Capítulo 19

3861 Words
POV. PATRICE De a poco sentía que más emociones y sentimientos me embargaban. Si todo lo que comenzaba a perturbarme en buen y mal sentido lo lograra distinguir, todo sería más fácil. Tomé la hoja de papel y la guardé de inmediato, como si en algún momento este fuera a desaparecer, dejándome solo y confundido. Tenía, no, tendría un hijo con Jazmín dentro de unos meses. Un niño que bien podría parecerse a mí o a ella, sería el consentido de su madre y… si no lograba sacarme de este lio en que me había metido, nunca podría estar con él. —Dime quien es el especialista en divorcios. —¿Si te divorcias ahora no sería un poco escandaloso? Te casaste hace unos pocos meses y hasta admito que me gustaría ver a tu padre tratando con un lío así, pero ¿y tú? —Su mano volvió a caer en mi hombro, definitivamente lo había echado de menos. Él era mi amigo y hermano, si alguna fuerza sobrenatural lo había puesto en mi camino era para estos momentos en que mis fuerzas no se comparaban a las que él podía transmitirme, lástima que no pudiera compensarlo. —Lo siento Pierre, pero no puedo cumplir lo que me pediste. O me consigues al especialista en divorcios o me iré directamente a Rumania en el siguiente avión y créeme que encontraré el lugar a donde debo ir. Pierre pareció meditabundo durante un momento antes de asentir. —Te conseguiré a ese tipo. Creo que está en su oficina ahora mismo, así que espera un momento. Asentí encantado de que las cosas fueran bien por un momento. —Entonces ve, te estaré esperando, te lo prometo. Pierre estaba por dejar la oficina cuando se paró. —No te metas en mis cosas, si me doy cuenta que viste mis fotos, te mato. Me reí de él, aunque no me sentía muy feliz. —¿Alguna sexy? Pierre me gruñó. —Tengo fotos de mi Irina, así que no te metas. Levanté mis manos en rendición. —Está bien, está bien. Ahora ve y corre. Pierre salió por fin de la habitación y antes de pensarlo si quiera me lancé sobre el teléfono, si no podía tocar el computador... pensé. —Conécteme con el aeropuerto internacional. —Dije apenas escuché que descolgaron, pero… —¿Joven Jones? —La voz era definitivamente de alguien joven o quizás podía equivocarme, pero me parecía familiar. —Un amigo, mi estimada señorita. —Dije sin sentirme muy halagador particularmente el día de hoy, aunque si lo pensaba no tenía que estarlo después de horas de viaje. La risa del otro lado me confirmó que no era precisamente joven. —No tengo permitido… —Mon dieu es solo una llamada, no pido un favor al cielo. —Le dije con mi mejor tono de voz, aunque comenzaba a perder la paciencia. —Necesito esa llamada. —Calma señor, ya lo conecto, no se exaspere. —Merci mille fois. —Le agradecí. —¿Qué? —Mil gracias señorita. —Repetí en español. Después de un rato me respondió. —Oh, bien, ¿necesita un vuelo en especial? —Solo conécteme, ya me encargo del resto yo. Gracias. Esperé un segundo y ya estaba conectado con la recepcionista del aeropuerto. —Quisiera preguntar por un pasaje de avión hacia Rumania… —Las preguntas de siempre. —No, no me importan las escalas. Si, ese vuelo me parece bien, gracias. Aunque seguí tratando de recordar ese tono de voz, pero al poco rato me rendí y comencé a pensar en Jazmín y en que pronto estaría con ella. Aunque temía el recibimiento que me daría. Me quedé en silencio bastante rato, mirando de un lado para otro, era definitivamente una oficina y apenas había espacios vacíos en el lugar. Había unos cuantos cuadros colgados y una foto de Irina en su traje de novia, recordaba ese día. ¿Cómo olvidarlo? Los dos se habían visto tan enamorados y por lo que sabía, aún mantenían esa mirada, aunque la foto de Irina embarazada me decía que estaban aún más enamorados que en ese momento. —Me alegra que no vieras mis fotos, bueno las de mi computador. Le sonreí apenas y lo había escuchado entrar. —¿Estás si son aptas para el público? Pierre me sonrió, mientras se encogía de hombros. —Dejé de colocar fotos de mi Irina cuando un idiota dijo que estaba “buena”. Enarqué una ceja. —Que le hiciste. Levantó un puño. —Le hice una aclaración, mi esposa no esta buena. Está increíblemente hermosa. Me reí, estaba más que loco por su esposa. Pensaba que debía envidiarlo, pero no tenía derecho por mis decisiones, había perdido esa opción hace rato. No, aún no. —Me convencí. —Esto no podía acabar aún. —¿Cómo ha estado tu familia?, ¿tus padres aún viven en esa casa enorme? Pierre me señaló los sofás y se sentó allí. —Mis padres aún viven en la mansión, mis hermanitos aún juegan como locos. Nicoleta no para de hablar cuando ve a Irina llegar y Andrei no hace nada sin Nicoleta, son muy lindos. Mi madre espera que Catalin se una al club de los revoltosos como llama a los enanos. Me asombré, porque hablara de sus hermanos. —Tu madre se adaptó rápido a Andrei. Pierre me miró como si fuera idiota. —Es su niño mimado, sin darnos cuenta Nicoleta y yo quedamos de lado cuando Andrei quiere algo. —Al hablar no parecía molesto sino más bien feliz. —Y ella es su persona favorita en el mundo, su primera palabra fue “mami”. Estaba comenzando a sentirme demasiado viejo o tal vez todo me estaba afectando de más, como eso último. —¿Has pensado en cómo será Catalin? Pierre me sonrió con nerviosismo. —Varias veces me lo he preguntado, Irina sueña con una niña con la que ir de compras y compartir todo, pero siento que tener una niña me va a volver loco. Solo piensa, un día tendrá dieciséis y si tiene la figura de su madre… todos los chicos querrán salir con ella. Era de esperarse que pensara eso, era el peor miedo de todo padre. —Oui, tendremos que cuidarla, después de todo aún me cuento como su padrino. Pierre suspiró. —Por supuesto que vas a ser su padrino, aunque temo que su madrina la lleve fuera del sendero. Mi curiosidad se activó. —¿Quién es la madrina? —La amiga de Irina, Naty. —Lo miré un poco sorprendido. —Lo sé, esperabas que fuera Jazmín, pero ya se lo habíamos prometido a Naty antes. Esa chica es de temer. —Me preguntaba… Pierre me dio una mirada de pesar. —Es un niño, se va a llamar Edouard Alexandre Dan. Me quedé paralizado, si ésta no era una señal, entonces, ¿qué era? —Debo ir Pierre. —Primero solucionaremos tu problema. —Dijo mi querido amigo Me levanté de golpe. —Mon dieu Pierre, me tomará meses antes de lograr sacarme de encima esa… esa… esa víbora. Pierre se levantó lentamente. —Vamos a hablar con ese tipo, siempre puedo poner en marcha el plan B. —¿Qué estás diciendo?, ¿no hablaste con el abogado? La cara de Pierre no se veía muy expresiva. —Me molesta ese tipo, tiene algo que me desagrada y yo no le agrado tampoco, pero nos tratamos. En esta ocasión, cuando supo que no era nada de trabajo por lo que quería hablar con él, no me quiso atender. Lo siento. Me sentí desfallecer. —Demonios. Pierre se pasó la mano por el pelo. —Pero siempre puedo acudir al plan B como te dije, vamos a hacerle escucharnos. —¿Y qué vamos a hacer? Pierre se movió hasta su escritorio y tomó el teléfono. —Llamar a la caballería. ¿Madison puede venir un momento? Bien, gracias. —¿Viene la caballería? —Pregunté interesado. Pierre me sonrió. —Ese tipo no va a resistirse, créeme cuando te lo digo. Asentí. —Más te vale que sea así, no quiero buscar por todas partes a alguien en quien confiar. A propósito, ¿por qué no puede ayudarme tu padre? —Porque está molesto contigo por dejar a Jazmín. —Lo miré sin dar crédito. —Y porque no es su campo; no le agrada el drama de parejas separándose, como a mi suegro tampoco le agrada, hace varios años unieron a este tipo especialista en separaciones, es un cínico, pero sabe lo que hace. —¿Cuál es el campo de tu padre? —Pregunté interesado, ya que siempre había creído que los abogados hacían de todo, ahora veía que tenían ciertos campos. Pierre se encogió de hombros. —Le gustan más las negociaciones de empresas, asesorar a empresarios y separaciones de acciones. Lo fácil según mi suegro. A quién, por cierto, le gustan los casos en que debe sacar a gente de prisión y en especial si el caso es difícil. —O sea que era corrupto, comenzaba a darme miedo. Y por lo visto se notaba en mi mirada lo que pensaba. —No me veas así, no saca a cualquiera que pague sus servicios, sino por los que vale la pena. Me alegraba que mi primera impresión que tenía de él fuera la correcta. Pues por las pocas veces que había visto a David Dan padre, podía decir que era una persona en la que se podía confiar y que protegería a cualquiera que estuviera entre sus personas preciadas. Podía entender por qué se había ido a Rumania a cuidar de su hija embarazada. —Lo creo. Ambos giramos cuando escuchamos el ruido de la puerta al ser abierta, cuando se abrió de par en par apareció una mujer latina, lo decía porque su color de piel era moreno y su cabello oscuro, pero tenía algo extraño; unos ojos de un color café claro impresionante. Era hermosísima. —Madison gracias por venir, le presento a mi mejor amigo Patrice. —La voz de Pierre sonaba muy respetuosa al dirigirse a esta mujer. La mujer me sonrió. —El francés. —Enarqué una ceja. —Era yo la del teléfono, trabajo como asistente para el señor Dan, pero desde que se fue a Rumania soy la secretaria del joven Jones, un gusto conocerte. —El placer es todo mío. —Miré a Pierre enarcando una ceja, ¿joven Jones? Madison nos miró a ambos interesada. —¿Cuál sería el favor que necesitan? No hago tours turísticos, se los advierto desde ya. La risa de Pierre me sacó de lugar. —Él conoce bien el lugar y no es para un tour. Verás, hay cierto idiota de divorcios que no quiere hablar con nosotros y aquí hay otro idiota que lo necesita, y tu mi querida secretaria… Madison se puso seria y levantó las manos. —No mijo, no me vengas con esas, no voy a entrar a la cueva del león. Ni por ti, ni por… Coloqué una expresión triste en mi rostro. —Madison, es que cometí el peor error de mi vida, me dejé timar por una mujer malvada y una familia que creí que me amaba por sobre todas las cosas, y que resulto no ser así. Me casé y ahora no sé qué hacer. Solo quiero ir a buscar a la mujer que en verdad amo y casarme con ella, y si tengo suerte… —Dije meditabundo. —Seré parte de la vida de mi hijo, con suerte… Sentí un gemido. —Ya párate ahí, que las lágrimas se me van a salir, padre mío que triste vida has llevao’. Pierre me dio un codazo disimulado. —¿Puedes ayudarnos Madison?, por favor, no creo pedir demasiado. Necesitamos un momento con ese tipo. —¿Un momento? Y en que lío te has metido que no puede ser otro abogado de divorcios, te puedo contactar con algún amigo del señor Dan… Miré a Pierre y entre mí me dije que al demonio. —Mi padre es un senador en Francia y mi suegro es un magnate oscuro y ambicioso, ambos se han aliado para parar cualquier indicio de divorcio, sino puedo encontrar a alguien confiable aquí… ¿ese amigo del señor Dan es de confianza? —Hay que admitir que el idio… Davis sabe hacer su trabajo y nunca se ha dejado chantajear… —Madison se quedó pensando un momento y después se relajó de inmediato. —Pierre, más te vale que me subas el sueldo por lo que voy a hacer, pero te lo advierto, se me vuelve a insinuar y te juro por la virgen que lo mato. Me apresuré a tomar sus manos. —Gracias Madison, no sé cómo recompensarte. Madison se desembarazó de nosotros con un movimiento de manos. —Descuida que yo sé. No me di cuenta que contenía la respiración hasta que Madison salió de la oficina, pero al ver que Pierre hacía lo mismo supe que esto pudo haber salido de otra forma. —Creo que le llegó esa parte, lo de ser parte de la vida de tu hijo y quizás lo último también. —¿Crees que se hubiera negado? —Le pregunté con miedo. Pierre asintió. —La verdad, no pensé que aceptara. Quizá con un par de días de ruego sí, pero antes no, me sorprendió muchísimo que aceptara con cinco minutos de ruego y una carita triste. Y lograste que le saliera algo de acento, eso no pasa nunca. Recordé la mirada de la mujer. —Esos ojos… me parecieron familiares, ¿la conocí antes en alguna parte? Pierre me dio una sonrisa de cómplice. —Mi amigo, no es de extrañar que recuerdes esos ojos porque su hija también los tiene. —Me dijo como si fuera muy obvio. —Ella es la suegra de nuestro pequeño David. —¡¿Qué?! —Grité. —¿Estás loco? Esa mujer, con esa cintura… —Le di un golpe en la cabeza. —¿Es la madre de Alina? —Si, es la madre de Alina. Me senté en el sofá de nuevo. —Guau. —Hace dos años que trabaja para mi suegro, es muy trabajadora, pero siempre había tenido que esforzarse demás para ganar un sueldo decente, dejando siempre a Alina sola por muchas horas. Su vida cambió cuando la despidieron del lugar en el que trabajaba, pasó algo de tiempo y al no encontrar trabajo, mi suegro pensó en que bien podía tener una secretaria, no pasó mucho antes de hacerla asistente y créeme que si mi suegro decide mudarse definitivamente a Rumania se la va a llevar con él, se ha vuelto indispensable. Tiene buena memoria, es puntual y sabe todo lo que su jefe necesita que sepa. Lo señalé con el dedo. —Estas apuntando demasiadas características a Madison. —Se lo merece, pero también tiene un genio de temer y cuando algo es no, es no. —Se encogió de hombros. —Y este genio siempre sale cuando está cerca Davis, el abogado de divorcios. —Terminó mirándome. —¿Ese Davis corre peligro? Otro encogimiento de hombros. —Ya no es nuestro problema. —Pierre… es nuestro problema. La mirada que me dio me lo dijo todo. —Patrice, ya no es nuestro problema y el tipo está colado por ella, no le va a hacer nada malo. Lo máximo que puede pasar es que, Madison le lance algunas carpetas, él ya aprendió de la última vez que intentó robarle un beso que, no debe tener objetos pesados en su oficina, y menos cosas corto punzantes. —En verdad odias al tipo. —Claro que no. —Su sonrisa no mostraba felicidad alguna. Bien… por lo menos lo detestaba, eso se notaba. —Ahora nos toca esperar por un rato, ¿no? —Exacto. —Se acercó a un rincón de su oficina. —¿Café? Asentí. —Tú sabes que sí. Me sirvió una taza y antes de dármela me lanzó la pregunta del millón. —Y, ¿por qué dijo que era la del teléfono? Lo miré con culpabilidad. —Odio tu memoria fotográfica. Me sonrió brevemente. —Yo no, dime. —Sentí por un momento ganas de escapar, pero ahora que veo luz, me quedo. —Tomé la taza con cuidado. —Y quiero ver a David antes de marcharme a algún lugar, hace tiempo que no lo veo. Pierre se acomodó de nuevo en el sofá. —Nuestro enano ha crecido tanto. POV. DAVID (hijo) —¡Achu!! —¿Te sucede algo? Alina me miraba preocupada, le di un breve golpecito a la mano que ya se estaba yendo a mi frente. Ella siempre era así de dulce. —No es nada, de seguro alguien está hablando mal de mí. —Me reí. Alina se levantó de un salto del suelo. —Entonces vamos a correr, ya viene siendo nuestro turno. Miré hacia todos lados. Estábamos en clase de Educación Física y no tenía ánimos de correr para nada, la verdad prefería estar jugando con mi consola portátil. —¿No puedo ir después? —Puse carita triste. Alina me jaló la oreja. —No, vamos a correr y deja esa cosa. —Bien, vamos a correr, pero antes quiero un beso. Vi como la cara de Alina se tornó roja de a poco hasta quedar de un rojo brillante, era mi oportunidad. Me levanté de un salto y le di un beso en la boca mientras la mantenía abrazada. Cuando nos separamos estaba aún más roja que antes. —Ahora si vamos. —Le dije encantado. Me tomó de la mano. —Vamos y recuerda que mamá te quiere ver hoy en casa, dice que ya no te ve mucho. La jalé hacia mis brazos. —Adoro a mi suegra. —Y la volví a besar. POV. MADISON —Quien me manda a apiadarme de mocosos idiotas que se casan y luego no saben qué hacer con ello, idiota de mí por ser tan sentimental. Me arreglé el cabello y me arreglé la ropa. Llevaba la blusa bien cerrada, la camisola iba bien puesta, por lo que no dejaba traslucir nada y la falda estaba igual de bien puesta cubriendo hasta mis rodillas, los pantis sin ninguna falla. Después de esa exhaustiva revisión entré a la oficina de ese energúmeno. Ya ni siquiera me molestaba en llamar a la puerta antes de entrar. —¿Por qué rayos no quieres atender a Pierre? —Dije al abrir la puerta. Davis se veía claramente sorprendido, debo admitir que también me sorprendí al verlo con la barba de varios días y un escritorio lleno de papeles, ya era bastante que el librero se hubiera llenado hace un par de años de libros y que comenzara a dejarlos en el suelo. ¿No tenía casa este hombre? Caminé hasta él, no sin antes tropezar con un libro en el suelo. —¡Demonios! Ordena esto de una vez. —Siempre quejándote mi amor, pero te lo perdono si me das un beso. —Me dijo mientras iba hasta mí a recoger el libro del suelo. Le di un golpe en la cabeza. —Vete a la… —¡Uy! El vocabulario. —Se rio en mi cara de mí. —Tienes una hija de ¿doce? Debes ser un ejemplo. Lo miré enojada. —Te he dicho varias veces que tiene catorce, y ella es una señorita adorable y bien educada como su madre. Me sonrió como un verdadero idiota. —Cierto, ahora hablemos de negocios, ¿por qué vienes a intervenir por el mocoso malcriado de tu jefe? Lo agarré de la corbata. —Él no es un mocoso malcriado y cuida esa lengua, un amigo vino a pedir la ayuda de un abogado especializado en divorcios. —Iba a decir algo, pero le tapé la boca. —No es como si no te fueran a pagar por tu trabajo. Su mano cubrió mi mano y antes de retirarla él la besó. —Pero si yo hiciera ese trabajo ¿que ganó?, sé que me pagarán, pero quiero ganar algo a cambio de este trabajo especial. Siempre era así con él, rodeé los ojos. —¿Qué quieres?, ¿una oficina más grande? Porque desde ya te digo que todas las oficinas son del mismo tamaño, incluso la del señor David. —No, nunca aspiraría a tanto. —Me dijo con sarcasmo. Otro besó cayó en mi mano abierta que tenía con él, traté de jalarla, pero no pude. —Tranquila cielo. —Es difícil cuando tengo a un posible violador frente a mí. —Su mirada se opacó de inmediato, eso quería decir que el comentario lo había ofendido. Ya eran tantas las veces que habíamos estado en estas situaciones que ya lo conocía bien. —Lo siento, eso fue muy exagerado de mi parte. Su mirada volvió a brillar. —Disculpa aceptada, porque sé que eres sincera. Ahora dame un beso y nos conciliamos. Puse cara de póker. —Tú no me haces fácil quererte. Sus labios formaron una línea. —Madison, te lo hago muy fácil. Moví la cabeza de un lado para otro. —¿Vas a aceptar escuchar a Pierre? Me soltó de inmediato. —Ves mi escritorio, ¿no? Estoy ocupadísimo y tengo que ordenar todo esto… —Si tuvieras secretaria no sería problema. —Y vamos al punto que no tengo secretaria… —Si no fueras un paranoico con tu trabajo, ella no habría renunciado dejándote con todo organizado a medias. —…y así no puedo organizar nada… —Y volvemos al mismo punto, eres quisquilloso y desorganizado y las secretarias no te duran. —…Ni siquiera puedo buscar otra secretaria con este desastre. —¿Siquiera me estás escuchando? —Le dije a punto de hacer una pataleta. Me miró pensativo mientras se acariciaba la barbilla. —¿Entonces que hago?, ¿me juego la poca reputación que tengo por el amigo del mocoso? O puedo terminar mi trabajo relajadamente, y creo que es lo que voy a hacer. Lo miré a los ojos y me le acerqué hasta quedar abrazada a él. Después de esto me iban a deber un gran favor esos niños. —¿Aunque defender a este chico te haga uno de los abogados más famosos internacionalmente?, claro si logras ganar el caso. —Dije fingiendo quitarle una pelusa de la camisa. —Porque es hijo de un senador francés y hasta el momento yerno de un magnate. Sus brazos me rodearon y como siempre la sensación de seguridad que me hacía sentir tan débil. —Comienza a darme curiosidad este caso, pero si acepto ayudar, quiero a una secretaria… no, una asistente que me ayude. Enarqué una ceja hasta que me di cuenta de lo que decía. —Contigo es como hacer un trato con el diablo, ¿cuánto tiempo? —Seis meses, soy magnánimo. 
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