Pierre me dio una sonrisa irónica. —Vaya Jaz, sí que has cambiado ¿desde cuando habla tu novio por ti?
—Desde que me tiene para defenderla.
—¡Ja! Como me haces reír, ¿por qué tendrías que defenderla de mí? Yo solo vine a pedir tu ayuda, solo eso Jaz, no te estoy pidiendo nada extraño ni mal intencionado. —Pierre intentó alargar su mano, pero Velkan lo retuvo.
—Ya lárgate, vete con tu esposa de una vez.
Los ojos de Pierre eran hielo cuando se posaron en mí. —Si quieres hablar conmigo, sabes como localizarme, pero no demores. —Sacó su móvil. —Irina me dijo que se casa dentro de seis días, te doy un día para que me respondas.
—No te responderá.
Me estaba asfixiando con la testosterona que liberaba Velkan.
—Pierre…
—Déjalo Jazmín, que se vaya de una vez.
Me separé exhausta de todo esto. —¡Ya! —Les grite. —Pierre, me estas pidiendo demasiado, pero… me lo pensaré.
Pierre me sonrió. —Me basta con eso, pero queda poco tiempo, piénsalo rápido.
Velkan estaba furioso. —Jazmín, ni siquiera estás pensando de verdad las cosas como para darle esperanzas a este tipo. Mándalo al diablo de una vez.
—Velkan ya para de una vez. Me siento tan frustrada. Apunte a Pierre con la mano. —Te responderé esta noche. —Miré a Velkan. —Es mejor que te vayas.
Me estremecí por la furia que manaba de Velkan, casi pensé que me iba a jalar con él, pero solo se dio la vuelta y se fue como un rayo.
—No debiste haber hecho eso con tu novio. —Me dijo Pierre, pero él no se escuchaba apenado por la situación. —Por lo menos no delante de otro hombre, heriste su ego.
Me abracé a mí misma. —Él no es mi novio, es… creo que era mi amigo.
Nos despedimos y luego Pierre se fue al aeropuerto, no quiso que nadie lo acompañara.
Me quedé en mi cuarto todo el día, cambié las sábanas y ordené todo. Nadie fue a visitarme, pero me enviaban la comida al cuarto, así que tampoco bajé a cenar. Pero había pedido mucho al cielo el pasar todo un día aislada. A las diez de la noche mi puerta se abrió de par en par, por eso supe quién era sin siquiera mover la cabeza de la almohada.
—Nadia.
La sentí deambular de un lado a otro. Estaba enojada.
—¿Vas a gritarme? —Me cubrí la cabeza aún más con las sábanas. —No estoy de ánimo para eso hoy.
—Dime por todo lo que amas, ¿por qué no aceptaste casarte con mi hermano? —La sentí caer en mi cama, pero aán así no me moví. —Creí que habías aceptado cuando no llegó a dormir, pero cuando llegó estaba de un humor de perros y lo único que me ladró fue: “no aceptó”, y quiero que me expliques que quieres en la vida que mi hermano no te pueda dar.
Me reí bajito, había estado todo el día pensando y pensando en si ayudar a Pierre y lo irónico es que todas las respuestas se me venían claras ahora. Respuestas simples para todo.
Me senté en la cama y miré a Nadia, debía admitir que tenía escrito en la cara que quería golpearme, de seguro porque rechazar a su hermano gemelo era algo que le dolía en lo más hondo de su corazón. Puse la misma cara que veía en ella.
—¿Aparte de la libertad de expresión? —Le pregunté. —¿Y la falta de confianza?
Nadia puso mala cara. —Ouch.
—No me gusta que hablen por mí, y no me gusta que desconfíen de mí. Y menos que me insinúen que tengo algo con mi cuñado, eso podría llegar a oídos de mi hermana y si lo hiciera… —Me acerqué más a Nadia. —Eso, sería personal.
Nadia me entrecerró los ojos. —Reconozco ser manipuladora, pero no llegó a ese punto.
Que bien, me dije mentalmente porque si Nadia se ponía en plan “cásate con mi hermano”, utilizaría todo lo que pudiera.
—Y lo principal…
Nadia me miró sin creérselo. —¿Hay más?
—Nadia, no lo amo. –Nadia miró al techo. —No puedes ser tan cínica, tú quieres amor, pero cuando alguien más lo busca…
—Ok, ok, estoy exagerando, pero… es que, nunca había visto así de enojado a Velkan. —Me dijo con impotencia en la voz.
—Nadia. —Le toqué el hombro con la mano. —¿Te das cuenta de lo que me estás diciendo? Está enojado, no triste. Y sabes que es lo peor, —Nadia me prestó atención. —Que salió enojado de aquí porque le dije que se fuera a él y no a Pierre. Si estuviera enamorado de mi estaría triste no furioso.
Nadia se quedó callada un rato y yo volví a acomodarme en mi cama, estaba acurrucándome cuando sonó mi teléfono. Lo contesté sin mirar el número.
—¿Cuál es tu respuesta? —La voz de Pierre se oía lejana. Iba en el avión aún.
Bostecé. —¿No te enseñaron que no debes llamar desde un teléfono en un avión? Se puede caer.
—Es el teléfono del avión.
Parpadeé. —No tenía ni idea que los aviones tenían teléfonos, no va contra la ley...
Pierre se rió a carcajadas. —Jaz estas divagando, ya dime si me ayudas o no.
Me reí, lo que hizo que Nadia se pegara a mi oreja. Intenté quitarla, pero me amenazó con sus uñas. —Si, te voy a ayudar. ¿Qué debo hacer?
La respuesta siempre había estado ahí, pero quería bloquearla, ya no podía más, iba a hacer lo que mi corazón me decía era lo mejor.
Una oportunidad más para el amor, eso me lo decía Irina siempre, ¿por qué no creerle? Después de todo ella es feliz con su esposo y su pequeña que venía en camino. Su pequeño regalo.
—Ven a París e intentemos hablar con él, sé que en cuanto te vea no podrá hacerlo.
—Me encanta tu fe en mí, pero una vez ya se alejó de mí lado.
—Eso fue a la fuerza Jazmín, intenté decírtelo, pero tu noviecito no me dejaba hablar. Jazmín, sus padres lo obligaron a dejarte, no puedo imaginar cómo, él solo me dijo que por tu bien y el de tu familia debía dejarte.
Me quedé en shock. No había querido dejarme. No había deseado separarse de mí.
—Ambos sabemos que Patrice no es una persona cruel, y él estaba muy prendido a ti como para decirte esa sarta de idioteces… —Me dolía el pecho. –Patrice me dijo lo que tuvo que decirte esa noche, créeme Jaz, él no quiso herirte apropósito… se sentía muy mal por ti.
Me aclaré la garganta, de pronto sentía un nudo tremendo que no quería desatarse.
—¿Cuándo viajo?
—Mañana sería ideal. Te esperaré allí, avísame de la hora de tu llegada y nos encontraremos en el aeropuerto.
—Bien, nos vemos.
Corté la llamada. Sin más me levanté y comencé a sacar ropa del armario y a meterla en una maleta, no quería perder tiempo.
—En verdad vas a ir. —Era una afirmación.
No me distraje de mi trabajo para contestarle. —Si, porque me merezco una explicación. —Metí mi ropa con más cuidado. —Y porque… no dejo de pensar en él. No logro sacarlo de mi cabeza Nadia, por más que trato y trato, él siempre está conmigo. A veces me encuentro pensando en cómo estará y si le irá bien con su consulta o a cuantos niños habrá ayudado... —La miré y sonreí al ver que Nadia estaba abrazada a una almohada haciendo pucheros. —Estoy tan mal Nadia, necesito hacer esto, pero no por lo que piensa Pierre, no voy a mendigar amor, quiero exorcizar a Patrice de mi mente y… definitivamente de mi corazón.
Nadia asintió. —Pero no puedes ir sola. —Comencé a negar, pero ella me dio una mirada helada. —Ahora mi amiga y prima, eres una persona importante. Eres una rica heredera por la que tu abuelo daría toda su fortuna, hasta ahora no te has dado cuenta, pero siempre tienes guardaespaldas a tu lado. No puedes simplemente irte, así como así, debes tener protección.
Me quedé helada, él abuelo no me había dicho nada de eso. Nada. ¿Tenía guardaespaldas? ¿Desde cuándo?
—¿Cómo sabes…? —No seguí preguntando al ver como negaba con la cabeza. —El tío Robert los suministró.
Nadia asintió. —Exacto.
Mi humor se desinfló. —Entonces qué hago.
—En vista que no vas a ser la esposa de mi hermano… —Nadia se puso a pasear por el cuarto. —Puedo hacerte un favor si tú me haces uno a mí.
La miré inquisitivamente. —¿Qué favor?
Nadia se puso a dar saltitos. —Eso es un sí, ya no puedes echarte para atrás.
—¿Dónde quedó el amor hacia tu hermano? Porque lo acabas de vender por un favor.
—Lo quiero, pero no te puedo obligar, y menos si no lo amas. —Me dijo con sencillez. —Luego siguió saltando.
Tuve que usar mis dos manos en sus hombros para detener sus saltos. —Nadia, mírame.
Nadia me miró por fin. —Bien, cómo vas a arruinar mi alegría porque hayas aceptado.
Le puse mis manos en la cara para mantener su atención. —¿Cuál es el favor?
Nadia se dejó caer en la cama. —Tienes que hacer que Víctor salga conmigo.
—La miré como si estuviera loca. —¿Qué? Él nunca habla conmigo… parece que no le agrado y quiero que me des la oportunidad de demostrarle que no soy una chica tonta como con las que sale.
Me reí de ella. —Si que eres tonta, él pobre no es bueno hablando y según Sebastián se le traba la lengua cuando está contigo, hasta tartamudea. Y, ¿Cómo sabes que sale con chicas tontas? Ni siquiera van a la misma universidad.
Nadia me pegó con mi almohada. —Eso no importa Jazmín, solo interesa que tienes que hacerlo porque sino, no haré mi parte del trato.
—¿Qué es…? —Me crucé de brazos esperando su respuesta.
—Acompañarte con mis amigos favoritos de siempre, son de máxima confiabilidad por lo que nadie se opondrá a que viajes si vas conmigo y lo que es mejor, estarás en una compañía en la que no te podrás aburrir. —Y por amigos se refería a sus guardaespaldas personales.
Miré mi ropa y la maleta y seguí empacando hasta que guardé todo lo necesario. —Bien, estoy lista con esto. —Tomé mi móvil y se lo lancé a Nadia. —Comienza a pedir los pasajes, debemos salir mañana al medio día a más tardar.
Nadia se veía confusa. —¿Qué vas a hacer? ¿Dónde vas? —Me gritó mientras salía.
Le hice unas señas con las manos. —Me voy a buscar a tu príncipe encantado, ya vuelvo.
Nadia pegó un grito. —¡Estás loca!! No puedes hacerlo ahora, después, hazlo después. No hay prisa Jazmín, confió en ti. ¡Jaz! ¡Jaz!!!
Corrí a las escaleras, mi primo dormía en el tercer piso de la mansión en el ala que ocupaba su familia. Corrí hasta agotarme, nunca había recorrido con tanta prisa la mansión y este lugar definitivamente era para morir por falta de oxígeno.
Mientras corría se me ocurrió un plan rápido pero efectivo.
Pasé las habitaciones hasta que llegué al salón que separaba las habitaciones de la familia. Toqué en la puerta que tenía escrito Víctor.
—Sebastián, deja de molestar y lárgate de una vez, no voy a salir de este cuarto hasta que ella… —Abrió la puerta y yo le sonreí pícaramente. —Jaz.
Puse mi mejor cara de inocencia. —¿Por qué no vas a dejar tu cuarto?
Me miró con total seriedad, pero se veía un asomo de vergüenza en su rostro…—Tengo cosas que hacer.
—Ah…
—Si, ah… ¿qué sucede? —Se aclaró la voz antes de seguir hablando. —Me parece que no estás aquí por nada.
Tomé sus manos. —Necesito un favor, bueno… —Puse cara lastimera. —Nadia necesita un favor…
Víctor se puso totalmente rojo. —¿Qué… qué necesita Nadia?
Lo tenía, la primera parte estaba lista. ¡Bien!
—Tienes que venir conmigo, ahora.
Víctor asintió sin preguntar nada más. —Vamos.
Ahora la siguiente parte.
Cuando llegamos a mi cuarto me apresuré a tocar la puerta.
—Nadia, ¿te encuentras mejor? ¿Podemos pasar? —Pregunté con cuidado, luego agregué más fuerte para Víctor. —Casi se desmaya hace un rato, creo que no está comiendo muy bien.
Víctor apenas me escuchó, entró de inmediato. —¿Nadia qué pasa?
—Nada. —Nadia estaba como una estatua en la cama, se había quitado las zapatillas de deporte y estaba sentada en pose de meditación.
El vestuario de Nadia no solía variar demasiado, era un clásico conjunto de deporte color n***o (polerón con gorro y calzas deportivas).
Nadia nos miraba como si fuéramos su peor pesadilla.
—Víctor que me dices, si se ve algo delgada ¿no? —Nadia se miró por todas partes. —Creo que por eso casi se desmaya.
—No es cierto, Víctor enserio no me pasa nada. —Nadia negaba como una loca y por la cara de Víctor, podía decir que ella no lograba convencerlo.
Víctor se sentó a su lado y tomó su rostro entre sus manos. —¿Me prometes que no te pasa nada? —Nadia asintió lentamente. —Te creo, pero de igual manera debes cuidarte. No sé si sea muy educado decirlo, pero no te ves como si te cuidaras demasiado.
Nadia se sonrojó notablemente. —Pero, pero si me cuido y mucho.
Víctor abrazo a Nadia. —Ven, ¿quieres venir a comer conmigo?
Nadia estaba como en el cielo. —Si, si quiero.
—Entonces está decidido, ¿qué quieres comer?
Nadia agarró a Víctor por la camisa. —¿Vas a cocinar para mí? ¿Hablas en serio?
—Por supuesto, yo nunca bromeo Nadia. —Eso era cierto, Víctor no tenía sentido del humor. —Esta noche voy a cuidar de ti.
Sonreí. —Tienes razón y ya que estamos, Nadia deberías quedarte ya es muy tarde para que vuelvas a casa, así terminaremos nuestros planes para mañana.
Víctor me miró interesado. —¿Qué piensan hacer mañana? ¿Me puedo unir?
Me sentía como ese momento incómodo en que no quieres arruinar algo, pero ya no puedes echarte para atrás.
—Tenemos que ir por unos días a Francia. —Dije lentamente.
Víctor tomó a Nadia y de camino a la salida me agarró a mí también.
—De camino a la cocina me dirán que está pasando. —Me sentía como niña de cinco años al ser arrastrada por el pasillo.
—No te molestes Víctor, pero es algo personal y preferiría que esto se quedara entre nosotros, déjalo como una pequeña escapada de chicas. —Intenté soltarme, pero fue en vano.
—Y tu Nadia, ¿cómo puedes ser tan irresponsable? No estas bien…
—Estoy bien… –Nadia se retorció hasta que me dio un manotazo. —Y Jazmín puede decírtelo con total franqueza, ¿cierto Jazmín?
—Vi como la golpeaste, no vas a convencerme. Si quieren ir, tendrán que decirme que es lo que van a hacer en Francia. —Se detuvo de golpe. —Y tiene que ser una buena razón o no las dejaré moverse de aquí.
Me aclaré la garganta. —¿Te das cuenta que me has dado el placer de escuchar tu linda voz primo? Nunca lo haces, deberás tienes un tono ronco que te hace sonar tan… sexy. —Víctor me sonrió y yo tuve que aguantar el dolor de la patada de Nadia.
—Jazmín, tengo una hermana adolescente que me ha halagado de más maneras de las que tú puedas imaginar. No me vas a engañar. —Nos jaló de nuevo y seguimos caminando. —Ahora vamos a ir a la cocina, voy a preparar algo muy rápido como unas tostadas francesas, nos vamos a sentar y luego vamos a conversar.
Nos llevó a volandas a la cocina y sin decirnos palabra se puso a cocinar, al cabo de unos minutos nos tenía unas tostadas francesas (irónicamente) en frente de nosotros.