POV. JAZMÍN
—Qué mujer tan molesta. —Gruñó mamá.
Miré a mamá anonadada, nunca la había visto molesta por nada y menos gritándole a alguien.
Mamá apuntó en dirección al abuelo y a papá. —Vamos a tener nuestra propia casa, va a ser cerca de aquí, incluso pensaba en la casa de campo que tiene pasando el jardín en dirección a los terrenos de mis padres. —Movió la mano en círculos– Pero ahora…
El abuelo sonrió. —Se me había olvidado esa casa, la mandaré a arreglar para ustedes ahora mismo.
—Yo no soy molesta. —Le dijo con resentimiento tía.
Mamá le sonrió sin un ápice de alegría. —Lo eres.
—¡Víctor! —Tío le sonrió con disculpa. —Eres imposible.
—¿No hay nada para mí? —Le dijo papá.
Mamá le frunció el ceño. —Si, cállate y déjame hablar a mí ahora.
Papá le sonrió y se sentó a la mesa. —Como gustes cariño.
—¡¿Qué está pasando aquí?! —Todo el mundo se quedó mirándome. —No entiendo nada, quiero una explicación.
Mamá y papá se miraron hasta que mamá ganó el duelo de miradas.
—Verás… —Dijo papá. —Es mejor que lo hablemos en privado, ¿quieres? —Lo miré con duda. —Solo será un momento.
Suspiré. —Está bien, te sigo. —Aferré mi bolso y esperé a que papá saliera del comedor.
Los pasos en el pasillo sonaban anormalmente fuertes, tal vez era mi imaginación, pero el pasillo parecía no tener fin y eso comenzaba a molestarme, quería saber qué estaba pasando.
—Vamos al jardín. —Me indicó con una mano un pasillo aledaño y al poco rato salimos al exterior.
Me senté en la primera banca que encontré procurando dejar el bolso a mis pies. Papá se sentó también, colocándose a mi lado.
—Nunca me agradó esta casa, pero admito que los jardines siempre me atrajeron.
Lo miré algo sorprendida. —La casa es hermosísima.
Papá tomó una postura de cansancio, colocando sus codos sobre sus rodillas. Por un momento creí que se iba a quedar callado, pero me equivoqué.
—No voy a negar que esta casa es hermosa, pero nunca me agradó, ni a mí ni a Alejandra.
Traté de ocultar mi sorpresa. Él nunca, pero nunca hablaba de su hermana menor. Bueno, la verdad era que nadie hablaba de ella, casi parecía como si nunca hubiera existido. Traté de recordar si alguien la había mencionado, pero no llegue a ningún recuerdo.
Hasta donde sabía, ella era menor que papá por tres años, pero no sabía que le había pasado y apenas y había escuchado de ella. Y hubiera seguido de esa forma sino es gracias a mi curiosidad que me llevó hasta el armario de papá, donde encontré un viejo álbum hace diez años.
Cuando se lo había mostrado a mamá, ella se había puesto a llorar y después de un rato me dijo quién era ella, pero no me había dicho que había pasado con ella.
—Siempre jugábamos por el jardín. —Sonrió con tristeza. —Ivantie me recuerda mucho a ella, ninguna se adaptaba bien a la ropa de chica y a ser educada, como toda una señorita. Mi Ale no era de esas y me gustaba enseñarle a pelear y a jugar cosas de chicos… mi padre me odiaba cada vez que lo hacía.
Lo miré de reojo, sintiéndome un poco preocupada. —¿Ella hace cuanto murió?
Papá me miró sorprendido. —Ella no ha muerto, desapareció o la raptaron, en fin, solo… nunca supimos que fue de ella. Solo eso. No está muerta.
—Papi. —Dije con lástima por él, su hermana probablemente había muerto hace mucho tiempo atrás. —¿Por qué me cuentas todo esto?
Papá me abrazó. —Porque no voy a dejarte más tiempo sola. A ella la dejé sola cuando me necesitó. No voy a hacer más eso contigo. Y, además, es hora de superar las viejas heridas y tratar de llevarme mejor con el viejo.
Me reí un poco de esa última frase. —Eso me suena a mamá.
—Probablemente porque fueron sus palabras, pero son mis pensamientos. Recuérdalo.
—Eso es algo confuso.
Papá me sonrió. —Así es la vida.
Miré mis pies aún algo confundida. —¿En verdad decidieron venir, así como así?
—La verdad es que, ya no puedo huir y nunca debí aceptar que cargaras con mis responsabilidades. —Una mano cayó en mi cabeza. —El viejo junto a Víctor lo tienen todo bajo control excepto una cosa.
Lo miré sorprendida por su sonrisa de predador. —¿Qué les hace falta?
—Un abogado capaz y competente que pueda sacarlos de aprietos y de poner contra la pared a los competidores, además de llevar los términos legales de la empresa. —Dijo de un tiro. —O sea, yo.
—No puede ser…
Busqué en su cara algo que me dijera que estaba bromeando, pero estaba hablando muy en serio, lo cual me aterró porque él nunca había aceptado nada del abuelo.
—Ya se lo dijiste al abuelo, ¿no?
Su mano me revolvió el cabello. —Claro, por eso peleábamos en un principio, el muy necio cree que puede seguir manejando todo como quiera y ahí es donde se equivoca.
Miré mis manos porque ya no sabía dónde más fijar mi mirada. —Eso quiere decir que estoy fuera de todo, no tengo cabida en ninguna parte…
—Te equivocas hija, tú eres de los más capacitados para manejar un hotel y eso lo sabe tu abuelo. Estudiaste leyes un tiempo y estudias hotelería, sabes cómo manejarte. Pero ahora quiero que te concentres en tu embarazo y en estudiar, nada más. Deja la empresa en nuestras manos y no te preocupes que tu lugar te lo he asegurado hace bastante tiempo.
Cada vez entendía menos, hoy no era mi día. —¿Mi lugar?
—Si, tu lugar. Sabes que la cadena de hoteles se dividirá cuando papá muera, ¿no? Pues bueno, así será y un hotel me corresponde por lo que también es de mis hijos. —Me sonrió. —Te necesito lista para administrarlo cuando eso pase. Ten en cuenta que no será en un futuro cercano por eso tómate tu tiempo en aprender el negocio, yo sé que es duro, pero haz tu mejor esfuerzo en ello.
Sentí como si un peso se levantara de mis hombros, un peso del que no era consciente que llevaba. Le sonreí a papá más animada de lo que estaba antes.
—Y qué pasa con David, ¿cuándo va a llegar?
Papá suspiró. —Ese niño está entrando en una etapa algo difícil, vendrá a final de año a “vacacionar” aquí. —Papá hizo las comillas con las manos. —Ese mocoso… no puedo quejarme porque se parece demasiado a mí.
Suspiré aliviada y comencé a mirar el día con nuevos ojos, con la compañía de mis padres quizás...
—Oye, traje algo para mi nieto, pero está en mi cuarto. —Cuando lo vi dudar sentí algo de miedo, ¿qué había traído? —No es nada malo, solo algo para decorar.
Me alegré de pronto, al parecer el abuelo de mi pequeñín estaba haciendo algo bueno. Le sonreí encantada en respuesta.
—Edouard Alexandre te lo agradece.
Papá se levantó de golpe jalándome a mí con él. —Entonces ven a verlo.
—No puede ser… —Me quedé atónita cuando vi… eso. —¿Crees que algún día Edouard Alexandre alcance el porte de ese oso?, ¿cómo rayos lo trajiste en avión?
Papá puso una cara de desconcierto. —¿Qué tiene? No es nada y le compré otro a Catalin, y por si te interesa a Irina no le molestó para nada el oso.
Claro, como si la fanática de los osos se fuera a quejar por tener un oso de felpa a tamaño real, de seguro era el sueño de Irina tener uno.
—Papá, Edouard Alexandre es niño. No creo que hayas hecho bien comprando este… osito.
Papá me señalo una cintita en el cuello del oso. —Ves, es azul. Es para niños.
Genial, no tenía aún una habitación para bebés, pero ahora tenía un oso que la llenaría de inmediato si la tuviera. Aunque debía admitirlo, corrí a abrazarlo.
—¡Es enorme!
No pude perderme la postura de satisfacción de papá, como si hubiera logrado una gran hazaña. —Qué bien, entonces te encantará el auto.
Me congelé donde estaba. —¿Qué auto?
—Bueno, los autos. Le compré una cama cuando veníamos hacia acá y unos autos de peluche. Te van a encantar.
Miré al cielo.
¿Por qué exageras todo lo que pido? ¡Dios!
—¿Quieres bajar?
Lo miré con desesperación. —¿Vas a ser igual que el abuelo cierto?
—No me compares con ese viejo. —Me tomó del brazo y salimos de su cuarto. —Tu madre también trajo algunos regalos, no te asustes, son para ti.
Forcé una sonrisa. —Genial.
Ese fue el comienzo de un día de regalos.
POV. IVANTIE
Jazmín había salido junto a su padre y no habían vuelto, así que me obligué a comer y a tratar de pensar en otra cosa que no fuera Cristián hablando con Mario por enésima vez. Pero mi mente siempre volvía a ese tema, ¿por qué hablaban tanto? Me inquietaba pensar en esas conversaciones.
Salí del comedor disculpándome con la familia y caminé hacia mi cuarto, no caminé demasiado cuando llegué a la entrada de mi cuarto, pero los gritos que escuché me detuvieron y me hicieron seguirlos.
—¡No me voy a ir!
—¡Te vas de aquí conmigo por las buenas o por las malas!
—¡¿Por qué no entiendes?!
—¡¿Entender qué?! ¿Qué te enamoraste de una mocosa mimada y no quieres irte por eso?
—¡Quiero estar con Ivantie!
—Ya no sé cuántas veces has dicho eso y desde ya te digo que me molesta cuando lo dices. Estas poniendo a esa mocosa antes que, a tu familia, comprendo que aún es reciente la muerte de nuestra pequeñita, pero debes volver a casa, mamá te extraña y aunque papá no lo diga; él también te echa de menos.
Me quedé escuchando tras la puerta con miedo de la respuesta de Mario.
—Aun… no.
—¿Cuándo?
—Le dije a papá que volvería cuando terminara el semestre y tío accedió a tenerme con él hasta ese momento.
—Estás haciendo sufrir a nuestros padres, murió Luiza y ahora tú estás lejos de la familia y ni siquiera llamas.
—No quería molestar a mamá llamándola a cada momento.
—Hazlo. —La puerta se abrió de pronto pillándome por sorpresa. —Mira quien está aquí, tú linda y entrometida novia.
—No la molestes Cristián. —Corrí hasta Mario, quien no se veía nada feliz.
Cristián me miró enojado. —Me voy, sino vuelves a final de semestre vendré por ti y no seré agradable. Y más te vale llamar a casa. —Dijo antes de salir.
—Lo siento. —Dije contra su cuello. —Escuché gritos y…
Mario me abrazó. —No digas más, solo quedémonos así, juntos.
Lo abracé fuerte y me quedé muy quieta mientras él me acariciaba la espalda.
—Lamento lo de mi hermano y que tuvieras que escuchar, me ha estado intentando convencer de volver a casa, pero… no quiero, aún no.
Tragué el nudo que tenía en la garganta, tenía que decirle algo que lo alentara. Una parte de mi decía que debía decirle que aguantara, que todo estaría bien, pero la otra parte...
Tomé su cara entre mis manos. —Debes volver a casa.
Mario se descompuso frente a mis ojos. —Tú no…
Una lágrima se me escapó y antes que pudiera borrarla, Mario la tomó en su dedo. —No hagas esas cosas, debes volver. Tus padres te extrañan y te necesitan.
Mario puso su rostro frente a mí y me besó suavemente al principio y después con desesperación.
—No.
Me quedé algo desorientada. —No seas egoísta y piensa en los demás.
Mario volvió a abrazarme. —Voy a ser egoísta con todo lo que respecta a ti, porque esperé demasiado para tenerte.
—Mario, nos conocemos desde hace unas semanas. Es… —Me obligué a decir las palabras. —Nada, no es nada.
Mario se alejó de mí un poco para mirarme. —Tú no me conocías antes de venir aquí, pero yo si te conocía a ti, hace un par de años te vi en una fiesta.
POV. PATRICE
Abrí las puertas de par en par.
—¡Está decidido! Puedo mandar a mis padres al demonio, puedo mandar al infierno a mi esposa, pero tú… maldito, infeliz bastardo eres mi mejor y único amigo y vas a escucharme.
Miré a Pierre, estaba bastante sorprendido de verme. No era para menos, después de todo estaba en su oficina cuando supuestamente estaba aún de vacaciones con mi esposa. Además de entrar como lo hice.
—¿Qué haces aquí?...
Caminé de un lado a otro en su oficina. —Ya lo dije, que se vayan al carajo todos. Menos tú, claro.
—Aun no entiendo que haces aquí cuando deberías estar en París o en algún lugar exótico con tu adorada esposa.
Lo miré con odio. —No menciones eso, fue una estupidez creer que la solución sería tan fácil.
Pierre me sonrió con desagrado. —Y qué pasa ahora.
—Soy todo lo que quieras, pero no soy semental. Me rehúso a traer un niño al mundo que va a tener que hacer todo lo que esta familia enferma quiera.
—O sea que… —Miré por la ventana ignorando su mirada. —Continua.
Volví a pasear de un lado a otro. —Quieren un heredero y por eso me refiero a que mi suegro lo quiere y mi padre me obliga.
—Por fin te das cuenta de que son unos enfermos, bienvenido a la realidad amigo. —Pierre estaba serio. —Pero lo hiciste tarde.
—Aun puedo anular mi matrimonio, me pidieron que me casara y lo hice. —Dije un poco más tranquilo.
—No te has acostado con ella.
—No y no pienso hacerlo. —Dije tajante.
Pierre me sonrió. —Y quieres que te ayude con la anulación.
—Eso sería un bono, sino bien puedo buscar otro abogado, pero tu mi amigo, no te dejarías sobornar.
Pierre me sonrió con sarcasmo. —Hermano, aún no tengo la experiencia para un trabajo de esa magnitud, pero conozco a alguien...
Miré la puerta, desde que había llegado tenía miedo de encontrarme con una persona y esperaba que nuestros caminos se mantuvieran alejados.
—No es mi suegro, te lo aseguro. —Pierre se levantó de su escritorio. —Y no te lo vas a encontrar, se fue a Rumania hace casi un mes.
Lo miré sorprendido por la noticia, era lo último que me esperaba.
—¿De vacaciones? —Pregunté con algo de miedo, era mucho peor esperar que apareciera de la nada sin avisar, que tenerlo en un lugar específico.
Pierre negó con sus manos. —Relájate, se fueron él y mi suegra por un buen tiempo a Rumania, con la excusa que su padre no estaba bien.
—Sé que no debería preguntar esto, pero, ¿esto quiere decir que me perdonas?, ¿volvemos a ser amigos?
Pierre asintió. —Eres un idiota y necesitas que te cuiden, algo que solo yo puedo hacer, pero solo te diré esto. —El golpe llegó de la nada. —No vuelvas a acercarte a mi cuñada o te meterás en problemas.
Me toqué la cara sintiendo el dolor, pero a la vez no podía evitar pensar en Jazmín en cuanto la nombró, ¿cómo estaría en este momento? No hice nada para detenerla cuando sabía que ella esperaba que lo hiciera, la deje ir sin más… ¿Me guardaría rencor aún?, ¿me habría olvidado?
Secretamente esperaba que no. Debía admitir que extrañaba su voz, sus caricias… estar junto a ella. Pero, sobre todo, necesitaba verla una vez más para saber si estaba bien, solo una vez.
—Lo siento, pero quisiera verla una vez más. —Miré al piso después de esa declaración porque sabía la pregunta que venía después. —Aunque me golpees una y otra vez eso no cambiará.
—¿Para qué?
El silencio cubrió el momento como si no hubiera nada ni nadie en la habitación, no supe que contestar a esa simple, pero tan difícil pregunta.
—Solo quiero verla.
—No.
Lo miré directamente. —Solo quiero eso mon Dieu, ni siquiera pido hablar con ella. Verla, nada más, aunque sea desde lejos.
La puerta se abrió interrumpiéndonos.
Una mujer pequeña entró sin más corriendo de inmediato hacia Pierre, cruzaron unas cuantas palabras antes de que este me mirara.
—Tengo un asunto importante que atender, si gustas puedes quedarte aquí y esperar o puedes ir a mi casa, sabes donde vivo.
Recordé la última charla con Irina, no había visto parecido con Nadia hasta ese momento, cuando me había lanzado cuanta pieza de cristal había encontrado, mientras me llamaba idiota y muchos más apelativos.
Miré el computador de escritorio. —Te voy a esperar aquí mientras veo mi correo, sino te importa.
Pierre se encogió de hombros. —Para nada, me demoraré un poco.
—Oui ve.
Abrí el computador sin esperar a que Pierre saliera, intenté abrir mi correo, pero el de Pierre estaba abierto y fue este el que se abrió, por mera curiosidad seguí el link del único correo que se veía, era uno que decía “ecografía”, lo que me llevó a ver a mi pequeña ahijada. Bueno si el plan seguía sin objeciones de Irina.
Lo que me encontré no era de una bebé muy desarrolla sino más bien uno con pocos meses de gestación y cuando miré bien, arriba donde debía ir el nombre de la madre, decía: “Jazmín Dan”.
Perdí el sentido del tiempo al estar sentado en frente de esa computadora mirando esa imagen, debió de ser demasiado para que Pierre fuera quien me moviera de allí, se suponía que él se demoraría.
—No debías ver eso. —No necesité ver su cara para saber que estaba arrepentido de dejarme solo en su oficina.
Tragué el nudo que se me había hecho en la garganta.
—¿Es…?
—¿Tuyo? Si. No me mires así, no veo porque ocultártelo. —Una mano cayó en mi hombro. —Jazmín no creyó que fuera necesario decírtelo, no conozco sus motivos, aunque quizás los conozco demasiado bien. No quería que volvieras por el bebé, si es que alguna vez lo hacías.
Sin pensarlo demasiado apreté imprimir y esperé hasta que una imagen que cubría toda la hoja apareció a mi lado y de pronto tenía a mi bebé… mi hijo en frente de mí, un pequeñito que apenas y era una forma plasmada en una hoja, una forma que apenas y relucía entre todo ese n***o. Era ridículo, pero sentí tristeza al verlo tan solo y lleno de oscuridad a su alrededor.